Justo cuando lo había olvidado. Hacía días que dejó de pasear los ojos ansiosos por la pantalla , que no se sobresaltaba con el sonido del teléfono ni corría rauda hacia él con los ojos acelerados de incertidumbre en cuanto sonaba. Había dejado de pensar que la llamada la sacaría del marasmo de incertidumbres, que no se recreaba con su voz en los momentos en que se encontraba sola, augurando un futuro dichoso donde podía estar él irradiando una pasión arrebatada que inundara los cuerpos de imprevistos.
Hacía tiempo que ya no lo esperaba porque se le apagaron los furores con el paso de los días y la cotidianeidad se tragó la emoción. Se le diluyeron los rasgos de su cara, la sonrisa de medio lado que la trastornó, el chispeo de una mirada que podía ser de curiosidad o de deseo. Justo en el momento en que la marea de un olvido nebuloso la había devorado, sonó el teléfono. En el exacto momento en que no lo esperaba. Sonó impío por lo inesperado.
Era él. Contempló la pantalla con cierto sobresalto,luego con indiferencia, más tarde consternada o quizá impelida por el cansancio de la espera, pulsó el interruptor para volver al silencio. Volvió a sonar con la insistencia de los imprevistos. Poco después apagó el terminal arrinconándolo donde se tiran los recuerdos maltratados.
María Toca
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