Como buen agnóstico, y tras haber cantado pacientemente y sin fe alguna el estribillo de “A quién le duele algo cuando baila el mambo” que tan magistralmente interpretaron Bob Fosse y Gwen Verdon en “Damn Yankees” y habiéndome tomado la medicación con el mismo agnosticismo y paciencia que el canto del estribillo.
Hoy domingo 23 de abril, día de Sant Jordi, me he atrevido a sacar a pasear por Barcelona a mi loca de la casa.
Una inmensa marabunta de apiñados comerciantes de la industria de la edición del libro nuevo y de ocasión florecían como hongos por todas las esquinas de pueblos y ciudades de Cataluña, lo que me ha traído a la mente aquella imagen bíblica de Jesús echando con mala ostia, a todos los mercaderes del templo.
Así que para evitar cualquier entendido erróneo en esta narración, decidí mirar el acontecimiento poniéndome los mágicos zapatitos de Maryuma. Lo cual me obligó a mirar de abajo a arriba lo que se ofrecía en ese templo dedicado al negocio del libro y la rosa con la inocente sonrisa acrítica de un bebe de 27 mesecitos que comienza a descubrir el mundo que le rodea y una ya muy trasteada por la vida loca de mi casa.
Nada más poner los pies en el portal del edificio y a través de sus cristales, mi loca, que además de creerse sabionda también es medio cegata, me golpeo insistentemente el cerebro haciéndome ver brazos de alados gigantes junto a la puerta del portal.
Tras salir a la calle comprobé que eran los bien torneados brazos de unos jovenzuelos preparando el montaje de un improvisado puesto callejero, tipo tendal Sisí, de venta de rosas rojas inoloras que habían decidido colocar lo allí, fascinados por resarcir de algún entuerto a su precariedad económica y esperanzados con la posible generosa visita del siempre de moda y bien recibido caballero don dinero: «Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado anda continuo amarillo”(1).
Más tarde tras tropezar aquí y acullá con todo tipo de libros y rosas, ayudado por los caprichos de mi loca de la casa y los mágicos zapatitos de Maryuma, comprendí claramente con mi ostia en estado de alza, la rosa de fuego(2) que envolvía a aquella imagen del mito del inocente niño Jesús echando a los mercaderes del templo y que había saltado a mi cerebro al poco de pisar la calle.
Y a partir de ahí, entre sonrisas, alegría, empujones y apretujones de compradores imbuidos de felicidad ,esa falsa felicidad entre zombi y gilipollas de la que nos proponen revestirnos cada día al salir de casa, para no causar molestias en el explotador trabajo diario, felicidad a la que la poeta y ensayista Ida Vitales (Ganadora del premio Cervantes 2018) se refiere mejor que yo en el documental de María Arrillaga(3), que añadido a la mítica fe existente solo en la imaginación de los pueblos, mueve el mundo, decidí dejarme llevar por esta fiesta de la venta de libros y rosas en honor de Sant Jordi en Cataluña. Mito común unitario de una fiesta, que oculta el valor del discurso consumista que el sistema capitalista entiende y tan bien engalana sin mencionarlo:
¡Comprad, comprad malditos aunque sean libros y rosas que se acaba el mundo!
Y dado lo sombrío, que muy a pesar del sol veía que el día se me iba a presentar, decidí dejar de ser tributario de aquella riada de insensata ingenuidad, volver a casa, quitarme los zapatitos de Maryuma para de nuevo ver el mundo desde el punto de vista de mi desarrollo evolutivo y lo más duro de todo quedarme otra vez en casa a solas con mi loca de la casa en este depredado siglo XXI.
Barcelona Sant Jordi 2023
Enrique Ibáñez Villegas
1) Poderoso caballero es don dinero de Francisco de Quevedo.
(2)La ‘Rosa de Foc’ (rosa de fuego) fue el apodo dado a Barcelona durante la Semana Trágica, en 1909.
(3)Ida Vitale documental de María Arrillaga.
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