Somos hijas de silencios,
paridas entre temblores y ocres nubes espantadas
en tiempos de aquelarres y de miedos,
en una habitación, con agua caliente,
oscuridad, mucha sangre
y una partera que arrancaba la vida
de las entrañas de la madre.
Agarradas con uñas y boca a una teta
que alimentaba hambres atrasados. Nostalgias
que se adhieren a lágrimas ahogadas
por siglos de un tiempo
encebollado de perezas.
Silencios que nublaron infancias desalmadas.
Así crecimos, entre gredales grises de plomo aliñados
plenos de oscuridades y temores…
Nuestras muñecas eran ciegas,
velados los ojos por anchas crispaciones
y descalabros de antiguas infancias compartidas.
Nuestra ropa sirvió a otras,
como a nosotras nos llegaba
heredada, sin costuras,
reventada de usos y costumbres
que recibían las siguientes.
El hogar eran piezas nublosas
impregnadas de frío, con lumbres humeantes
donde se guisaba, con pereza, el cocido
alumbrado de hambres y de escarchas
mezclados los silencios de pábilos escuetos,
incluso, a veces con rencores
acumulados en alacenas de memoria.
Espantos que vivieron los ancestros
y heredamos, nosotras, sin quererlo
… como los viejos relojes
que había que dar cuerda cada noche,
y a poco sus agujas laminadas se cansaban
dejándonos inermes,
colgadas de una hora.
En espera
de un futuro, tan nublado y silente
rodeado de barrotes
que hacían imposible escaparse de las cárceles
tejidas por ancestros.
Los silencios, alimentaron nuestra infancia,
sembraron de desconfianzas el presente,
levantando muros intangibles en la mente
para dejarnos desposeídas de flirteos
con la frágil felicidad que intuimos,
existía en otros mundos.
Lejanos,
con fronteras inexpugnables
por distantes, inhóspitas, para nosotras,
pobres provincianas, habitantes
por siempre de la nada.
Un mundo colorido,
lleno de palabras y existencias
muy diferente a las raíces donde crecimos,
añorando los rizomas, sin remedio.
No nos quedó más aventura
que partir a ese mundo estando ciegas,
ansiosas por ver la sutil luz
o al menos, la puerta entornada
que nos permitiera escapar
persiguiendo , insomnes,
la felicidad imaginada
que se nos hizo intocable
por ser tan desesperadamente ansiada.
María Toca
Santander-25-12-2020. 21,43
Muy buen poema. Vivencias absolutas
gracias