Confieso que las series políticas me gustan bastante. A la genial Borgen, comentada en estas páginas, le han seguido otras de menor cuantía que no he comentado. Me recomendó una buena amiga norteamericana, Sucesor Designado de Neflix. Mi amiga es una norteamérica típica de la América profunda, nada menos que de Tulsa, Oklahoma, cristiana evangelista moderada, votante demócrata y de costumbres muy yanquis. Con tales premisas el consejo no prometía mucho. Confieso que poco o nada, porque aborrezco las producciones de yanquilandia con todos sus pliegues de tipos honestos, solos ante el peligro que emulan al buen caw boy y lucha por la verdad que acaba triunfando y el american way of life sigue su curso para siempre jamás.
Sucesor designado es así. Contiene todos los tópicos americanos hasta la tercera temporada en la que se nota el sesgo que impone Neflix a sus producciones. Las dos primeras fueron emitidas y producidas por la cadena ABC para encargarse Neflix de su continuación. Se nota principalmente por la entrada de personajes abiertamente gays y queer en la producción.
Con todas las reservas me propuse verla hasta donde llegase dispuesta a apagar ante lo inevitable. El primer capítulo es cautivador. Tiene todos los ingredientes para dejarte pegada a la silla con ganas de seguir. La trama es original hasta cierto punto. La serie da comienzo cuando el presidente da cuenta en el Capitolio del estado de la nación, todo personaje político, económico y judicial de importancia está bajo la bóveda blanca tan conocida. Todo el poder de los amos del mundo se reúne a la vez en un día señalado. Dejan a un tipo gris, sin mayor carisma como Sucesor Designado, es decir, si pasa algo él será el encargado de continuar con el gobierno. Nunca pasa nada, suponen ellos por lo que se busca a la persona con menos notoriedad de la clase política, el más gris y anónimo. Porque nunca pasa nada…Hasta que el Capitolio estalla bajo unas bombas muriendo todos…menos uno (no les explico más porque sería un lamentable spoiler) por lo que el Sucesor Designado, el anónimo arquitecto sin ningún carisma, desconocido para todos, interpretado de forma magistral por Kiefer Sutherland, se ve abocado a presidir el gobierno de EEUU sin preparación, ganas ni apoyo de nadie.
Así parte la serie. Como el gris Tom Kirkman, honesto y buena gente, se pone al frente del timón problemático de la Casa Blanca. Porque ser presidente de EEUU no supone solo presidir un país enorme y poderoso, supone dirigir gran parte de la política mundial. Supone enfrentarse a poderes ocultos, a intereses contrapuestos, algunas (casi todas) intereses egoístas, macabros y peligrosos. Supone enfrentarse a gente muy poderosa que pueden aniquilarte…
Tom Kirkman (Sutherland) junto a su esposa Alex Krikman (Natascha Mc Elhom) Emily Rhodes(Italia Ricci) Aaron Shore(Adan Canto) y Seth Wright( Kal Penn, que fue asesor de Obama,por cierto) conforman un equipo de gente que se enfrentan al futuro de un país destrozado por el atentando y minado por horrores que deben ir desvelando conforme pasa la trama. Precisamente, hay una segunda serie dentro de la primera, que roza la aventura desenfrenada, encabezada por Hannnah Wells (Maggie Q) agente del FBI que intenta desentrañar los misterios que rodean al atentando. Ahí encontrarán ustedes la acción típica del telefilm. Quizá entreverar ambas formas pueda considerarse un acierto.
La serie, como les decía al principio, contiene todos los tópicos americanos. El buenismo, la ingenuidad del “Dios salve a América” las emociones ante las banderas de barras y estrellas y la soledad del poder. Sí, es tópica y emotiva a veces hasta el hastío, tiene fallos de guión superables y cae en la blandenguería hasta hartar. Cierto, pero es muchas cosas más. Emociona y muestra las entrañas de un poder que nos sobrecoge. Los enfrentamientos con las farmacéuticas, el terrible desamparo que sufre la mayoría de la población ante la sanidad capitalista que te deja morir si no pagas, la trampa de Universidades tan caras que entrampan la vida entera para adquirir conocimientos. Las manipulaciones que se ofrecen al pueblo americano (a todos los pueblos) en forma de mensajes intencionados para conseguir las reacciones esperadas. El racismo, la innoble forma de medrar en el poder. Frente a todo ello, el pequeño batallón de gente honesta que rodea al presidente ficticio se nos mete en el corazón por el desamparo que presentan. Un presidente que roza el izquierdismo radical, con sus preocupaciones por el medio ambiente, la paz mundial, la salud de sus conciudadanos, el urbanismo…No podemos evitar pensar que es posible que se hayan inspirado en la antítesis del actual presidente, Donald Trump.
Asistimos no obstante a la evolución de un hombre que se ve enfrentado a un destino inusitado e inesperado. Y reconocemos que eso lo borda Sutherland, para mí lo mejor de la serie es su interpretación.
Les confieso que mientras la veía un escalofrío me ha recorrido el cuerpo pensando que en los últimos años ese poder reconcentrado ha estado en manos de un orate del tamaño de Donald Trump. Milagro es que hayamos llegado hasta aquí.
No dejen de ver la serie, aun con sus limitaciones y desatinos , merece visionarse por muchos motivos, uno de ellos es comprobar la fragilidad de un mundo que creemos seguro y conocer los entresijos de la política norteamericana y de la Casa Blanca, que suponemos, será conocer los maquiavelismos de todos los gobiernos. Hasta del nuestro.
María Toca©
Coincido contigo, me interesan las series políticas. Esta me ha aparecido muchas veces y hasta ahora la he eludido por las mismas razones que tu. Ya veré si me animo con ella. En series políticas lo mejor que he visto hasta aquí es la francesa Baron Noir, No se de alguna plataforma que la tenga disponible, yo la obtuve con uTorrent. Gracias por tu comentario y saludos!!
Gracias Hector…te pediría que si consigues enterarte de la plataforma que emite la serie que indicas, nos lo cuentes, así como te invito a hacer un comentario sobre ella. Saludos y seguimos leyendonos.