La mar, que muere suave
hasta besar la playa, en la que
los inquietos niños y niñas
chapotean entre
las últimas espumas.
La mar, que rompe rabiosa
en los acantilados, esculpiendo
extrañas formas en las rocas,
donde el pescador, paciente,
lanza su caña sedienta
de capturas.
La mar, que enfurecida
reclama el tributo
en vidas humanas
de sus humildes súbditos,
cual rey caníbal,
insaciable.
La mar, que como madre
generosa, abre su vientre
para inundar de pesca
las villas marineras.
La mar, eterna canción del
bardo, refugio de enamorados,
mudo testigo de promesas
rotas o respetadas.
La mar, espejo servil
del caleidoscopio celeste.
Obligado camaleón,
siempre sumiso
al caprichoso viaje
de la nube inquieta.
El mar… la mar…
principio y fin
de nuestras vidas:
¿Qué sería de nosotras
y nosotros sin ella?
Nada, sencilla y simplemente,
nada.
Náufragos y naufragas de nuestra propia
existencia.
Somos mar y eso nos eleva.
Jesús Gutierrez Diego.
(Enero 2021, Cantabria e Islas Canarias.)
Cuando se lleva el mar dentro de una u otra forma aparece.
Bonito poema.
Muy en la linea del autor. Belleza y compromiso.