MAESTROS ANALFABETOS

En la sociedad en la que vivimos, el oxímoron ha acabado por convertirse en moneda de curso legal: la libertad (la que nos venden los que nunca creyeron en ella) encarcela, las democracias se nos muestran como dictaduras y las dictaduras pueden aceptarse como democráticas… Todo un sinsentido con-sentido.
De esta forma, siguiendo esta deriva hacia el pecado original, nos topamos necesariamente con la educación. Hace unos días, me comentaba un compañero que, en la Escuela de Magisterio donde imparte docencia, se vive un debate interno provocado por una evidencia: el nivel de los futuros docentes en competencias tan esenciales como la expresión oral y escrita es cada vez más bajo. Éstos, hartos de presentar proyectos, informes, memorias…, textos escritos elaborados por procesadores cada vez más avanzados en correcciones ortográficas, léxicas, morfológicas o sintácticas, cuando se les propone la redacción manuscrita de un texto personal de carácter valorativo o expositivo, naufragan de forma casi estentórea.
Con honda preocupación, me comentaba: estamos titulando «maestros analfabetos«, es decir, docentes que, fuera de la inteligencia artificial, presentan serios problemas para activar ideas sobre un tema determinado, recurriendo a su conocimiento previo sobre el mismo; para organizarlas con una estructura lógica interna y para adecuarlas al contexto y a la situación para las que están pensadas. Si, como escribiera Daniel Casanny, a escribir se aprende fundamentalmente leyendo, el trágico círculo queda completado. Incompetencia en lectura más incompetencia en escritura, igual a ciudadano con dificultad para analizar y explicar(se) el mundo en el que vive, o sea, con una exposición intensa a la manipulación y enajenación. Si ese ciudadano o ciudadana tiene además el título de docente, entonces, la tragedia se multiplica, porque serán instrumentos del sistema para la «analfabetización» de su potencial alumnado.
En la década de los setenta del siglo pasado, un matemático y pedagogo francés, Gastón Mialaret, escribía en un ensayo sobre la enseñanza de la lectura que, en aquellos momentos, en Francia, había más de un cincuenta por ciento de analfabetos. Se refería Mialaret al analfabetismo funcional, es decir, aquel que se da en aquellas personas capaces de decodificar un texto escrito, pero incapaces de entenderlo en un nivel suficiente para intuir su organización, es decir, la relación entre las distintas ideas que lo constituyen y su jerarquía en el significado final del mismo, y calar en éste hasta formarse un juicio personal.
No analizaré en esta columna breve las causas, porque están ya descritas con más claridad y extensión de lo que yo aquí puedo hacer, pero sí me iré al final de todo, o al principio, según se mire, esto es justo lo que el sistema necesita: analfabetos y analfabetas funcionales. Me pregunto qué tanto por ciento tendrá España en estos momentos, pero me imagino que el dato no será ilusionante y, además, in crescendo, máxime cuando la escuela como institución corre el serio riesgo de analfabetizar.
No quiero que se interprete este texto como una loa al modelo del que un servidor es heredero, criticable por tantas y tantas cosas, lo que si hago es denunciar la falta de evolución de la Escuela, es decir, de una sociedad que ha confundido la tecnificación con el humanismo y el progreso con la involución, otro oxímoron para acabar como empezamos.
«En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa«. De eso se trata, don Antonio, de eso se trata.
Juan Jurado.
Sobre JuanJ Jurado 82 artículos
Profesor de Lengua y Literatura española. Publicaciones en La prensa en el Aula. Octaedro. Cuaderno para la comprensión de textos. Octaedro. Ponente del Diseño curricular base para la enseñanza de la Lengua y la literatura española en la ESO, en Andalucía. He sido portavoz y concejal por el grupo municipal de IU en Úbeda. Actualmente no milito en ninguna organización política, pero si la calle me llama, voy.

2 comentarios

    • La señora González debería leer el libro citado en el artículo, pues es en el que se basa la Guía. El historiador Ramón Saiz Viadero,que bien conoce la historiadora, publicó y dio ese nombre a las fusiladas de Cantabria. No veo en qué puede molestar ese nombre, que copia el original de las 13 rosas. Como se dice en varias ocasiones La Pasionaria de Corrales, de Mallorca…Son similes que nos llevan a relacionar las diversas historias que ocurrieron y que solo molesta a las personas inmovilistas que se envcacasillan en torres de marfil presuntuosas.
      Lo nuestro es difundir la historia, querido. Hacer Memoria con nuestras víctimas, no demostrar un elitismo primitivo a un tanto cateto.
      Por tanto, ni hay error por lo que no corregimos nada.
      Saludos, a usted y a la historiadora que nos difunde entre dosis de pedantería.
      María Toca Cañedo.

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