Putin, el hombre de hielo. Conocerle  para entender la Rusia actual.  (Capítulo I)

 

 

“Putin es un bluff, al estilo de la reacción de un animal que al toparse con un predador hincha el cuerpo, eriza el pelaje para adquirir apariencia lo más intimidante posible. Tenemos tendencia a no mirar lo que hay debajo de la piel”

Tenemos que hablar de Putin.

Mar Galleoti, página 19

Reconozco que me produce sorpresa la poca o sesgada critica que ofrecen los medios sobre el personaje que analizaremos. Para cierta izquierda, detrás del rostro hierático  tuneado y operado tal que  un muñeco, siguen contemplando los despojos de un sueño alargado por decenios. El del paraíso socialista, que jamás fue paraíso y desde luego tampoco socialista. Las reminiscencias de la gloriosa Revolución de Octubre de 1917 aletea por las inocentes almas de algunos nostálgicos de los viejos sueños. Para la derecha, es un tipo a respetar, porque es fuerte, lidera un país enorme y ha saneado el despiporre anterior. La ultraderecha le reverencia con una genuflexa intención porque el señor Vladimir hace correr rublos a cascoporro hasta las arcas de todos los partidos ultraderechistas y cualquier fanfarria que se le asemeje. Que no solo llegan los rublos moscovitas a la ultraderecha, no se crean. Llegan y muchos al bolsillo de almas cándidas bien engrasadas que lo defienden sin mucho rigor para que no se note la apostasía, pero ahí van, como soporte de un régimen perverso y pervertido. Puro interés.

Y así el personaje con cara de pan de Vladimir Putin, camina sin estridencias, pero con la soltura de ir cumpliendo sus sueños más antiguos, convertirse en zar de todas las Rusias. Un Pedro el Grande en pequeñito (de estatura, que no de crueldad). Les confieso que de esa aquiescencia surgió la curiosidad. ¿Qué le hace resultar  opaco y poco criticable a un personaje tan siniestro o más que cualquier dictador vilipendiado? ¿Por qué se ha asentado en el poder del Kremlin sin mucha controversia exterior ni por supuesto, interior? ¿Por qué la invasión despiada a un país soberano como Ucrania no ha gozado del mismo resentimiento en la izquierda mundial? ¿Por qué se entienden posturas que a cualquier otro tirano (sí, tirano) no se le consentirían?

No nos engañemos, se encuentran de forma constante variadas justificaciones tanto para la invasión de los pueblos limítrofes -estados soberanos ellos-  cosa que no ocurriría si fuera otro el imperialista.

Suelo responder a mis obsesiones de la misma forma casi siempre. Remontando la historia donde se suele encontrar una las explicaciones pertinentes. Vamos a ello. Analicemos  de forma objetiva (todo lo que se pueda, aunque eso es bastante relativo) el pasado de Vladimir Putin para explicarnos las dudas y si fuera posible augurar el futuro, aunque anticipo que eso es harto utópico.

 Vladimir Putin nace en 1952, en plena época soviética. Han pasado solo ocho años del final de la guerra y Leningrado es una ciudad herida, masacrada y sin posibilidad de redención. Su padre ha participado en la Segunda Guerra Mundial, en la flota de submarinos soviéticos  donde fue herido. Antes   había pertenecido a un batallón de la temida NKVD, policía secreta, hasta que fue destinado al ejército regular. Se duda si su pertenencia a la policía política trascendió a la época de guerra, aunque las ventajas económicas familiares en una época de terrible penuria (teléfono, coche, dacha, parecen confirmarlo) Lu madre, en la retaguardia de Leningrado (entonces, ahora San Petersburgo) pasó todo el hambre y las privaciones inherentes al periodo de la invasión alemana. El pequeño Vladimir se cría en un apartamento comunal típicos  del régimen soviético. Son edificios altos, que conforman un cuadrado dejando en medio un patio irrespirable, lleno de basura y ratas. El apartamento es pequeño, con una sola estancia, cocina y baño común con el resto de vecinos , por lo que cuando el pequeño Vladimir crece su vida se desarrolla en el barrio, y más concretamente dentro del submundo de ese patio infame.

