No hablo de política…

Me consta que  el escapismo humano es consustancial con los mecanismo de autodefensa. Todas hemos cerrado los ojos alguna vez ante una realidad que nos aplastaba, bien por no saber como afrontar, bien por la entidad del dolor que intuíamos.

Escapismo humano, lógico…pero no practico. Tuve una amiga que insistía ante realidades duras a las que no quería enfrentarse: “lo que no se nombra, no existe” Huelga decir que, con ese axioma de cerrar los ojos ante la realidad, el acorazado tremendo de la propia existencia aplana al más pintado, por muchos ojos cerrados que se mantengan.

Durante años nos han insistido que la política, es caca. Que todo lo mancha, que es contraproducente para la paz personal y espiritual hacer/hablar/pensar/opinar de política. Recuerden que el dictador solía decir con sorna: “hagan como yo, no se metan en política” Tanto insistir con el mensaje lo hemos asimilado como cierto sin más cuestionamientos y nos convencemos que es la mejor forma de atravesar la vida: obviando los problemas que se derivan de la política. Aunque observamos ciertos matices en esto de no opinar/hablar/hacer política. Lo que subyace de ese rechazo a la política no es a TODA, solo a la política de izquierdas, porque la otra -según interlocutores- no es política. Es lo  natural, como si ser reaccionario fuera consustancial al ser humano y ser progresista, no.

Cuantas veces habremos escuchado la negativa a opinar, a hablar de política como preludio a una incontinente verborrea de derechas. El, no me gusta/no hablo de/no opino de la política preludia después del “pero” consiguiente un discurso regresivo, retrogrado del más puro reaccionarismo. “A mí la política no me gusta, pero…los que vienen en patera reciben paguita”. “Yo no soy político, pero… las feminazis como os pasáis con los hombres porque ya hasta para follar hay que firmar contrato”. No hablo de política, pero… estaríamos mejor con un solo idioma y no tantas comunidades”

Hasta el infinito, queridas lectoras, que las veo afirmando con la cabeza…

Nos callan y nos obligan a obviar la ideología porque nos han convencido de que nos salimos del orden que han impuesto, no sabemos quién ni en base a qué. Ser comunista es caca, utilizándose como insulto ante cualquier argumento mínimamente social. Recuerden la polémica twitera cuando Alberto Garzón recitó el artículo constitucional que supedita los bienes particulares al bien común.

Contraponen ser comunista a ser fascista sin percatarse que, sin negar los grandes desastres humanitarios que se han cometido en nombre de la ideología marxista, la base es completamente diferente. Jamás será lo misma una ideología liberadora -no entro a valorar su utilidad social pero su fin es claro- que una represora que aboga por el exterminio o la dominación de una parte de la humanidad.

Si juzgamos la ideología por lo que sus secuaces hacen o hicieron con ella, ninguna merece más y peor anatema  que  el cristianismo porque la cruz -símbolo de paz y amor en origen- ha encabezado genocidios y exterminios, por no hablar de los sucesos de pederastia de los últimos tiempos (que se sepan, porque es altamente probable, que el amor de los sacerdotes por los peques, venga de muy atrás)

Las mismas personas que nos insultan con el epíteto de “comunista” asumen que del pasado reciente de nuestro país no hay que hablar. No hay que moverlo, porque ¿para qué?

El pasado, algunas veces son los suceso de la Gürtel, o del expolio de la caja B del partido ese que adquiere jueces al peso para salvar el culo. O nos lo repiten cuando esgrimimos el derecho de reivindicar a nuestra gente que sigue en zanjas, o en el olvido, o cuando se solicitan los bienes robados (incautados, decían) por el bando ganador de la guerra. O queremos reivindicar la historia de luchadores por la libertad y la democracia y nos esgrimen, con la boquita subsumida y mirada de desprecio, que todos fueron iguales, que hubo dos bandos y que todas las guerras son malas. Obviando que jamás podrá ser igual el abuelo que cayó bajo la bala asesina en el paredón del cementerio, al que como último agravio borraron el nombre, que el que le sacó de madrugada y se quedó con la casa, las vacas y las fincas.

Si establecemos diferencia entre víctima y verdugo, hacemos política, nos dicen. Quien iguala por abajo, solo busca la concordia. Aseguran y consideran que  no hacen política.

