RECORDAR ALMERÍA

Ana  nunca conoció Almería, más que por el relato que años más tarde le contara su cuñada Encarnación. Y yo, tan embobada como mi madre,  escuchaba embobada bajo la sombra del rosal a Encarnación; a sus medias palabras, a lo que se podía decir y a lo que tan solo se podía adivinar a través de sus suspiros. Y es que a Encarnación todavía no se le había ido la humedad de los huesos, ni el terror de la huida. Suspiraba, con agradecimiento, porque en esa huida no murió ninguno de sus cinco hijos, ni su marido fue herido. Es verdad, que a ella le subió el azúcar, pero eso fue todo.  En febrero del año treinta y siete, dejaron El Morche y se unieron a todos los que trasponían para Almería. Ella tuvo suerte, desde la camioneta de su marido veía a sus vecinas arrastrar los pies por la carretera; la camioneta era tan lenta que desde dentro podía hablar con algunas primas que se quitaban de en medio en esta mala hora. Pudieron llegar hasta Almería  y allí se quedaron, salvaguardados del odio, en la camioneta y en los barracones de una escuela. Más tarde continuarían hasta Lorca.  Y entonces Encarnación se calla porque ella ha perdonado, agradece que todos sus hijos estén vivos. Y suspira, y no cuenta más y si mi padre está cerca cuenta que cuando volvió su hermana, casi en los años cuarenta, era un esqueleto y que, al abrir la puerta de su casa, se enredó entre las telarañas y se cayó desmayada al suelo, no se sabe si de hambre, si del azúcar o del dolor de estar viva entre tantos muertos. No envejecería Encarnación. Parece que antes de cumplir los sesenta, el azúcar se la llevó y que entre delirios creía estar en uno de esos barracones de Almería, apretando a su niño chico de un año en su regazo. La sombra del rosal se está apartando. Mi madre imagina Almería, ensueña, se pierde su mirada entre las rosas y me dice: “Me contaba tita que cuando escuchaban las bombas, agarraba al niño, lo metía en el delantal y se escondían bajo tierra”.

Se ha ido la sombra del rosal.

La torre de Lagos

Del libro Las manos de mi madre. Lola Valle. Ediciones Genal. 2017

Portada: Calle del Morche, Almería

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