Ocho años y por andar.

 

Con los avatares en los que anda una, poco dada a efemérides que somos en esta casa, se nos  pasó la fecha de nuestro octavo aniversario. El dieciséis de diciembre del lejano (ancestral nos parece la fecha) 2016 un grupo de personas y de forma casual o causal concebimos este magazine sin saber ni a dónde ni cómo caminar. Hoy, que han pasado los ocho años de rigor, seguimos igual de desnortadas, porque no sabemos a dónde nos va a llevar el camino pero sí somos muy conscientes de la senda a recorrer a recorrer. Les cuento un secreto: el fin es el camino. No ponerse metas es sano, la idea es disfrutar y estar a lo que surja. Y lo que surge en el momento son pequeños milagros de colaboradoras que nos van llegando mientras los/as antiguas sienten el gusto por la estancia.

Este año les auguro novedades. La Pajarera Magazine debe renovarse un poco, en cuanto a su estética, no a su esencia, y tenemos planes diversos que se verán pronto. Es una promesa imprecisa porque debemos aquilatar unas cuantas cosas para ello, pero queda empeñada mi palabra. 2025, será un año de mejoras y de cosas nuevas. Prometido.

Les confieso que alguna vez me han surgido dudas. Tanta labor solitaria, tareas que hay que afrontar a diario (edición de artículos, correcciones, búsquedas…) ¿para qué? Les confieso que en ocasiones he sentido el tibio soplo del desaliento porque las palabras, por mucho que sean derrochadas con ansia y cariño, se las lleva el viento de forma rápida y una sabe a estas alturas que poco o nada pueden cambiar.

Lo que contamos no cambia el mundo…así en grande.  Luego caemos en la cuenta de que construimos pared haciendo lo que hacemos. O contribuimos a derruir el muro. Un muro de viejos silencios labrados con miedos de postguerras, con voces opacadas por la crueldad de unos tiempos infames que perduran. Muros labrados a golpe de fanatismo, de egos encendidos que se interponen entre seres humanos que deberían combatir en la misma trinchera, cuidándose y sororizándose. Miedo al silencio, en fin.

Ese silencio que se labra entre las paredes de un hogar que se convierte en cárcel donde por faltar, falta hasta el aire. Miedo a denunciar la agresión, el golpe, la cortapisa al desarrollo de tantas mujeres. Nuestras palabras escritas, las historias que contamos, no liberan al mundo del patriarcado, pero me consta -y me consta porque mi propia libertad se labró con palabras ajenas, con libros, con artículos de alguien que no creía  que salvaría el mundo pero a mí me salvó- que una palabra llegada en el momento justo puede ser la llave que haga saltar los goznes de años de opresión.

El silencio que apretó como losa infame las casas de los/as derrotadas a las que se les impuso silencio por propia seguridad, porque contar la verdad de las humillaciones, vejaciones, golpes, rapadas, crímenes al amanecer, podían suponer volver a empezar la cuerda de la represión. Los silencios de las abuelas/os se convirtieron en cordón que ató a las madres a un yunque de desdichas y de las secuelas de todo ese silencio salió una generación (la tercera, la nuestra) que ha padecido la violencia vicaria de pertenencia a la gente que perdimos la batalla de la libertad. Son secuelas duras, que siguen pesando, que nos hacen callar más de lo debido, que nos ocultan la personalidad, que, de forma imprecisa, sentimos aun como la losa infame que fue en su momento.

Romper el silencio poniendo nombre y contando la historia no cambia el mundo…pero puede liberar los nudos gordianos que apresan a seres libres que pueden volar cuando se dan cuenta de que tienen alas.

Hoy, más que nunca, es necesario levantar la voz. Levantar el puño y erguirlo con la rabia que sentimos ante la injusticia, ante la mujer golpeada o abusada a la que, además, la imponen silencio…o que hable solo cuando toca. Levantar la palabra ante el griterío fascista que vuelve -¿vuelve? no será que nunca se fue- a tronar por calles y ciudades. Rabia que nos impele a salir con el corazón volteado por unos pueblos, palestinos/saharauis, que siguen padeciendo genocidio y son masacrados ante ojos impávidos de señores con lustre. Rabia y puño encendido ante la fosa mediterránea que traga sin pausa a jóvenes que buscan lo que buscaron nuestros abuelos/as, una vida mejor, huir de la guerra, del dolor, de la pobreza. Grito ante una Europa que olvida las raíces y el porqué nació y que ahora se enreda levantando muros de contención ante la inmigración que nos devuelve mínimamente el expolio colonialista al que los sometimos.

En La Pajarera Magazine, habita gente de bien. Tomo las palabras hermosas con que se definía el poeta: y soy, en el buen sentido de la palabra, bueno…Buena gente que trabajamos y miramos de poner un granito de arena en la construcción de un mundo mejor. Soy muy partidaria de reivindicar la bondad, no como un buenismo abotargado, sino como declaración de intenciones. Una bondad rabiosa ante la injusticia.

Lo cierto es que la palabra, las artes, el periodismo, la historia, la literatura deben de ser altamente peligrosas porque el fascismo al triunfar es lo primero que elimina. La primera tarea que se impone el tirano es asesinar maestros, periodistas, mujeres libres. Luego cierra escuelas, bibliotecas, periódicos,  cines, teatros, salas de arte, para terminar censurando todo atisbo de libertad. Ahí surge la tiranía, cuando se arrojan por la alcantarilla de la historia todo lo que hace al ser humano ser más grande, más libre, más digno.

Nos cuentan los nuevos pseudoliberales que del individualismo surge el progreso humano, que  el crecimiento sale de una especie de juegos del hambre donde la competitividad y la indiferencia ante cualquier debilidad, hace que la sociedad progrese. Es la gran mentira que cuenta la mala gente que camina. Solo un mundo solidario, sororo, hermanado y empático progresa. Nada sale del individualismo egoísta, más que barbarie. Somos comunidad y el ser humano sin lo común, perece. Lo hemos visto ante el desastre terrible vivido en la Comunidad Valenciana. La unión de la gente limpió el barro, salvó ancianas y llevó comida a los que nada tenían. Por eso, nuestra conciencia ideológica, de clase, de servicio es la que es.

Y seguiremos la senda de la solidaridad, con el sentido practico de saber que no seremos mayoría pero que sí que somos muchas las que amamos la vida y queremos construir un futuro solidario y mejor.

Seguiremos hasta el ultimo aliento denunciando, contando historias, dando voz a olvidadas.

Y haciendo planes de futuro que les iremos descubriendo conforme pasen los meses de este 2025 que auguramos feliz.

Felicidades por seguir. Felices fiestas plenas de alegría solidaria. Y feliz futuro, queridas amigas/os de esta casa. Solo esperamos seguir contando con todas vosotras/os y que nos hagáis llegar más y más lejos.

Se os quiere.

María Toca Cañedo©

Coordinadora de https://www.lapajareramagazine.com

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Sobre Maria Toca 1692 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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