
Desde ya les confieso que soy bocachancla. Si ustedes no quieren que estalle en palabras no me cuenten injusticias porque se me van a hacer bola entre el diafragma y las costillas flotantes hasta que las suelte en forma de perorata en el lienzo del papel (simbólico papel, ya que no uso) Luego no digan que no avisé.
No soy de silencios, o sí, pero a medias. Me explico.
Hay silencios que coartaron muchas vidas porque había que callar ya que el enemigo andaba cerca con los oídos abiertos. “Niña no te signifiques” “Calla, no hace falta que digas lo que piensas” Y callábamos porque no quedaba otra.
Hay silencios que se cuajaron entre las cuatro paredes de la casa, cuando él llegaba malhumorado o celoso por algo involuntario y montaba la de Dios pero callabas porque había que mantener la fiesta en paz y los niños…y la familia qué va a decir.
Silencios cuando en el lecho marital se forzaban cosas que no apetecía hacer pero “si no cedo a ver mañana quién lo aguanta” Y mañana te levantabas en silencio, arreglabas la casa y seguías con la vida. Total no es importante, mejor callar.
Silencios ante cosas injustas, o simplemente feas que dolían pero no te quejes que te dicen sensible. Silencio ante un comentario hiriente de un amigo/a de esas que si te quejas te llamaban aguafiestas. Mejor sonreír y aguantar para que no digan que no tengo sentido del humor.
Silencio laboral porque hay que pagar facturas. Ante el jefe insano que tiraniza, o ante la compañera que te asombra con su desfachatez, o ante los clientes que piensan que en el precio se incluye la humillación.
Silencio que mañana toca la hipoteca y las playeras del niño están que se caen y si te quejas o hablas aunque sea bajito te califican de conflictiva.
Silencios.
Silencio cuando el baboso te soba pensando que le debes agradecimiento.
Silencio cuando el baboso te soba porque le han dicho que eres moderna, promiscua y no se entera que tienes gusto y él no es.
Silencio ante el acoso, en un tren, autobús, avión, porque no voy a montar un espectáculo y total, nadie se lo va a creer.
Silencios.
Ocurre que una vez que has roto el dique, que te has dicho a ti misma “atomarporculo” y rompes a hablar, rompes con sarcasmos o con latigazos o como dice mi querida silenciosa, das con la mano abierta. Cuando rompiste la primera vez y te salieron las palabras a borbotones como quien dispara una escopeta de aire, cuando eso pasó ya nadie te calla. Y te conviertes en bocachancla.
Y te dicen que eres incómoda, hostil, conflictiva, incómoda, soberbia. Te mirarán mal pero tú sabes que el silencio se ha roto como una cadena. Porque el silencio es cadena que aprieta a personas y sociedades. Por eso jamás volveremos al silenciarnos.
Este país es un sitio de silencios. Se ha callado tanto que ha hecho costumbre.
Se callaron cobardes ante una Nenveka desguazada mientras Ismael Álvarez se pavoneaba ufano de poder.
Se calló con Errejón. Dicen que todas/os lo sabían, pero callaron ¿?
Se calló con Monedero. Todas lo percibían, pero es cariñoso no pienses mal¿?
Se callaron los comunistas ante los crímenes estalinistas porque dábamos carnaza al capitalismo.
Se callaron ante la invasión de Hungría, luego ante la de Checoslovaquia. Cuando visitaban Rumanía se horrorizaban un poco pero no debilitemos al estado amigo que nos mantiene a Radio Pirenaica y regala coches a Carrillo.
Se callaron ante el defenestre de Semprún y demás compañeros marginados del PCE en los sesenta. Luego había que callar cuando se adoptó la rojigualda y guardar en los bajos del arcón la tricolor. Es disciplina, te explicaban con el puñito en alto, sin apretar demasiado, casi saludando afable.
Se calló cuando en Euskadi crecían los fascismos nacionalistas. Son hijos de puta que matan obreros pero es por la liberación de los pueblos así que chitón.
Se callaron ante las noticias de una Nicaragua enfangada con los desmanes de Murillo/Ortega. Sí, me pidieron silencio cuando escribía sobre los abusos de Ortega hacia la hija de Murillo, porque había que hacer frente común anticapitalista y la crítica debilita al amigo.
Así también la izquierda fue empedrando de silencios su retórica y se aprendió a callar.
Ahora me piden que siga callando y no me da la gana. Que perdemos el rincón que tenemos si criticas o disientes, alegan contritos. Que van a pensar que somos un patio de colegio. Que no hagas ruido no sea qué…
Y a una, que la llenaron de silencios hace tanto tiempo, rompió el caparazón y simplemente no le da la gana de callar.
Porque nada bueno sale del silencio impuesto por la losa de los obedientes. Hay demasiados silencios en nuestra sociedad para unir los nuestros.
Vareemos. Hablemos. Destapemos tabúes por más que sean incómodos. Hostiles. Y la panda de mediocres banales nos califiquen de «conflictivas»
Y me cago en todo. Durante un tiempo he dudado, se lo confieso. He dudado de mí. Fui corriendo a un psicólogo para redimirme y que me diera la fórmula del silencio, para que opacara mi voz como hizo la dictadura. Me devané los sesos pensando que algo hacía muy mal para que me mandaran callar con tanto desprecio. Menos mal que la psicóloga eran tan mala profesional que a la segunda sesión la mandé al güano y salí con viento fresco.
Analizando pensé. No es malo hablar. Al contrario. Me desinhibe y me desahoga, además si estoy equivocada ¿por qué no me aportan argumentos en vez de mandarme callar o insultarme?
Me equivoco mucho, seguro. Y más que lo haré. Les pido que cuando me vean herrar, a poco que les interese mi persona, vengan y me lo tiren a la cara (con la mano abierta, Carola, con la mano abierta) Con mis faltas bien explicadas, con argumentos para hundirme en la miseria. Lo que no deben hacer es lo que hacían los papás/mamás de entonces que cuando los/as peques preguntábamos los muchos porqués y se nos respondía con acritud: “¡porque yo lo digo y ya!”
La falta de argumento, el ataque ad hominem indica claramente una cosa: No tienen nada consistente con que rebatir porque a lo mejor, tienes razón en lo que escupes pero no quieren oírlo.
Y saben una cosa. Las palabras son sanadoras. La verdad ilumina. Deberíamos aprender de nuestra historia que está llena de tantos silencios como cunetas y barrancos con gente sin nombre. Y yo, les aseguro que rompí el dique de los silencios y no vuelvo a él. Claro que siempre guardo cosas, bastantes…pero pueden salir en cuanto yo lo considere oportuno.
María Toca Cañedo©
Gracias por compartir palabras, que se deben hacer voces