Esta serie de ocho capítulos es de lo mejor que pueden ver en las plataformas. Por muchos motivos, el guión está basado en la novela del mismo título, de Celeste Ng, está protagonizada y producida por la prodigiosa Reese Witherspoon lo que ya es una garantía de calidad. Esta actriz selecciona y produce solo guiones de calidad, además de su interpretación es perfecta.
La familia de Elena Richardson ( Reese Witherspoon) es perfecta, con un marido abogado de éxito, cuatro hijos perfectos salvo la fisura de Izzy, la pequeña e inadaptada chica que provoca varios de los pequeños incendios que propician el desastre. No consigue encajar en el cuadro de maravillosa familia que encuadra la madre, periodista a media jornada en un periódico local, obsesa del orden y con la vida totalmente programada para el éxito y la felicidad.
De pronto irrumpe en sus vidas una mujer negra, Mia Warren (Kerry Washington) con su hija Pearl, y lentamente pone patas arriba la perfecta familia blanca. Warren es artista y contrapone el caos a la perfecta vida familiar de su antagonista. Hay diálogos memorables que definen a una sociedad y a una clase social mejor que un tratado de sociología, como cuando Elena, en la cena familiar alardea delante del novio de su hija mayor, de raza negra (síntoma inequívoco de la “progresía” familiar de que hacen gala los Richarson) de su participación en la Marcha negra del año 1968, donde, dice, estaban todos…Todos hasta el doctor King, que iban también. La cara del chico de color es todo un poema escuchando la logorreica explicación.
La serie comienza con un gran fuego donde arde la casa familiar de los Richarson, y durante los ocho capítulos sobrevuela el desastre en todo el tiempo de la serie. Cada detalle puede hacer saltar la detonación y destapara los secretos que ambas mujeres guardan celosamente condicionando con ellos el presente y a las personas que aman.
Son microrracismos que devoran la dignidad de la mujer negra, también de la pequeña Pearl, hija de Mia, deslumbrada por el esplendor y la felicidad ficticia de la familia blanca, frente a la escasez y la precariedad de ella con su madre. Las distintas formas de entender la maternidad nos enfrenta a los tópicos del amor de madre, del amor incondicional de “todas” las madres cuando el conflicto entre Izzy y Elena se hace insalvable. Sobre manera destaca la distancia de clases y como se hace insalvable y condenatoria. Hay otra escena inolvidable, cuando el esposo blanco, defiende a un matrimonio amigo que han adoptado una niña china abandonada, cuando la madre la reclama. Ante las pruebas apabullantes a favor de la mujer china, responde ante las diatribas de la esposa: “No te preocupes de nada, Elena, las personas como ella (la china, inmigrante ilegal, pobre…) nunca ganan” Y se demuestra con la desoladora certeza de que es así. Los pobres nunca ganan. Ni aunque tengan sobrada razón.
La interpretación de la rubia execrable que hace Witherspoon, de Richardson es admirable, haciéndonos odiar a ese ser tan maquiavélicamente perfecto que se manipula hasta a sí misma sin deshacer su peinado de americana perfecta. No tanto, en mi opinión, la interpretación de Washington un tanto lastimera en algunas ocasiones. Pero todo el elenco es destacable.
En solo ocho episodios nos explica el racismo solapado que existe aún en las familias más progresistas haciéndolo quizá más hiriente, la homosexualidad, los vientres de alquiler y toda la problemática que contienen las sociedades civilizadas aunque se les pretenda dotar de frivolidad malsana. Todo hace de Little Fires Everywhere una gran serie que ha tenido poca difusión.
Se emite en Amazon Prime y no debieran perdérsela.
María Toca©
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