El fútbol le da la razón a Goytisolo. Los jugadores del Barça son mejores que los del Girona. Pero el Girona es mejor equipo que el Barça. Ya pueden los patriotas hacer reuniones y rosarios, porque el equipo de Puigdemont va a ganar la Liga.
Parece mentira, pero yo una vez tuve una novia. Casi me quería. Entonces las chicas no se fiaban de individuos como yo que no sé nadar. Ella planteaba el partido a la defensiva.
– Tú me quieres solamente para que me levante la falda.
La falda se la levantaba cada trimestre, cuando tocaba examinarse de química. Como éramos compañeros de pupitre, lo compartíamos todo. Las fórmulas de química también.
– Esta primera fórmula no me la sé. Y la segunda y las otras tampoco. Tira de la falda.
Y ella, con dos deditos, disimulo y mucha habilidad, iba descubriendo sus muslos donde llevaba escrito el examen. Copiábamos como algunos poetas de Facebook. O como en las películas italianas después de Paolo Stoppa, lo tengo dicho.
Para los exámenes de química ella se ponía una falda escocesa, con un imperdible al lado. Y calcetines. Unos calcetines blancos que le daban un aire de inocencia, como de quince años o así. Mi hermano y biógrafo Felix Maraña ya estará pensando que yo mataba dos pájaros de un tiro con lo de la falda escocesa. De eso ya no me acuerdo. Sólo sé que para despejar dudas, una vez la invité al fútbol. Pero no a un fútbol cualquiera: jugaba yo.
No sé cómo vestía mi equipo, sólo recuerdo que yo me había puesto una camiseta del Inter de Milán porque en el Inter de Milán jugaba el gallego Luis Suárez, el mejor jugador del fútbol español.
Me puse en el centro del campo para tener más oportunidades y mirar a la grada donde estaba la novia. Me parece que jugué muy bien. Que los balones pasaban una y otra vez a mi lado, saludaban y se iban. Pero la dirección del partido era mía.
Cuando el árbitro pitó el final, me acerqué a saludar a la novia con un beso.
– ¿Has visto qué partidazo?
– Tú lo más redondo que has visto en tu vida es una onza de chocolate.
Se levantó y se fue. Y me dejó. No me dejó sin el beso, me dejó del todo.
No hay nada más triste que la desolación de una grada vacía de novia. O creerse lo que nunca fuiste ni eres ni serás.
Como el Barça.
Valentín Martín.
Deja un comentario