A veces la suerte o la conjunción de causalidades forman un destino importante, no solo para la persona que lo goza, sino para toda la humanidad. Esa conjunción de accidentes positivos tuvo lugar en el nacimiento de esta mujer, Margarita Salas,. que llegó al mundo en un pueblecito asturiano, Canero, el treinta de noviembre de 1938, tiempo en que en nuestro país nacer mujer marcaba un destino determinado. No fue así en el caso de Margarita porque sus padres tenían claro que ninguna de sus hijas sería discriminada por ser mujer, estudiarían y serían universitarias si querían y mostraban capacidad. Pronto, la familia de Salas, se traslada a Gijón donde fijan su residencia.
Margarita comenzó su andadura formativa a los tres años en un colegio de monjas, la Asunción, en Gijón. A los dieciséis años se presentó a las pruebas de acceso universitario con muchas dudas. No sabía si elegir Medicina o Químicas, pero una asignatura que no le gustaba, aunque la preparó en una sola noche aprobando al día siguiente, la decantó por Química. Ingresa, por tanto, en la Facultad de Química de la Complutense realizando sus estudios con brillantez.
Volvemos a encontrarnos con la suerte en el camino de Margarita. Su padre es primo lejano de Severo Ochoa, un día coinciden en una cena y Ochoa invita a Margarita a una conferencia que iba a dar al día siguiente. Margarita le escucha quedando fascinada por el premio Nobel, éste la indica que oriente sus estudios hacia la Bioquímica lo cual hace, licenciándose en 1960 en su carrera con nota de sobresaliente.
Ochoa sigue marcándole el destino a la joven y le indica que, a la hora de realizar el doctorado, lo mejor era entrar como colaboradora en el laboratorio de Alberto Sols, para lo que don Severo envía una carta de recomendación. Alberto Sols, aceptó a Margarita Salas, únicamente debido a esa carta porque no le parecía correcto desoír al premio Nobel, pero despreciaba la capacidad de las mujeres en la ciencia. Años después confesaría que al principio le encomendó un trabajo sencillo y sin importancia, convencido de que fracasaría, no tendría repercusión.
Margarita torció al destino que le marcaba haber nacido mujer en esa época oscura, además en el laboratorio de Sols, conoció a su compañero de vida, colaborador, amigo y esposo, Eladio Viñuela, con el que se casa en 1963 cuando ambos consiguen su doctorado.
Nueva intervención de Severo Ochoa, que les aconseja que marchen a EEUU donde él tiene un importante laboratorio de investigación, en Nueva York, además colaboran con el Departamento Científico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York. Se han casado y han formado su hogar gracias a una beca que ambos recibieron para investigar en España. La cuantía es mínima, mientras en los Estados Unidos les paga generosamente por lo que el matrimonio no duda en marchar.
En 1967 regresan a España con la idea de desarrollar las investigaciones y lo aprendido en EEUU, les ayuda a ello una nueva beca que el gobierno norteamericano les ha concedido.
Mientras investigaron con Severo Ochoa, este separó el trabajo del matrimonio, encomendándoles tareas de investigación diferentes, con el fin de que cada uno desarrolle sus capacidades y de que se desarrollen de forma personal, además de esa forma aprendieron el inglés forzándoles a estar con otra gente. La separación laboral, tiene buenos resultados porque cada integrante de la pareja desarrolla sus propias investigaciones de forma personalizada aunque complementándose perfectamente.
Durante el trabajo que realizan en España, Margarita Salas, es solo la “esposa de Viñuela” porque nadie considera que una mujer pudiera desarrollar capacidades científicas. Eladio, se percibe del ninguneo, por lo que separa las investigaciones dejando a Margarita al frente de la Biología molecular que la apasiona, quedándose él con los trabajos sobre la fiebre porcina que asolaba las granjas de cerdos de su tierra, Extremadura. Ahí comienza a brillar el genio de esta singular mujer.
Entre los logros de su carrera, Salas cuenta con el descubrimiento de la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, que tiene una aplicación crucial en biotecnología: permite amplificar el ADN de manera sencilla, rápida y fiable.
