Manos duras; la piel del dorso, con tacto señorial, labrada en batallas perdidas, pocas, ganadas en franca escaramuza con la suerte. Manos duras, que acarician tierno, dejando hablar al corazón por ellas. Manos, que aran el cuerpo cuando las sombras oscurecen la alcoba y el respeto se torna delicuescente sabor de deseo escondido. Manos, que ahora templan la distancia y tornan la tormenta en calma tamizada por el sopor producido por el trasnoche festivo anegado de conversación, alcohol y cuentos.
El silencio como compañía. Tan solo el rumor de la música del concierto de Año Nuevo, que suena meciendo los sentidos; vana excepción a la tranquila mañana de este día que amaneció soleado, mientras los cuerpos se entretejían de recuerdos.
De vez en cuando, un beso volandero, un te quiero, disparado por la andanada del amor tendido, como perro, al sol del mediodía. Recibido, el requiebro, y respondido, apenas por una sonrisa aquiescente, una mirada que impregna el ambiente de ternura callada. Como respuesta, tan solo, un tibio gesto, temiendo romper el tedio mañanero del silencio .
El sol, entrando a raudales por una ventana enfrentada a los ojos, que pausados, somnolientos, se posan como alas, en los míos. Lejos, el rumor de la calle, de las luchas esquivas que solapan la paz blindada a duras fuerzas en la casa.
En la cocina, la mesa preparada. En el cuarto, una cama retozada de noche, ávida de gemido amoroso y el cuarto donde estamos, la esperanza,sobrevolando el deseo de perdurar al instante conciso que les cuento.
Así, con poco más, estrenaría un año en la tranquila batalla de los sueños.
Texto: #MariaToca
Fotografía:Lola K.Cantos.
Santander-1-1- 2017. 12,36
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