Imagino un mundo en el que no se juzgue a las personas sin conocerlas, en el que no se espeten sentencias como gotas de saliva a reacción sobre las personas.
En el que no se categorice a los seres humanos a través de números, por mucho que haya herramientas terapéuticas que nos sirvan profesionalmente y puedan dar luz.
-Mira ésta, cómo se nota que es un 2 del eneagrama.
– Menudo sietón (7)
– Vaya 4 de libro. Nada en drama.
– Es que mi novio es un 8 y no veas lo líder que es.
Me cansa, me agota, el poder aparente que supone manejar un lenguaje y soltarlo sentenciosamente ante el otro, el de enfrente, quien no habla mi idioma o desconoce qué estoy queriendo decir.
Me subleva la falta de interés por el misterio que cada uno de nosotros somos y la aparente sabiduría de quien se coloca en el pódium de conocer de ti más que tú mismo.
Me imagino y sueño con un mundo y con unos espacios terapéuticos en los que la curiosidad genuina por la persona de enfrente sea la norma, el amor humano y la comprensión la base y en el que la confrontación se ofrezca sabiendo que quien la hace también yerra, también es alumno o alumna de la vida y tiene materias para septiembre pendientes, siempre.
Nadie ha terminado este camino y la formación de vida hasta que deja de respirar; nadie sabe tanto como para sentenciar o diagnosticar, impasible, con el regusto de lo ya conocido, a alguien.
No.
Por mucha experiencia de vida, por mucha formación ortodoxa y títulos que tengamos quienes nos dedicamos al acompañamiento de personas, el día que empezamos a señalar sin saber, a encajonar sin dejar expansión y a presuponer estamos perdidos.
Y además es violencia.
Tú eres lo que yo te digo que eres es violencia.
¿Os imagináis ponernos curiosos y abiertos ante la inmensidad de otro ser humano de verdad siempre y bajar del pódium del poder del conocimiento?
¿Os imagináis ofrecer un cuéntame de ti, un cómo has llegado hasta aquí, un qué has tenido que hacer para sobrevivir?
Y escuchar curiosamente con los ojos atentos y en silencio.
A la persona número X como el asombro humano que es.
Única.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
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