Esta es una de las tantas consignas que se cantan en las calles de Santiago. Treinta pesos chilenos fue el aumento del metro (subte) que desató la protesta el viernes 18/!10. Voceros del gobierno y la derecha dijeron: “solo son 30 pesos”. Menos de 10 centavos de dólar. Pero fue la gota que rebalsó el vaso, luego de décadas de alta desigualdad social, de un modelo capitalista que viene de la dictadura de Pinochet. Por eso han estallado la juventud y el pueblo trabajador. Millones llevan más de 12 días en las calles exigiendo que se vaya Piñera y reclamando un cambio de fondo del país.
El estallido social de Chile sorprendió al gobierno de Piñera y a toda la burguesía, incluido el imperialismo. Hasta entonces el “modelo chileno” era puesto de ejemplo de “éxito”. Días antes del estallido Piñera dijo que Chile era un “oasis”. Pero se trata de un modelo de explotación extrema, continuación de la dictadura de Pinochet, aunque se la desmontó con el pacto con los partidos políticos del sistema como la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, junto a los nuevos partidos de la derecha pinochetista (UDI y otros). Pinochet impuso la constitución de 1980, que es la que aún rige, y desde los 90 –con el régimen de la “Concertación” se alternan, vía elecciones, los gobiernos de DC-PS-PC o de la derecha. Antes de Piñera estuvo la “socialista” Bachelet. Todos mantuvieron ese modelo a favor de las multinacionales nacionales y extranjeras, con flexibilización laboral y la privatización de todos los servicios públicos desde el agua hasta la educación pasando por la salud y el transporte. Custodiado por la represión de los militares y los carabineros (los famosos “pacos”). Ya en esta rebelión llevan 20 muertos, centenares de heridos y miles de presos. Por eso la gente salió a decir “son 30 años”, “Basta” de Piñera y también del “modelo”.
Chile se encuentra entre los diez países con mayor desigualdad del mundo. El 5 % de la población con ingresos más bajos está al mismo nivel que en Mongolia o Moldavia. El 2% de ingresos más altos está en el mismo nivel que en Alemania. Los fondos de pensión (AFP) privados ha sido una estafa. La jubilación promedio no llega a 200 dólares. Los estudiantes universitarios se adeudan de por vida, una vez recibidos (datos Clarín, 24/10).
Chile cambió. El pueblo se rebeló
“No es una guerra. Chile despertó”, decían algunos de los tantos carteles con los que la gente va a las marchas. Son cartones pequeños, manuscritos. Respondían a la primera declaración de Sebastián Piñera diciendo que estaban “en guerra”. Cuando su señora (Cecilia Morel) dijo que era como una “invasión alienígena”, los carteles le decían “el pueblo alienígeno por la paz, apoya al pueblo chileno”. Ambos tuvieron que pedir perdón… Y Piñera anuló el aumento de la tarifa del metro.
Pero, para su sorpresa, la gente siguió en las calles y pasó a reclamar que se vaya Piñera, su gobierno, el fin del estado de emergencia, fuera los militares de las calles, por el fin de las privatizaciones en la educación, la salud, las jubilaciones, el agua y la energía. Desde el viernes 18 de octubre las masas no dejaron de estar en la calle. Incluso desconociendo el toque de queda. Empezaron los estudiantes secundarios en el metro pero con el correr de las horas y los días se ha generalizado la movilización popular. En los barrios, los cacerolazos han desafiado el toque de queda. Huelgas en portuarios, mineros, camioneros, la salud o empleados públicos. Miles y miles en las calles de todo el país. Un estado de huelga general no declarada.
La gente le puso nombre: “Chile despertó”. Se trata del inicio de una situación revolucionaria. Ese el cambio que se ha producido en Chile. Es una situación en donde, como lo definiera Lenin, “los de abajo no quieren” y “los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”. Por eso en Chile está en curso una movilización revolucionaria que cuestiona el poder de los de “arriba” y plantea la necesidad de un nuevo poder, un gobierno de las y los trabajadores y los sectores populares.