Con este axioma, ciertos gobernantes, cierran los ojos ante  lo ocurrido, incluso en muchos casos, a los suyos. ¿Cómo explicamos las palabras de Bolaños equiparando ambos bandos? O los variados homenajes que reciben los guerrilleros o represaliados, donde no se cuenta nada, donde se obvia la realidad. Cómo se explica que se obvie que fue el bando fascista quien bombardeó a la gente que huía en la Desbandá, o en Guernika, Durango, Santander y hayamos llegado hasta ahora desconociendo los innumerables campos de concentración que el franquismo creó. Hacen tabla rasa cerrando los ojos a la realidad de que  unos luchaban por la libertad, la democracia, la ley y otros por mantener privilegios, por venganza, por eliminar los derechos. No es ni será jamás lo mismo.

Hace un tiempo, tuvimos desde estas páginas, agria polémica con el escritor Arturo Pérez Reverte, quien afirmaba, con la bocachancla acostumbrada, que la guerra -cualquier guerra, aseguraba don Arturo– no tenían ideología. Que cuando se lucha no hay política detrás, cosa que intentamos rebatir. Entendemos que siempre hay política. Y no solo en las guerras sino en cualquier movimiento humano. La política es consustancial a la sociedad. Claro que  hay diversas clases de política. La que busca el bien común y la que busca subyugar al pueblo en provecho de unos pocos. Naturalmente estoy hablando de los motivos, no de las consecuencias. Los soldados que luchan y mueren en cualquier batalla, es probable que lo hagan impelidos por causa noble . Pocos morirían o matarían por enriquecer al marqués, gasear a judíos, esclavizar negros o cualquier salvajada similar,  salvo criminales vocacionales. Para convencer a ciudadanos normales de que maten o mueran por causas infames,  está la propaganda y la manipulación. Ese nudo gordiano  que trenzan los expertos en populismo que tergiversa la verdad hasta  hacerla consecuente con la infamia. Para contrarrestar la propaganda es necesario realizar cuanto antes  una catarsis colectiva de verdad histórica, porque, de no hacerlo,  nos ahoga y pervierte las generaciones siguientes.

El mayor insulto a un represaliado que ha luchado por la libertad viene del argumento equidistante. Les aseguro que prefieren una confrontación clara que no el conmiserativo argumento de “todos son iguales” que escucho tantas veces. Esas placas que hay que buscar con candil del homenaje cobarde de una izquierdita silente y acomodada,  insultan más que el silencio. Dejen los muertos y la historia en paz, si no la cuentan como fue, si no abren los ojos ante la realidad histórica, más vale que callen. Porque insultan más que reivindican.

Les pondré un claro ejemplo que existe en Santander y que ustedes podrán comprobar fácilmente. En la península de la Magdalena hay un gran monumento a las víctimas del terrorismo con placa visible. Para encontrar un desagravio hacia las víctimas del golpe de estado y la guerra civil tienen ustedes que desplazarse hasta la Biblioteca Central, según entran, girar hacia la izquierda, y allí, escondida se encuentra una plaquita vergonzosa que recuerda que ese recinto fue cárcel donde languidecieron, entre hambre y piojos, miles de personas a partir del año 1937. El resto de los monumentos que recuerdan a las víctimas del genocidio franquista ha sido financiado y mantenido por manos privadas. O visiten Mauthaussen, donde España es el único país que no agasaja a las víctimas del campo.

A veces, cuando me siento generosa, pienso que ese querer cerrar los ojos a la realidad histórica, es posible que no sea ni tan siquiera intencionado ¿? que sea producido por el dolor de constatar el cainismo histórico español. Como esas parejas en las que una parte se está distanciando y la otra se empecina en no ver la realidad de unos cuernos asombrosos.

Como opinaba mi amiga antes nombrada “lo que no se nombra, no existe” Y seguimos con el escapismo lustro a lustro decorando nuestro singular  pasado,  dejando que las víboras aniden debajo de la falda de nuestra historia , sin ocuparnos de sanear los problemas reales, sin formar ni conformar un relato común que nos haga caminar hacia delante superando los problemas que nos disgregan.

 

Subsumir los problemas, calcificarlos bajo losas de cemento histórico no solo no arregla nada, sino que enquistan la división, socaban más y más la profundidad de la sima social. Tengo el firme convencimiento que los problemas se arreglan enfrentándolos, haciendo justicia, asumiendo responsabilidades. Solo así se cierran heridas.

Admiramos profundamente la catarsis realizada por el pueblo alemán -cierto que a la contra de los gobernantes en muchos casos- sobre la historia del nazismo y la complicidad comunitaria de toda la sociedad, menos las escasísima que se enfrentó  a la brutalidad nazi de forma frontal. Callaron los más. Como callaron y mostraron aquiescencia con el régimen de Vichy, la población francesa, incluso con la complicidad activa de quienes denunciaban, o volvían los ojos ante deportaciones, ejecuciones y abusos perpetrados por el invasor.

