No me quites las cicatrices
ni las heridas que aún supuran.
No me quites nada de lo que te encuentras a tu paso,
por el camino que te abres en mi alcoba.
Todo es mío,
me pertenece el desafío
de haberme construido a golpe de errores
de contumaz persistencia en la falacia
y de tropezarme una vez y otra
en las piedras que hollaron la piel
dejándola con marcas indelebles
y ahíta la memoria, del dolor de no hacer nada.
No me borres ningún costurón de la memoria.
Son míos, es mi historia;
me pertenece
la zozobra, el desconcierto, el error
que a buen seguro tuve a bien y a cada hora,
cometer. Por eso, no me borres la memoria.
No te atrevas a resarcirme
de la contienda bien vivida
ni a borrar con besos en la piel
la cronología del tiempo y las huellas
de mi ser. Es mi esencia
esa que cuidé, con mimo,
cosechando el error a toda hora.
No borres el dolor. Ni las arrugas,
no ves que en ellas existen los renglones
donde se ha incrustado el testimonio
urdido por mis pasos a lo largo de una vida
vivida, plena y a deshora.
Por eso, no me quites el peso de vivir
ni el dolor, ni la amalgama
de obituarios, efemérides.
¿No lo ves? Son mis huellas.
Es mi historia. Por eso, no me borres
ni las cicatrices ni las glorias
Maria Toca
Santander-29-12-2017, 13,49.
Deja un comentario