María Telo

«Mi padre, que había sido militar, y siendo Teniente Coronel se hizo notario, pretendía que todos sus hijos estudiasen derecho, pero conmigo existía un problema, que era mujer, por lo que empecé el bachiller de Ciencias, para ser farmacéutica, pero tuve la fortuna de que la República permitiese la entrada de la mujer a ese Cuerpo, el mismo año 1931, en que se proclamó. Mí bachiller de Ciencias quedó arrumbado y comencé el de Letras para estudiar Derecho. Pero ocurrió que cuando me faltaban dos asignaturas para terminar la carrera, estalló la guerra civil. Los horizontes se cerraron, los exámenes quedaron suspendidos y no se reanudaron hasta el año 1940, fecha en que terminé mí licenciatura. El dictador borró de un plumazo toda la legislación de la República, y volví a encontrarme con que no podía opositar a notarías».

María Telo Núñez, Discurso Honoris Causa

 

 

 

Suelo contar en alguna charla que el primer crédito que pedí en mi vida, para arreglar una casa que me dejaban mis padres para vivir, tuve que enviar una solicitud de permiso al que entonces era mi marido que estaba en Madrid, en ese momento. Ante mi indignación, el director de la sucursal bancaria me explicó que yo no podía pedir créditos, salir del país o disponer del patrimonio sin autorización del esposo o del padre, si era soltera.

La mujer que luchó por cambiar las leyes franquista que consideraban a la mujer apenas un ser humano, se llamaba María Telo. Había nacido en Cáceres un ocho de Octubre de 1915. Su padre era notario, así como todos sus hermanos. Cuando ella mostró interés en realizar los estudios de abogacía para formar parte de la tradición familiar, le explicaron que no podía. Su condición de mujer le impedía acceder a la oposición a notarias. Comenzó a estudiar Farmacia, hasta que con el advenimiento de la II República, se le abrió la oportunidad de realizar su antigua vocación. Tornó a estudiar Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, pero antes de terminar, quedándole solo dos asignaturas la guerra civil, la quebró de nuevo su esperanza de competir en un mundo igualitario. “Después del ingreso en la universidad, mi vida ya no fue la misma. Al conocer tan directamente la situación jurídica de la mujer dentro del Código Civil, me sentí tan humillada, tan injustamente tratada, tan vilipendiada, tan nada, que ninguna explicación ni histórica, ni jurídica, ni religiosa, ni humana podían convencerme de que yo exageraba”, relataba en su libro Mi lucha por la Igualdad Jurídica de la Mujer (Aranzadi, 2009).

En 1940 consigue acabar la carrera en la Universidad de Zaragoza sin poder acceder al cuerpo de notarios del estado por las leyes restrictivas de la Dictadura. En 1944 oposita al Cuerpo Técnico de Administración Civil del Ministerio de Agricultura, siendo la primera mujer en hacerlo no sin innumerables inconvenientes porque fue torpedeada por quienes consideraban que jamás una mujer podría tener puestos de responsabilidad. Allí conoce al que sería su esposo, Manuel Fernández Albor, con el que tendría una hija, enviudando cuando solo contaba 37 años.

Se establece en Madrid como abogada ejerciendo hasta cumplir los ochenta años de edad en que se jubila. Se especializó en Derecho Familiar, quizá impelida por lo que veía en las leyes franquistas. Mantuvo contacto estrecho con Clara Campoamor que fue inspiradora de su lucha por el feminismo en plena dictadura, lo cual es más que meritorio, casi heroico. Tenemos sus propias palabras en una entrevista concedida a ABC,  que nos refieren mejor que nada la situación que se vivía en el franquismo:

Cuando en septiembre de 1969 yo inicié la lucha por liberar a la mujer de las cadenas jurídicas, su situación era tan vejatoria y alienante dentro de la familia, con proyección en lo público, que había artículos como el 1263, que situaba a la mujer casada entre los menores, los locos o dementes y los sordomudos que no sabían leer ni escribir. El artículo 57 obligaba a la mujer a obedecer al marido y la licencia marital era como su sombra para todos los actos de la vida. Sin licencia, prácticamente, la mujer sólo podía hacer testamento”.

Así se trataba a la mujer en el franquismo, tiempos que parece añoran algunas personas.

Formó la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas (FIMCJ). En 1969  organizó el Consejo Anual de la Federación de Madrid llevando la ponencia de “La mujer en el derecho civil” donde analiza y escudriña la inferioridad jurídica de las mujeres y su repercusión social. Conforma con un grupo de mujeres una “Comisión de estudios dependiente del FIMCJ” Crea,  a la vez la Asociación Española de Mujeres Jurista con el fin de promocionar la mujer, promover la adecuación de las leyes a una igualdad social. Se dedicó en cuerpo y alma a conseguir reformar las leyes restrictivas hacia la mujer.

Toda su obra es la base fundamental sobre la que se postula la ley del 13 de mayo de 1981 donde se regula la administración de los bienes gananciales, la patria potestad compartida, el régimen económico matrimonial. Con esta ley da fin a la terrible desigualdad que nos sumía a las mujeres a una total indefensión. No éramos dueñas ni de nuestro patrimonio, no teníamos derecho sobre hijos ni sobre bienes matrimoniales. Gracias a María Tello y algunas otras mujeres juristas conseguimos dejar de ser consideradas menores de edad perpetuas.

María dedicó su vida al empeño de equilibrar la balanza legal, siendo una trabajadora incansable. En una entrevista confesó que durante muchos años no dormía más de cuatro horas diarias por la acumulación de trabajo.

El diez de junio de 2008 es investida doctora honoris causa y en su discurso alude a la doble jornada, a la precariedad laboral femenina, a la desigualdad familiar que impide una formación adecuada a las mujeres. Todos los supuestos que hoy seguimos reivindicando las feministas.

También abogaba por un cambio en la producción, por tomar conciencia y exigir a los gobiernos medidas adecuadas que protegieran los derechos de las mujeres y sanciones duras a quien no supiera cumplir las leyes tal como expresó el 23 de noviembre de 2005, impartiendo una  conferencia en la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción donde dijo:

“Por eso el conseguir que el permiso de paternidad sea obligatorio, me parece una medida muy sabia para romper esa complicidad masculina entre empresario y trabajador. Los empresarios, y la sociedad en general, han de comprender que tanto el hombre como la mujer son seres humanos, que no son máquinas; que tienen hijos, y ambos tienen la obligación y el derecho, de cuidarlos y disfrutar de su compañía en los primeros tiempos de su vida. Y que si esto comporta un cierto perjuicio para la empresa, no se puede saldar haciendo recaer la carga sólo sobre la madre en perjuicio de su trabajo y reservándose el trabajo del padre en su propio beneficio. Es una medida muy mentalizadora, pues al ser obligatoria creará costumbre, y al cabo de cierto tiempo se considerará normal y abrirá camino a otras igualdades”.

La lucha de María Telo por la equiparación de derechos fue tenaz y absoluta. Le debemos mucho de lo que a día de hoy disfrutamos pero no se engañaba, sabía y así  lo repetía a sus colaboradoras que los derechos obtenidos eran frágiles, se podían perder en cualquier momento. Por eso es importante su recuerdo.

María Telo murió en Madrid un cinco de Agosto de 2014, después de una vida ejemplar.

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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