Cuando la UE argollaba el cuello de Grecia con unas medidas de austeridad que la sumieron en la desesperanza, rotos los sueños generados por el triunfo de Tsipras, el pequeño amigo del Oeste, Portugal, a la chita callando, decidió intentar apartarse de la ortodoxia económica y rebelarse atendiendo las ideas de la otra economía, la que cuestionaba las políticas de austeridad y de remisión del gasto público, haciendo lo contrario. Recordemos.
De 2011 a 2014, Portugal ensayó un paquete de medidas impuestas por la Troika. A cambio recibió del Fondo Monetario Internacional (FMI) 7800 millones de euros para pagar la deuda. El desempleo estaba en una tasa de un 15%, con el PIB en negativo. Se aplicaron medidas conocidas, a saber: reducción de gasto público, subida de impuestos (IVA, del 20% al 21%, sociedades: 25% al 27%) Se privatizaron bienes públicos. Reducción drástica de gasto social. Nada que no conozcamos.
En 2015 llegó al poder la coalición de izquierda, cuyo gobierno, al frente del cual está el primer ministro, Antonio Costa, deciden poner en marcha justamente lo contrario, convencidos de que seguir con lo que ha resultado fallido y produce en la población un sufrimiento tan alto, es absurdo.
Nuestra Europa teme y con razón al terrorismo, se protege con duras leyes ante los lobos solitarios que atentan contra el ciudadano, sin darse cuenta de que el sufrimiento de la población, incluso las muertes (revisemos los suicidios imputables a la crisis) son debido a las medidas de restricción económica que imponen la Troika, queriendo convencernos de que es por nuestro bien. Recortes, desahucios, paro, fragilidad social, son el resultado de las medidas tomadas bajo la batuta europea.
Podríamos decir que las mareas humanas detrás de un nuevo nacionalismo, son tan espurias que de no ser por estar integradas, en su mayoría, por un ingenuo idealismo, habría que sonreír. Nos gobiernan mercados, no gobiernos, no naciones. Estos entes, no tienen más ideología que el dinero, ni más meta que consumar un poder omnímodo. Las clases medias, depauperadas, se empobrecen con el consiguiente amansamiento.
No hay problema para el capital; si nuestras clases medias no consumen hay nuevos mercados que se abren. Lo que importa es que los trabajadores cualificados sean tranquilos, se resignen a una paga exigua y produzcan más y mejor. Ya se encargan de colocar los bienes producidos en la chinatizada Europa o América, en Africa y Asia. Será por mercados emergentes… piensan los cerebros mercantiles Por tanto, es una gran falacia que la austeridad resuelva problemas económicos. Al contrario, cada día empobrece más nuestros bolsillos, no así el de los poderosos que suben sus cuentas, como es fácilmente constatable en las estadísticas consultadas. Cada vez más ricos, cada vez más poderosos, siendo la riqueza concentrada en manos escasas. Sin querer caer en conspiranoias, pero el fin de la austeridad es constatable: empobrecimiento/sumisión de la población europea y enriquecimientos de los mercados.
Nuestros amigos portugueses, con el insólito gobierno de coalición de izquierda, cambian el decorado. Reducen la jornada laboral de los funcionarios a 35 horas, suben en un 10% el sueldo base, incrementan las pensiones hasta ponerlas de acuerdo con el IPC y revierten las privatizaciones. No todas, hay que decir, que justamente en ese lado, se producen disensiones en la coalición. El Partido Comunista Portugués siente que se le abren las carnes cuando la coalición intenta alquilar los edificios públicos, especialmente la Prisión de Peniche, cárcel salazarista, donde tantos demócratas sufrieron prisión, temen que se convierta en lugar festivo o de celebración.
El gobierno, no obstante desacuerdos y disensiones, sigue cohesionado y con idea de remediar lo que la crisis y las medidas austericidas han hecho del país.
Lo que parece la cuadratura del círculo es que las medidas sociales se realizan sin incrementar el gasto público, que en 2015 era de 86.740 millones de euros, y en 2016, se reduce a 83.335 millones de euros. No está nada mal en un solo año.
El gobierno tomó una serie de medidas para evitar el descalabro del gasto público: se gravaron los productos azucarados, a excepción de leches vegetales y zumos de frutas,(el llamado impuesto Coca Cola) También se grabó el alcohol y el tabaco, así como, lo que han dado en llamar Ley Lucky Luck, un gravamen hacia las balas usadas en la caza. Pusieron un impuesto a los valores inmobiliarios a partir de los 600.000€, de un 0,5%, que libera a los propietarios menores, siendo útil en los casos de patrimonios altos. Con esta medida, el gobierno portugués pretende recaudar del orden de 170 millones de euros.
El paro se ha reducido considerablemente. En 2013 había una tasa del 16%, mientras en 2016, hay un 11,2% y se augura que en 2017 llegará a un tímido 10,6%. Incrementando los trabajos fijos. El trabajo temporal en Portugal supone un 45% del total, mientras que en España es de un 54%, con una tasa de paro visiblemente más alta.
La explicación al milagro es sencilla. Mientras la austeridad se basa en un ahorro y restricción económica, la política inversa, trata de elevar los sueldos, mejorar la economía de los habitantes, para incrementar el gasto. Por pura lógica, si tenemos más dinero gastamos más, por tanto el Estado recauda más en impuestos indirectos. A más recaudación, más dinero tiene el Estado…y más riqueza, volteando la rueda de la economía hacia delante.
Por el contrario, la recesión económica que propician las medidas austericidas supone descapitalizar a la clase media, empobreciendo a los que ya vivían en precario antes de la crisis, creando bolsas de pobreza a las que el Estado (malamente, es cierto) atiende (más parados, más jubilaciones, más pobreza en general) incrementándose, o debiéndose incrementar el gasto público ya depauperado y sin generar plusvalías.
Por el contrario , una inyección de solvencia en la población, subiendo sueldos, haciendo inversiones del Estado que dinamizan la economía, supone un impulso de activación, genera, como decíamos, más impuestos y más recaudación. Y más riqueza. De esta forma sencilla el país de la cola de Europa se está convirtiendo en un nuevo espejo donde contemplar el error garrafal que las políticas de austeridad han producido, sin contar, por supuesto, el sufrimiento gratuito al que han sumido a la población.
Hay puntos débiles en este milagro, que debemos subrayar. Son, en primer lugar, la debilidad bancaria, con una alta tasa de deuda incobrable (12%) de sus préstamos totales. La deuda pública, aunque se haya reducido en los últimos años, sigue siendo notable, un 130% del PIB, que el gobierno intenta renegociar con Bruselas.
The Economist, en 2016, reconocía que Portugal había reducido el déficit fiscal a la mitad, hasta un 2,1€ del PIB, justamente el mejor resultado desde la transición democrática en 1974.
El gobierno de Costa, da la razón a los economistas heterodoxos que advertían, sin mucha audiencia, que la austeridad no era el camino. Tomar medidas alentadoras de la demanda interna para impulsar el crecimiento, con la fórmula sencilla de : más gasto público, más reactivación de la economía, más recaudación de impuestos, menos déficit. Tan sencillo y tan poco experimentado por quienes no les interesa solucionar los problemas pero sí incrementar la cuenta de resultados particular.
María Toca
Agradecemos la colaboración de David Betancourt en la redacción de este artículo.
Deja un comentario