Los humanos bajamos
el telón de los parpados
cuando no queremos ver la verdad que nos espanta.
Soñando en silencio
que ese peligro que nos atemoriza
es verdad imaginaria.
Y es que la humanidad
está hecha de múltiples silencios.
Ese silencio prudente
que se durmió en los laureles
para evitar arriesgarse.
Ese silencio impasible que añade dolor al dolor
sin importarle la plusvalía del mal ,
que ha de pagar el desvalido sufriente.
Ese silencio animoso
que para conquistar el cielo se encerró en la soledad de un claustro
y se olvidó de luchar para erradicar el hambre.
Ese áspero silencio
que no expresa signo de dolor alguno
ante el sombrío paisaje
de sangre y desolación
de las guerras actuales.
Ese dominador silencio
que se afana cada día
en construir fortificaciones bien altas
para no ver la miseria
que tras sus muros oculta.
Múltiples silencios culpables
de una anestesiada memoria
que mitifica a la tristeza pasada
como recuerdo feliz.
Vivir muriendo, mirar sin ver,
liturgia procesional de este siglo desesperado,
que diariamente planea
en un inmoral silencio,
como los buitres planean,
antes de otear la cosecha
de muerte y desolación
abandonada en los campos de batalla,
por la depravación
de los constructores de imperios,
para que lentamente macere
la putrefacta fragancia de horror,
apta sólo para humanos muy valientes,
¡Por Dios y por la tribu, viva la muerte!
Enrique Ibáñez Villegas
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