Se trata de la típica barriada soviética con casas mancomunadas, bloques sombríos con una población depauperada por la guerra y sin más futuro que beber, pelearse y sobrevivir a duras penas.

Putin, es sorprendentemente bajo -solo mide 1,72cm– desde que detenta el poder lo intenta disimular con su porte erguido y unas alzas que coloca en sus zapatos. De jovencito, además de bajito, eran enclenque, débil, sin apenas musculatura. Su endeble persona le suponía convertirse en blanco del ataque de otros jóvenes más fuertes. Aprendió que la lucha para la supervivencia era dura, que el fuerte domina al débil y que quien da primero da dos veces. Testigos amistosos de aquella época destacan la agresividad del joven, sus golpes que brotaban a la minina excusa. Consciente de su debilidad,  comenzó pronto un fuerte entrenamiento en judo y en sambo (arte marcial soviético, mezcla de judo y lucha libre). Se trataba de defenderse de matones de barrio, de infundir respeto a pesar de su enclenque figura. Además, desarrolló la pericia del tramposo usando trucos sucios para defenderse.

En el barrio labró amistades férreas que le han llegado hasta hoy, con una fidelidad mafiosa, ya que es de los amigos de la juventud en quienes únicamente confía y a los que premia con prebendas generosas, siempre supeditadas a su fidelidad, por supuesto. Son su gente, bregados entre las basuras del barrio donde crecieron.

No está del todo confirmado que el padre siguiera colaborando con la policía secreta, lo que sí hizo fue trabajar en la fábrica de vagones de tren para pasajeros, Yegorov. No sería extraño que colaborara con las autoridades soviéticas en un país en donde cada humano se convertía en confidente y espía del vecino. Algo debió de sembrar en el retoño Vladimir porque teniendo dieciséis años y sin haber terminado la escuela secundaria, obsesionado por pertenecer a la KGB, se acerca a las siniestras oficinas de la policía política donde los enemigos del estado habían purgado con sangre su desafección, con el fin de recibir información para alistarse. Los niños y jóvenes de la URSS de entonces soñaban, en su mayoría, con ser astronautas. Vladimir sueña con ser espía del KGB.

Imaginamos al oficial de guardia de la policía secreta al ver al diminuto Vladimir solicitar la entrada al antro del horror. Algo debió de ver en él porque no le descartó, sino que le dijo que antes debía ir a la Universidad si quería convertirse en un futuro espía. Eso hizo el disciplinado Vladimir, comenzando  la carrera de Derecho en la Universidad Estatal;  al terminarla ardía de ansiedad  esperando la llamada prometida por aquel lejano oficial de la KGB. Hasta que la llamada se produjo. En 1975 el enclenque niño que perseguía ratas en el barrio lumpen entró a formar parte de la KGB.

Putin soñaba con una vida de aventuras, similar a un James Boond soviético. Nada más lejos de la realidad porque le encargan trabajos burocráticos donde el pletórico joven se amustia dedicándose a empinar el codo más de lo previsto en una vida sana. Diez años después le destinan a Dresde, donde renace su esperanza de vivir aventuras arriesgadas justo en la línea fronteriza con el odiado occidente. Tampoco se cumplieron sus sueños. Más tareas burocráticas que consistían en pasar información de los intelectuales de la Alemania del Este y sus contactos con Occidente, al ojo censor de Moscú. Putin se sigue aburriendo. Se casa con Ludmila Shkrebneva, una azafata natural de una ciudad báltica cercana a Kaliningrado. Tienen dos hijos,  María y Yekaterina. A Vladimir tampoco la vida familiar le colma, se aburre, se deprime, bebe cada vez más, ha dejado de hacer deporte. Es una época que el nuevo Putin detesta recordar, engordó y la rutina parecía que lo absorbe sin remedio.

