Hay días de fiesta que no lo son. Días en que nos pasa la invitación unos amigos para asistir a una presentación de un poeta desconocido y vas.https://www.eldiario.es/norte/cantabria/cultura/Voragine-presentara-Covalverde-resistencia-Avila_0_879462248.html A poco de llegar, cuando el tipo comienza a hablar, te das cuenta que es día de fiesta. Y fiesta mayor. Para las que deleitamos el gusto de la palabra, con la prosa lírica o el verso prosaico, Santos Jiménez es un festín de considerable dimensión. Quizá sea porque acostumbramos a escuchar engolados y prejuiciosas lumbreras de esas que iluminan a las legas y nos morimos de aburrimiento porque no hay emoción, aunque puede que oficio sí…y tristeza engolada (los poetristes, les llamo yo), que cuando llega un poeta de verdad nos obnubilamos. Santos Jiménez es un tipo que desde que abre la boca escupe por ella pura poesía aunque hable de crímenes o de la crueldad que anidan a veces los pueblos; al escucharle te quedas clavada en la silla y comienza la emoción , a la vez el alma se ensancha y te va invadiendo una efervescencia de puro placer.
En el libro Covalverde, Santos quiere ocultar que es poeta. Por encima de todo este autor es un poeta muy grande y no puede esconderlo. Es el único fracaso del libro. Santos Jiménez da voz a la gente común que vivió la sangría de una represión tan dura que forjó la memoria blindando el miedo y los recuerdos. El autor ha sabido derretir el acero del blindaje haciendo hablar a los viejos del lugar en un trabajo de campo admirable que le honra como historiador sin carrera, ni puñetera falta que le hace, porque le sobra talento y corazón.
El microcosmos del valle del Tiétar es exponente fiel del macrocosmos español de aquella época –algunas nos tememos que esa época sigue viva aún, los viejos demonios del caínismo español– cuando las furias del horror se desataron y corrieron envueltas en sangre por el solar patrio. Santos no interviene más que para contarnos los hechos, con una prosa lírica digna de maestros como Vincent, incluso con cierto aire galdosiano, que escucha de la boca desdentada y sin brío de los viejos del lugar. Hablan y cuentan; dejan salir viejos fantasmas que han ahogado familias con un silencio estremecedor, como si las furias del espanto se les anidara en el pecho. El autor solo hace de médium ante los recuerdos que brotan de forma desmesurada como un río de lava que libera pero nos impregna a las que lo leemos de esa furia.
Santos Jiménez, nos lo cuenta en un libro magnífico, bien escrito, con un talento literario que nos reconcilia con la prosa actual, Covalverde, se llama la joya.
Además del citado Covalverde, el autor ha publicado varios poemarios que tiene la altura de la mejor lírica que puedan encontrar. Una poesía libre, sencilla pero intensa que nos va calando como lluvia fina y nos deja el alma limpia de ponzoña, con impregnaciones machadianas o de ese gran hombre de campo que fue Hernández. Pura belleza, se lo aseguro.
Al acabar la fiesta de la palabra, el autor, nos regaló el paladar con un vino salido de sus viñas, elaborado con sus manos . Paladeándole les aseguro que sentí a las musas acercarse y besarme la boca. Santos Jiménez además de un genio lírico produce buen vino…
No se pierdan a este autor. Busquen sus libros, les costará encontrarlos porque no están en los anaqueles lustrosos de librerías de brilli/brilli pero lucirán con el esplendor de la mejor literatura castellana.
María Toca
Como me rescataste de la escarcha
con aquella mirada.
Tus ojos trazaron la parábola
de toda la curva de herradura
engarzados en los míos y girando
con un préstamo de órbitas.
Clavado al volante, gorro armenio,
en un cruce cualquier con stop,
en la umbría de una curva peraltada,
con el metronomo de la intermitencia:
encendida, apagada, encendida.
Allí estaba yo aquel invierno
a una hora punta de la mañana
en mi pequeño Renault
viendo el trasero de tu Galloper
alejarse, alejarse.
Santos Jiménez
Yo no tengo nada en contra de mi oficio.
Creo digno poner piedras,
asentar ladrillos,
alicatar un baño,
enyesar un dormitorio,
cimentar, derribar,
colocar un entramado de madera
con tallado típico tópico,
trazar a cordel la línea de un tejado…
No, no tengo nada
en contra de mi oficio,
pero reconozco que somos
un matrimonio de conveniencia.
Venga a darle al porrillo,
a la maceta, a la piqueta,
al alciche, a la escorfina,
a la azuela, a la almadana,
al ergonomico mango de la pala,
a la azada, ¡al pico!
Eso, un matrimonio de conveniencia
celebrando ahora sus bodas de plata
Santos Jiménez
DIARIO DE UN ALBAÑIL
Para mi la poesía de Santos Jiménez, ayuda a digerir tanta atrocidad narrada en ese libro de historias silenciadas, llamado Covalverde. El adorno literario embellece o mejor dicho suaviza tanta crueldad, venganza, maldad, opresión y represión desmedida que los testimonios que aparecen en Covalverde nos desentierran tras años de silencio obligado y a la vez consentido. Un gran repaso a la poesía de Santos. Muy bien explicado María.
Es que leerle y escucharle hace temblar a las piedras. Es un poeta auténtico con el arte que sale de la pura emoción. Y el libro de Covalverde es impresionante. Cuanto talento hay que tener para hacer buena literatura con esas historias tan terribles. Santos lo hace. Es uno de los grandes, sin duda. Gracias Vicente por tus palabras.