Evita visitar a su hijo Gabriel porque sabe que no puede esquivar el asalto de la nostalgia. Le invade cuando contempla ese meandro que hace el río frente a los ventanales de la casa. Esas vistas no han cambiado nada, piensa Mick. A él, muy al contrario, el paso del tiempo le ha convertido en otro, imposible ser más distinto. Ni siquiera su personaje es el mismo. El caudal de su vida ha ido remodelando los primeros meandros hasta casi hacerlos irreconocibles. Esa casa, por ejemplo, su antigua casa, aunque imperturbable sobre la colina de Richmond, ahora pertenece al marido de su exmujer, a Rupert, el viejo hechicero de la prensa que, dicen, enmierda todo lo que toca.
Como el río a su paso por Richmond, la inesquivable nostalgia de Mick arrastra mucho sedimento, tiempos y lugares diferentes, muy lejanos, pero ahí al lado, recuerda, en abril de 1963, casi sesenta años ya, el pub del Station Hotel permitió que su lúbrica voz se escuchara por primera vez en público. Su banda supo mostrar toda la fuerza que contiene el rithm&blues.
Ahora su memoria flaquea, algún recodo erosionado de su torrente sanguíneo ha pasado por quirófano, pero Mick se emociona al revivir la noche que los cuatro chicos de Liverpool vinieron a escucharlos en ese antro londinense. Nada que ver con nosotros, se dijo entonces. Y tenía razón.
Mientras los ya famosos susurraban un dulce “I want to hold your hand”, él gritaba un libérrimo “I just wanna make love to you”. Al menos permanecen las canciones, se consuela, resuelto otra vez a no visitar a su hijo en la casa frente al río.
“Una cama inhabitada”
“Los Web. ¿Inconformistas o solo locos?”
“Ataques al corazón. Relatos”
Jesús R. Delgado
Deja un comentario