“¿Lucha de clase u odio entre clases? le preguntan a Malatesta en el juicio donde se le acusa de predicar la violencia y el odio, él protestó indignado ante los jueces de Milán . Responde que él simplemente había procurado demostrar “que los males sociales no dependen de la maldad de éste o aquel patrón, de éste o aquel gobernante, sino de la misma institución del patronato y del gobierno, y que, por lo tanto, no se pueden remediar los males cambiando las personas de los dominadores, sino que es necesario abatir el principio mismo de la dominación del hombre por el hombre”
El cuatro de diciembre de 2024 nos levantamos con la noticia de que un espontaneo había abatido a tiros al ejecutivo de la United Healthecare , compañía de seguros médicos. Brian Robert Thompson, caminaba hacia la sede de la compañía en Nueva York, eran las seis cuarenta y cinco de la mañana, el motivo de su paseo matinal por Manhattan era una reunión de inversores de su empresa.
Aún no había amanecido cuando un joven encapuchado descargó tres balar mortales sobre el cuerpo del alto ejecutivo que murió desangrado en la acera de la vía. Sobran mayores explicaciones del acto por ampliamente difundido.
Thompson había sido contratado con la exclusiva tarea de engrandecer los dividendos, para ello la estrategia lógica era disminuir los costes. Sencilla ecuación: menos gasto, más ganancia.
La compañía de seguros médicos había incrementado sus dividendos en el año 2021 en 12.000 millones de dólares…En 2023 fueron 16.000 millones de dólares los que se repartieron de más entre los inversores, lo que le supuso a Thompson unas ganancias en 2021 de 9,6 millones de dólares, en 2022 fueron 9,8 millones de dólares y en 2023, la cantidad ascendió hasta los 10,2 millones de dólares. Meteorica la carrera del ejecutivo. Exitosa a todas luces su tarea de incrementar dividendos a la vez que llenarse los bolsillos con cantidades millonarias.
La esposa, asustada por las muestras de alegría ante la muerte de Thompson, nos aseguraba que era un buen esposo, dulce padre de familia y buen ciudadano. No lo dudamos. Como no lo debió de dudar Luigi Mangione que fue quien le descerrajó con tres tiros. No le mataba por ser mal padre, o mal ciudadano
¿Por qué asesinó Mangione? Nos preguntamos. Poco después salimos de dudas ante las declaraciones de la policía que leyó en los casquillos de las tres balas, las palabras «negar» «deponer» «defender» (deny, defend, depose) que son las palabras que usan de forma habitual las aseguradoras para eludir el servicio a sus asegurados. Estaba clara la intención. Mangione se había convertido en vengador de una infamia prescrita como esencia pura del capitalismo. Todo es negociable. Todo es mercado. Todo es lícito con tal de producir plusvalía.
Nos podemos imaginar de dónde habían salido las abultadas cifras de las ganancias tanto de la empresa aseguradora como las que cayeron en el bolsillo de CEO neoyorkino. Las tres palabras que llevaban grabadas las balas que mataron a Thompson, eran los disparos certeros que los ejecutivos de las aseguradoras dirigían a enfermos y familias que veían esquilmados sus ahorros, viviendas y propiedades, hasta límites de pobreza debido a una enfermedad que, aun teniendo seguro, se les denegaban servicios de atención.
La disyuntiva de los/as norteamericanas es morir o curarse quedándose en la ruina. No hace falta tener una enfermedad grave para experimentar lo que supone carecer de cobertura de salud. Una apendicitis, una rotura de pierna o brazo, suponen decenas de miles de dólares que tienen que afrontar las personas, tengan o no recursos. Tompson se había encargado de que en los últimos tiempos las condiciones se hubieran endurecido, hasta llegar a la monstruosidad de dejar fuera de cobertura a la anestesia…Opérese usted de apendicitis sin anestesia, o páguela aparte después de mantener un caro, carísimo, seguro médico. Desde nuestra perspectiva de disfrutarias de una Sanidad publica de cierta solvencia, nos parece indescriptible.
Precisamente, tal como decía al principio, el CEO Tompson había sido contratado para eso: reducir coberturas, realizando triquiñuelas legales que permitían dejar sin cobertura a los asegurados que ante la negativa, algunos disconformes más revenidos, se metían en largos procesos de demanda contra la aseguradora, lo que supone, además de pagar los costes de su enfermedad, mantener a caros abogados. La empresa aseguradora, tienen abogados en nomina que se ocupan de alargar de forma interminable el proceso, ante lo cual, aunque los asegurados les ganaran, pierden, quedando sin salud y sin dinero.
A estas alturas del artículo detecto que ustedes se calientan y corean un poco a Luigi Mangielo por la acción de la madrugada del cuatro de diciembre. ¿Merecía el CEO esas tres balas? si me preguntan y dejo hablar a mis tripas, les respondo que no, tres no…treinta es posible. Analicemos.