Esto es lo que él cuenta. Lo que se confirma es que fue un policía de enlace con la Stasi, la terrible policía secreta alemana del Este, que se dedicaba a reclutar científicos y hombres de negocios con el fin de colaborar con la KGB. Estamos en plena Guerra Fría y nos asaltan a la mente las malas películas de la época. Nada brillante. Nada glorioso que ensalce su currículo. En Dresde la familia Putin vive en el mismo barrio cerrado que los integrantes de la Stasi, tienen comodidades desconocidas en la URSS, como lavadora, cocina dentro de la vivienda, teléfono. La familia sí disfruta de la estancia alemana que supone una mejoría notable ante las rutinas soviéticas.

Él, admira a los agentes volantes que cruzaban las plomizas fronteras y se juegan la vida en su combate contra el perverso Occidente, pero nada de eso le es concedido. Mientras el paraíso soviético va marchas forzadas hacia el cataclismo de la desintegración. Mijail Gorvachov ha asumido el poder siendo el octavo y último líder de la URSS. La economía anda descalabrada debido a la meteórica inversión  militar en su larga competencia con EEUU. Mijail pretende reactivar la maltrecha economía estableciendo reformas que se acercan peligrosamente a los términos del capitalismo occidental pero sin perder las esencias. Quiere activar la productividad de los trabajadores con incentivos casi capitalistas, modernizar la obsoleta tecnología civil soviética y agilizar una burocracia que les ahoga. Intenta la “glasnost”, cuyo significado es “apertura,  hacia un sistema mixto sin desbrozar del todo el supuesto socialismo soviético tan solo dándole toques de liberalismo económico, además de abrirse a las libertades de información, prensa y popular. Que no dio resultado está en los libros de historia y que la URSS cayó como un viejo castillo de naipes que se desmorona arrastrando en la caída a un pueblo  que ansía lo que intuye fuera del telón de acero sin perder las seguridades que el régimen soviético  les ofreció durante decenios. Trabajo asegurado, casa (minúscula casa) incluso con suerte y buena conducta, un aguerrido Lada que les produce, a las familias que lo poseen, la posibilidad de movilidad.

Desaparecen las seguridades, Occidente que pudo mostrar empatía e inteligencia con el coloso que se había derrotado a si mismo, se presta como carroñeros hambrientos,  a descuartizar la preciada pieza de las poderosas infraestructuras estatales que se reparten entre cuatreros ansiosos de apoderarse de lo que había formado patrimonio del pueblo ruso durante la etapa soviética. Surgen los robers barons*, oligarcas rusos, que con métodos mafiosos  acaparan por pocos rublos las privatizaciones del entramado empresarial estatal de la antigua URSS.

Y llega Yeltsin, después de una ensoñadora carrera en pos de la democracia y la libertad que al pueblo, hastiado de un supuesto comunismo obsoleto, ilusiona y llena de expectativas. Es largo y complejo de explicar la titánica lucha entre los oscuros restos del PCURSS y las personas que luchan denodadamente por una progresión democrática. En los libros que adjunto en la bibliografía podrán encontrar los detalles de aquella lucha enconada que parecía liderar un Yeltsin en estado de gracia. Su mayor logro, fue parar un paródico golpe de estado del antiguo régimen durante el cual  se sube a un tanque a arengar a las masas a favor de la democracia. ¿Qué más quería Occidente? que un tipo aguerrido que apuesta por la democracia en un momento de crisis tuviera un gesto “heroico” -no sé a ustedes, a mí me recuerdo mucho al 23F y al Borbón “salvando” la democracia- Como fuera, Yeltsin se convierte en el nuevo hombre fuerte del régimen con la aquiescencia de las democracias liberales occidentales.

Ha caído el muro de Berlín, los países bálticos se desgajan de la patria principal mientras Yeltsin empina el codo como un  poseso y produce choteo inconmensurable en nuestras encantadas potencias de Occidente que se prestan a la rebatiña con los restos del potente entramado empresarial soviético.

