Algunos libros nos hacen hipo entre las manos. Es ese, y no otro, el que nos atrae y nos pone nerviosos. Los demás esperan para ser leídos en la mesilla o en la estantería sin ponerse celosos; ya llegará su momento. No sucede lo mismo con los hijos; con aquello de traerlos al mundo. Nunca es el mejor momento para ponerse con ellos. Que si la vida es complicada, el trabajo, el tiempo para criar, las renuncias, la edad, anda… ¿y ahora toca mirarnos la fertilidad? ¿Y si nos congelamos un par de óvulos para después? Bendita maternidad. ¡Alegría!
Nuria Labari (Santander, 1979) afirma que escribió La mejor madre del mundo (Literatura Random House, 2019) porque era un libro que no encontraba por ningún sitio. “Escribe el libro que te gustaría leer”, reza el mantra de las escuelas de escritores. La autora de Los borrachos de mi vida (Lengua de trapo, 2009) y Cosas que brillan cuando están rotas (Círculo de Tiza, 2016) afronta, en la que es su segunda novela, el tema de la maternidad desde una mirada cargada de belleza y crudeza al mismo tiempo. Porque la maternidad tiene mucho de bello y de feo también, no lo olvidemos.
Para empezar tengamos en cuenta que la maternidad es un asunto un tanto ausente en la literatura, faltan referencias culturales entre madres e hijos. Hay manuales, bien es cierto, libros de madres que pierden a sus hijos, hijos que escriben sobre sus madres o padres…y ojo, la mayor parte de las tramas giran en torno al dolor.
La mejor madre del mundo es un híbrido entre el ensayo y la autobiografía que cuenta la historia de una escritora de unos 35 años y su deseo de ser madre. Todo ese viaje, entre clínicas de fertilidad y la experiencia de la maternidad, supondrá para ella una profunda reflexión que hará que la mujer madre y la mujer creadora se encuentren cara a cara.
“No creo que se pueda ser artista y escribir como una madre”. (…) “Una madre que escribe es una madre culpable”.
De este enfrentamiento surge un potente desafío que advertimos desde el principio, en la ironía del propio título del libro: La mejor madre del mundo. ¿Qué hay de la mujer que soy, por la que he luchado en convertirme y en la que me he convertido tras la maternidad? Son algunas de las cuestiones con las que arranca Labari. La protagonista pone el foco en todos los rincones de la maternidad y en sus pertinentes claroscuros. Hace un repaso histórico de lo femenino en la literatura, al mito y al timo que conlleva la experiencia de ser madre y a su excesiva idealización.
“A veces creo que hemos convertido la maternidad en cómplice de la mediocridad. Que levante la mano quien no haya visto a una mujer decirle a otra: «Lo entenderás cuando seas madre». La que dice esa frase es siempre la más tonta de las dos. (…) La maternidad no determina el valor de una mujer”.
Nuria Labari mete el dedo en la llaga de lo feo y nos recuerda la presión inconsciente con la que carga la mujer desde los primeros juegos de infancia con un bebé de plástico entre sus brazos, que le augura su futura responsabilidad, supuesta sumisión y destino. Algo que no siempre ha sucedido con los niños y sus juegos de indios y flechas, por ejemplo. Lo que nos recuerda, al mirar al presente, que por fortuna los patrones culturales y educativos cambian y deben de seguir haciéndolo, pese a que algunos pretendan regresar al pasado y desandar caminos.
La mejor madre del mundo es un libro rico en ideas cuya voz penetra en nosotros de manera directa. Los nombres de los personajes (MiMadre, Hombre, H1, H2…) contribuyen a ello pues ese matiz tan particular resulta universal y provoca que se conecte aún más con el lector. Asimismo, la belleza narrativa alcanza, en ocasiones, niveles muy altos en momentos como en los que la protagonista, ya embarazada, conversa con su madre en la cocina o cuando escucha por primera vez el latido de su hija:
“Y aquellas semillas de corazón sonaban como el galope de un caballo”.
Este tipo de joyas raras saben a poco y una desea que no se acaben una vez que se degustan. La mejor madre del mundo es una obra necesaria y hermosa que celebra la maternidad sin dejar de lado lo que no se cuenta. Es un canto a la igualdad, a la libertad, a la creación, a la mujer, al hombre y a los hijos. En definitiva, al amor en todas sus facetas.
“La maternidad cambió mi pasado, fue una nueva manera de sentir todo lo anterior. (…) Nada ni nadie te cambiará la vida si no es capaz de cambiar tu memoria”. Nuria Labari.
Ana Belén Martínez
Reseña publicada en Estado Crítico.
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