Hoy hace sol y aunque todavía andan algunas nubes sobre las montañas, los colores se dejan ver como siempre los imaginamos, el verde del césped, verde, el gris de la carretera, gris, el azul del cielo, azul.
Pero mi tío anda muriéndose a poquitos o tal vez a muchos, sin que nada ni nadie podamos hacer nada por remediarlo, pararlo o evitarlo.
Y pienso en lo que es la vida y concluyo que es una peli con escenas de todo tipo, de las que sobre todo me quedo con las que me han hecho reír.
Ahora veo a mi tío siempre con la sonrisa en la boca, su gran corpachón invitándote a un vino, porque los que venían del norte, otra cosa no, pero de vinos entendían un montón.
Y mi tío es de Sinovas, a un tiro de piedra de Aranda de Duero y a medio telediario de Burgos y otra cosa no, pero de vinos los burgaleses, entienden un montón.
Así que a poquitos él se está yendo, sin oportunidad de cambiar de vagón, de darle un quiebro a la muerte, ni de hacerse el dormido mientras le ronde, pues me da a mi que esa, otra cosa no, pero de lista tiene un rato largo, casi infinito.
Y empiezo a saber de qué color anticipa su visita la muerte, qué signos externos, a veces, nos alertan.
Yo lo vi en su tono de piel, en las cuencas de sus ojos que cada vez parecían quedar más atrás, más al fondo. Lo vi en sus pómulos, en su mandíbula, en la posición de su columna.
Pero nadie me hizo puto caso.
Que no es nada, que eso es de lo que le pasó en diciembre y que por mayo aún le estaba renqueando. Y yo, en el fondo, sabía que no.
Hoy es finales de septiembre y ya nadie me dice que no es nada, pero tampoco me sirve de nada que hoy me hagan puto caso.
La vida es una efímera e imprecisa tirada de dados.
Mi tío ha sacado una mala tirada y ahora si, anda muriéndose a poquitos.
Valenia Gil
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