Ha ocurrido siempre. El miedo ahoga la valentía de los pueblos, la solidaridad se acaba cuando el poder ejercido por el que lo posee muestra la crueldad infinita del vencedor. El ensañamiento de la postguerra española, en las zonas apropiadas por el fascismo, fue elucubrado e intencionado. No fueron elementos esporádicos y aislados, los que “limpiaban“paseaban” daban ricino y rapaban después de violar. No, obedecía a una clara metodología del miedo para someter. Tenemos sobrados testimonios, escritos y hablados, que lo atestiguan. Los discursos, entrevistas y escritos del general Mola, de Queipo de Llano, de Franco, entre otros son muestras claras de que el fascismo pretendió eliminar físicamente a una porción de españolas/es y al resto silenciarle con la mordaza del miedo.

La ciudadanía y los descendientes que padecieron la complicidad, sienten la culpa y quizá ese sea el motivo de reclamarnos silencio. Y no deberían, porque se entiende. Se entiende la complicidad, el silencio, el cerrar puertas y ventanas para no escuchar el grito de la violada, o el ruido que hacía en la madrugada los tiros de gracia. Claro que entenderlo no quiere decir justificarlo. Pero hay que hacer catarsis. Con la historia. Con la corrupción. Con la pederastia eclesial. Con los delitos machistas…

Hay que hacer una dura terapia para que la víctima sea reconocida como tal, para que el verdugo sea juzgado -en muchos casos, será meramente simbólico, pero punitivo- y la sociedad conozca la verdad. Luego de asumirse, se sutura la herida y en paz. Pero no antes.

Que bueno sería por parte de esa derecha irredenta que jamás asume nada, reconociera que el PP ha sido durante muchos años un nido de corrupción nauseabunda. Que bueno sería que el Psoe reconociera los desmanes de los años de plomo donde las guerras sucias y mal organizadas costaron vidas. Que la monarquía es una institución en si misma nefasta, anacronía agravada por el carácter felón de la Borbonada.  Además de la corrupción que anegó su historia. Que no pasa nada por asumir los hechos, tan solo nos limpian, como el bautismo cristiano, del pecado original.

En estos momentos estamos asistiendo al descubrimiento de una guerra sucia, lawfer y supurantes cloacas que nos dejan sin aliento. Y nos piden lo mismo. Que callemos, que obviemos la realidad, que no politicemos.

Veríamos después de hacer esa terapia, como la política se nos tornaba conocimiento básico social. Porque no deberíamos pensar que la política es algo ajeno al día a día.

Por política nos sube el interés de los créditos, de las hipotecas. Por política tenemos salud y atención sanitaria. Por política tenemos acceso a la educación, a la cultura, al arte. Dependiendo del voto, contaremos con teatros de calidad financiados con dinero público (sí, el arte necesita financiación pública) o sanidad publica decente, o nuestras pequeñas/os asistirán a clases con calefacción y ratios razonables. Al igual, que por política (otra política)  tendremos acceso a birras en terrazas que invaden el territorio ciudadano, bares abiertos durante la pandemia y viejos abandonados en un triaje asesino durante la pandemia, a basura en las calles y privatizaciones a cascoporro.

Casi les diría que es política lo que comemos y si comemos. Como vivimos y como morimos. Por política se aplican o no los cuidados paliativos. Por política se puede abortar sin jugarse la vida. La política es la base de la sociedad. Toda la política, no solo la que elucubra la izquierda.

Ellos, los poderosos que mantienen la llave del castillo, sí hacen política, aunque lo niegan con cinismo radical. Lo que desean es que hagamos dejación del derecho a hacer política que, como ciudadanas, tenemos, para poder mangonear a su antojo.

Hay una forma de distinguirlos muy bien. Recuerden, toda persona que les dice que no hace, no le gusta, no habla, de política, hasta la respira. Solo que en beneficio de unos pocos/as.

Al igual que toda persona que quiere cerrar los ojos ante los sucesos luctuosos de la historia…algo oculta con su silencio. No falla, se lo aseguro.

María Toca Cañedo©

https://www.publico.es/politica/objetivo-acabar-antiespana.html

https://conversacionsobrehistoria.info/2021/11/13/mola-el-asesino-del-norte/

https://www.lasexta.com/programas/lasexta-clave/asi-justificaba-queipo-llano-abusos-ejercito-franquista-hemos-demostrado-rojos-que-ser-hombres-verdad-paso-sus-mujeres_202110276179ae6ed4e44e000107fb2f.html

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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