¿Qué ha sido de nuestro hombre mientras tanto? Cuando el muro cae en Berlín y el grito liberador llega a Dresde, una manifestación se acerca con malas pulgas a las oficinas donde Vladimir vegetaba. La propaganda posterior habla del heroísmo de Putin enfrentándose pistola en mano y en solitario a la turba…Lo cierto es que eran pocos y él, si se asomó a la puerta hizo mucho, porque todo apunta a que andaba escondido dentro de las oficinas después de intentar que Moscú  diera órdenes a los residentes en las oficinas del KGB. Moscú  permanece en silencio, esa falta de respuesta del poder dejó huella en el ofendido patriotismo de Putin. La familia toma un vuelo y sale corriendo de una Alemania del Este que, a su vez, corre a echarse en brazos de los hermanos del Oeste. La propaganda indica que para entonces era teniente coronel. La vuelta al país de origen trastorna a la esposa que añora la vida alemana. Tornan al piso familiar compartido en Leningrado, renunciando a la vida cómoda en Dresde. Putin, poco después se dice que  pasó a la reserva tomado posesión del cargo de ayudante del Vicerrector de Relaciones Internacionales en la Universidad de Leningrado, oscuro puesto que no le daba lustre y que se supone fue proporcionado por los largos tentáculos de la KGB. Se duda de que ese paso a la reserva fuera real, como fuese, se dice que un espía es un espía siempre.

New Russian President Vladimir Putin takes the presidential oath on the Constitution of the Russian Federation in Moscow’s Kremlin Palace on May 7, 2000. Former president Boris Yeltsin looks on during the inauguration ceremony after having resigned on December 31, 1999.

En pocos meses entra en escena un personaje definitivo en la vida de Putin y en la sociedad de Leningrado que pronto sería  San Petersburgo. Se trata del profesor de Derecho y prestigioso (entonces, ya verán luego) político Anatoli Sobchak. Este personaje era un tipo carismático, con un discurso elaborado y correcto a la vez que con gran porte, viste trajes a medida, es alto, atractivo lo que le hace popular entre la población de la ciudad. En abril de 1990, Sobchak, es elegido diputado en el ayuntamiento de Leningrado, en mayo era presidente del Consejo y en junio de 1991, alcalde. Lo que se dice una carrera meteórica. Sobchak, había conocido a Putin en la Universidad (versión oficial un tanto cuestionada)   le ofrece un trabajo a su vera. Se sospecha que el desembarco de Putin en la municipalidad de Leningrado fue orquestada  de nuevo por la KGB ya que era útil para socavar el corazón del movimiento democrático que comenzaba a surgir. Esto son meras conjeturas sin confirmar…Sobchak niega la mayor insistiendo en que se fijó en él siendo estudiante como en el oscuro  trabajo universitario.

Uno de los factores determinantes en la caída de la URSS fue la escasez de alimentos. Las colas que se formaban en los comercios en busca de algo comestible, así como los precios desorbitados fueron detonante del malestar popular. Faltaba azúcar, vodka (grave problema para el ruso medio) y los productos básicos. En Leningrado hubo desordenes violentos ante la falta de tabaco, azúcar…Marina Salié, presidía la Comisión de Alimentación del Ayuntamiento, observa que pasan cosas extrañas en los despachos adyacentes donde nota que las cosas no eran todo lo limpias que debían por lo que decide investigar qué está pasando con los suministros de alimentos. Es encargada del ayuntamiento para conseguir alimentos en el exterior. Rusia produce grandes riquezas, que se exportan a cambio de los bienes básicos que la población demanda. Salié, es sorprendida en Suiza, a donde la han enviado para negociar la consecución de alimentos básicos,  cuando la indican que ya han enviado dinero y una solicitud para que esos alimentos salgan hacia el país, con lo cual su misión es un tanto inútil.

María Toca Cañedo.

Continuará…

 

Sobre Maria Toca 1752 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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