En cada ocasión que escucho decir: «Yo soy así o asá», «yo soy sincero/a», «yo digo lo que pienso» algo adentro y profundo me pincha las tripas.
Yo no digo lo que pienso siempre.
No.
Porque lo que pienso a veces es ofensivo o doloroso para el otro.
Lo que pienso a veces es fruto de una emoción muy intensa o muy pasajera y es mejor dejar pasar el tiempo y respirar.
Porque además tengo días insufribles en los que destilo aceite de ricino en vez de compartir palabras y lo sé desde que abro un ojo.
Comienza a parecerme muy obsceno el vómito de opinión sin que se pida, las críticas gratuitas, las frases que empiezan porque tú y los no me importa nada lo que piensen los demás.
Que asumamos que cada persona hace lo que puede con lo que tiene, igual que una misma intenta, no significa que admitamos los sincericidios gratuitos, las faltas de respeto y cuidado mutuo, la poca delicadeza a la hora de tratar lo importante.
Aunque a veces pueda resultar ridículo o se nos vaya el ego de las manos, callarnos, escuchar atentamente e incluso aprender sin intervenir es posible.
Estar en silencio y atentxs sin decir frases que comiencen con un yo que se salva y un tú (el mundo, la sociedad, la pareja, el sistema) siempre culpable, es posible.
O fíjate, puede ser además de posible incluso hasta saludable.
Muy a favor.
Muy a favor de tratarnos bien.
María Sabroso.
Deja un comentario