Casi toda persona que conozco se manifiesta pacifista sin dudarlo. La violencia es malvada per se. Yo misma aborrezco sin condiciones cualquier atisbo de agresividad. Claro que si lo pienso…según y cómo. ¿Aprobaríamos dar una tunda antológica a un pederasta cogido in fraganti? ¿a un maltratador que se estuviera ensañando con una víctima? ¿y a un violador? La lista es interminable y me veo en la tesitura de la duda.
El crimen de Mangione lleva una cierta cobertura de odio de clase, que los yanquis tan extremados ellos en condenar cualquier atisbo de lucha de clases, negarán con denuedo. Estoy segura de que el mismo asesino lo negaría. No es odio de clase, ni tan siquiera lucha de clases (creo que odio y lucha son sinónimos o por lo menos uno consecuencia del otro) La sociedad capitalista ha demonizado la conciencia de clase, anatemizando cualquier parecido que conlleve tufo socialista marxista. Se considera que no es conciencia de clase sino envidia de clase, lo que nuestro padrecito Marx y/o Bakunin y sus adeptos, pregonaban. Nos aseguran los popes capitalistas que el pobre envidia al rico la riqueza y eso es mal, porque el rico se lo ha ganado honradamente con su mente privilegiada y su trabajo de sol a sol. Si el pobre se espabilara seguro que se hacía rico en un santiamén, eso dicen en Yanquilandia y nos lo cuentan en cine, series, libros y cuentitos de amor y lujo. Ya no hay lucha de clase, solo envidia de clase. Además, con la escalera social todo quisque contempla los escalones con deseo de ascender. Si soy pobre asalariado sin casa y compartiendo habitáculo mugroso, trabajando y esforzándome más podré llegar a un alquiler individual; con más trabajo y un poco de suerte de esa que reparten bancos en forma de hipoteca usurera, obtener la casa propia, que acarreará lavadora, televisión y con suerte hasta lavavajillas y coche. Ya estamos integrados en la clase media, nos cuentan los yanquis. Un poco más de esfuerzo, algo de suerte y ¡zas! emprendedor/a de éxito porque es bien sabido que Apple y Microsoft se fundaron en un garaje. El haber estudiado en Columbia, Yale o similar, y tener papás influyentes con capacidad de préstamo no tuvo nada que ver. Y el que no llega es envidioso, y eso es mal. Pecado capital.
Pues parece que con Mangione eso no funciona porque han saltado miles, cientos de miles de entusiastas con los tres tiros que derrumbaron al CEO en Manhattan y andan divinizándole que hasta le retratan como un Jesucristo redivivo.
Y una se pregunta ¿no será que seguimos teniendo conciencia de clase? aunque ande reprimida y asolada por tanta propaganda en su contra. ¿No será que en nuestro fuero interno sabemos que lo que nos cuentan los capitalistas triunfadores de Manhattan y sus correveidiles, es un poco mentira? Porque allí mismo, en el país de la bonanza capitalista, en el mundo en que un vendedor de periódicos pobre como las ratas puede llegar a dirigir Wall Street se alegran de que un CEO, buen padre, buen esposo y amable vecino, solo que un piraña en el mundo empresarial haya chocado la frente contra el asfalto en charco de sangre mañanero.
Lejos de mí abogar por eliminar a CEOs malvados, solo les recuerdo que la Revolución Francesa con su guillotina chorreante de sangre aristocrática fue una revolución burguesa, no bolchevique. Recordarles, que las/os que se sublevaron prendiendo picas en sus pértigas eran amas de casa, comerciantes, tenderos, campesinos y medio burgueses que se les había hinchado el toto de aguantar los dispendios de una monarquía corrompida y manirrota amparada por una aristocracia perezosa e inútil con los mismos defectos que la monarquía. Lo que también pasó en el Moscú de 1917 con similares consecuencias, solo que en ese caso ya no eran burgueses sino proletarios. Directamente, clase trabajadora revolucionara. Sí, con odio de clase, no como los franceses que la guillotina la soltaban con mucho cariño.
No matarás nos dicen los mandamientos cristianos. No matarás nos dicen todas las religiones que son. No matarás nos dice el sentido común porque cuando se sueltan las ansias ciegas, cuando la ira se desenfrena, las consecuencias son ríos de sangre, muchos de ellos injustos y terribles. No matarás decimos las/os pacifistas. Claro que si miramos a los que nos lo dicen no podemos menos que sonreír. No suelen predicar con el ejemplo.
Pero eso es otra historia, que se lo pregunten a los gazatíes que reciben la muerte de manos de hijos de Yahvé y por una tierra que dicen les prometió a los genocidas.
Para terminar y con el fin de que no me pase lo que a Malatesta y consideren ustedes que predico el odio de clase, les diré estas conciliadoras palabras de Concepción Arenal: “odia al delito, no al delincuente” Casi lo mismo que respondió Malatesta a los jueces de Milán, solo que más sutil.
María Toca Cañedo©
Muy acertado artículo