Obtuvo diferentes galardones, siendo nombrada Investigadora europea 1999 por la Unesco y recibió el Premio Rey Jaime I de Investigación en 1994. Fue nombrada directora del Instituto de España (1995-2003), organismo que agrupa a la totalidad de las Reales Academias Españolas.
Presidió la Fundación Severo Ochoa19 y dirigió anualmente el curso de la Escuela de Biología Molecular “Eladio Viñuela”, dentro de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander.
Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la Real Academia Española, de la Academia Europea de Ciencias y Artes, de la American Society for Microbiology y de la American Academy of Arts and Sciences, entre otras.
Su carrera fue imparable a partir de entonces, consiguiendo logros hasta entonces inverosímiles para una mujer en la ciencia
Además, fue nombrada doctora honoris causa por las universidades Rey Juan Carlos, de Oviedo, de Extremadura, de Murcia, Politécnica de Madrid, de Jaén de Cádiz, de Málaga por la UNED, la Internacional Menéndez Pelayo, la Carlos III de Madrid y la de la de Burgos.
Margarita Salas también es conocida por su labor como formadora de científicos como María Blasco, Marisol Soengas, Jesús Ávila o la empresaria Cristina Garmendia.
En mayo de 2007 fue nombrada miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, convirtiéndose así en la primera mujer española que entra a formar parte de la institución. Fue nombrada miembro de la Real Academia Española en 2003.
En 2014 fue seleccionada por la revista Quo, en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Consejo Superior de Deportes, para la primera «Selección Española de la Ciencia», compuesta por trece científicos españoles destacados a escala internacional.
Fue presidenta de la Sociedad Española de Bioquímica, también le conceden la dirección del Instituto de Biología Molecular del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Pasados los cuatro años, en 1992, se la nombró directora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y, en 1997, presidenta de la Fundación Severo Ochoa. También pasó a formar parte de la Junta de Gobierno del CSIC y, más tarde del Consejo Rector del mismo. Desde 1989 hasta 1996, fue miembro del Comité Científico Asesor del Max-Planck Institut für Molekulare Genetik de Berlín y, en 2001, del Instituto Pasteur.
En 2007 se convirtió en la primera mujer española en ingresar en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y pertenece, también, a la European Molecular Biology Organization, a la Academia Europaea, a la American Academy of Microbiology y a la American Academy of Arts and Sciences. El 18 de julio de 2016 inauguró la XVII Escuela de Biología Molecular Eladio Viñuela, que ella misma dirigía en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Por poner un ejemplo sencillo de la utilidad de las investigaciones de Margarita Salas, durante la pandemia se puso en marcha un proyecto de investigación sobre sus descubrimientos para lograr un método de determinación del COVID-19.
Margarita Salas consiguió ocho patentes que reportan grandes ingresos al CSIC, lo que demuestra la gran importancia, económica también, de la investigación primaria. Los foros, las más de trescientas publicaciones científicas y los reconocimientos que han hecho de Margarita Salas conocida y mentora de grandes científicas, como María Blasco, Marisol Socugas y Jesús Ávila, además de abrir las puertas de la ciencia y popularizar estos estudios.
Margarita no se resignó a la jubilación y seguía investigando en el laboratorio del CSIC, al que llegaba de mañana, tomaba un sándwich para comer y regresaba a casa a las ocho de la noche, salvo cuando participaba de las sesiones de la RAE o impartía conferencia. No dejó nunca de investigar porque para ella fue una pasión total.
Murió en Madrid el siete de noviembre de 2019 dejando una estela de prestigio habiendo roto el techo patriarcal que eliminaba a las mujeres de la ciencia.
María Toca Cañedo©
Descontada toda mi admiración por Margarita Salas, igual se podría extrapolar el dicho: detrás de un hombre importante hay una gran mujer, afirmando que detrás de una gran mujer A VECES hay grandes hombres. En este caso el padre, Severo Ochoa y el esposo. Al César lo que es del César.
Tiene toda la razón,Amparo. El apoyo que esos tres hombres ofrecieron a Margarita fue ejemplar. Ojalá fuera la norma en la biografía de grandes mujeres o de mujeres en general. Lo triste es que destaca por excepcional.
Gracias por su lectura y atención.