La histórica movilización del viernes 25
El viernes 25, luego de una semana de marchas y protestas, se produjo la que se considera la más grande movilización popular de los últimos 30 años. En Santiago se calcula que llegó a cerca de un millón y medio de personas. Con miles y miles en todas las ciudades y pueblos del país. Esa marcha multitudinaria colmó la Plaza Italia y las avenidas y parques cercanos. Mareas humanas llegaban por la Alameda y la avenida Providencia, desde todos los barrios y comunas de Santiago. Jóvenes, trabajadores, mujeres, familias, jubilados, médicos, motoqueros, las hinchadas de fútbol. No hubo banderas políticas. Banderas de Chile, del pueblo mapuche, de Colo Colo, de Universidad de Chile, muchos pañuelos verdes y esos carteles individuales y manuscritos con todo tipo de consignas; “Arrivederchi Piñera”; “Estatizacion de los servicios básicos”; “no necesito sexo, el gobierno me c…todos los días”; “Bielsa tenía razón”; “Asamblea Constituyente”; “nacionalización recursos naturales”, “democracia directa” o “Revolución”. Y se cantaba el tradicional “el que no salta es paco”.
El impacto de la movilización golpeó duro al gobierno. Piñera quedó en la cuerda floja. Tuvo que levantar el estado de emergencia y el toque de queda, cambió buena parte del gabinete y prometió el “oro y el moro”. Pero la gente comenzó la semana otra vez en la calle reclamando que se vaya. Las masas ven que se puede derrotar al gobierno y al modelo.
Una movilización que desbordó a las direcciones
Es una movilización espontánea, sin ninguna dirección. Ni siquiera reformista. Desde el primer momento las movilizaciones, se dieron por fuera de las direcciones sindicales y estudiantiles, en las cuales predominan el PC y el Frente Amplio (FA). Son convocadas por las redes. Por otro lado, tanto el PC como el FA recién se pronunciaron tres o cuatro días después de iniciada la rebelión popular. Formaron una Mesa de Unidad Social a través de la cual convocaron al paro nacional de los días 23 y 24. Pero, si bien proponen un pliego de reclamos contra la represión, de medidas sociales y hasta Asamblea Constituyente, no levantan “Fuera Piñera”, que es el reclamo central de las masas. Recién después del impacto de la histórica movilización del 25, el PC y parte de los diputados del FA plantean la posibilidad de apelar al mecanismo “legal” de la “acusación constitucional” al presidente vía el parlamento. Una especie de “impeachment” o juicio político.
Un punto fuerte de la movilización es que no está controlada por los aparatos políticos reformistas. Eso también le impide al gobierno tener con quien negociar y buscar amortiguar la movilización. Pero el punto débil es, por ahora, la falta de una dirección socialista revolucionaria. Y que surjan organismos de base obreros y populares desde donde se pueda coordinar la lucha hacia la perspectiva de un gobierno de los y las trabajadoras y los sectores populares.
Con esa política estratégica interviene en el proceso el MST, sección de la UIT-CI (ver declaración del 25/10 en www.uit.ci.org). Impulsando las asambleas barriales y otros organismos de lucha sindicales y estudiantiles y su coordinación. Para sostener la movilización en las calles y la convocatoria a la huelga general para terminar con el gobierno de Piñera, por el juicio y castigo de los militares y civiles responsables de los crímenes de la represión, por un cambio de fondo en el país, con un gobierno de la clase trabajadora y el pueblo que impulse un plan económico de emergencia al servicio del pueblo trabajador, que acabe con la miseria y las privatizaciones y convoque a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que termine con la constitución pinochetista. Para avanzar en ese camino la movilización deber continuar hasta sacar a Piñera.
30/10/2019
Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista (Argentina) y de la UIT-CI
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