María y yo fuimos vecinas en Albareda 10 mucho antes de conocernos. La vida tiene esa falta de verosimilitud cuando quiere y tuvieron que pasar treinta años para que descubriéramos que en el mismo rellano vivía la fabulosa Maruja Collados, madre de mi querida María, y una veinteañera noctámbula que soñaba con escribir mientras trabajaba en un bingo. Ojalá hubiera sabido entonces que una periodista de las de verdad, con ojos y alma de lectora, estaba allí, tan cerca. Supongo que era a ella a quien le dejaban cada madrugada un ejemplar de Heraldo recién sacado del horno. Pensé en robarlo muchas veces y envidié ese lujo sencillo de abrir la puerta y leer las noticias con el café.
Nunca es tarde. Hoy disfruto del placer de encontrarme con una mujer excepcional, una pionera, una maestra que sabía mirar personajes literarios, lugares, conversar sobre autores, pensar la vida y el arte. Maruja murió en navidades pero para entonces sus hijos le habían rendido el precioso homenaje de publicar este libro, “Desde mi cristal”, para celebrar los cien años de la madre extraordinaria, de la mujer avanzada, culta y perspicaz. María, otra extraordinaria, me alcanzó un ejemplar de esta obra llena de amor y dignidad. Había que celebrar a Maruja en vida, que supiera lo muy valiosa que fue su labor.
Porque Maruja, por ejemplo, le dedicó dos preciosos textos al Quijote. Pero ojo, qué preciosura, a la olla del pobre don Alonso y a su demacrado rostro. Hablar de comida en un siglo de penuria y hambre permanente, repasar las viandas, la importancia del estómago lleno, refleja ya la forma y firma de la autora: como sabía leer, sabía escribir, encontraba en un tema prosaico un trasfondo social, un mensaje. Y lo mismo al pensar en las facciones del querido Quijano, en su arquitectura triste y los sucesivos retratos del héroe anómalo que fueron apareciendo en ediciones de la novela. Y me emociona descubrir que esa prensa humana y humanista era posible. Que se podía encontrar textos tan profundos, certeros y sencillos en los que aprendes vocabulario y literatura, vida y letras. Qué placer saborear algunos sustantivos, “recordación”, algunos adjetivos, “tantálico”. Qué disfrute viajar a ese mundo donde los clásicos eran protagonistas verdaderos de semblazas y digresiones que los acercaban al presente, iluminándolos para que los viéramos bien.
Patricia Esteban Erlés.
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