No seré yo quien quite el derecho a opinar de un libro sin haberlo leído. Estoy dispuesto a creer a todo el mundo, como a Jourdan Travers cuando dice que tener sexo es muy divertido pero lo más importante del sexo es el postsexo cuando estás en una nube de endorfinas. Yo de esto no me acuerdo.
He escrito una obra de teatro que, después del éxito en el Margarita Xirgu que timonea Rosa Prádanos, se echa a andar en Madrid con las abarcas desiertas. Siempre que empezamos un nuevo camino cambiamos de abarcas.
Pero antes del primer paso levanto la voz para las precisiones.
«Torre del Aire » no es una obra escueta donde pasa el aroma de los asuntos. En «Torre del Aire « pasan muchas más cosas que las dudas de Ingrid Bergman en «Casablanca» cuando ignoraba su destino.
En «Torre del Aire» respiran el poder, el abuso de poder, la doble moral, la defensa sin tregua de la infancia, la muerte, el amor, la negación de Dios, el descubrimiento de la vida, el ansia, la asfixia familiar y social, el fanatismo, la nostalgia de lo que perdimos, la esperanza que espera, la felicidad a plazo fijo, el no olvido, la libertad, la derrota. Ignorar todo eso y quedarse en la cáscara de los vientos políticos es de un simplismo atroz. Aunque todo parece acotado, posiblemente haya pocas obras más abiertas que «Torre del Aire «.
Antonio Travieso – que es un hombre de teatro porque escribe teatro, dirige teatro, enseña teatro – dice que es una obra despiadada y conmovedora. En esta expresión Antonio roza la pietas latina como sinónimo que era del amor. Y en esa no pietas de Antonio está también uno de los cogollos de « Torre del Aire «: al amor por el desamor aparente que es la renuncia.
Esa despiedad que ve Antonio Travieso no es otra cosa que la audacia en contar sin sedacción. Ayuda mucho un magnífico elenco donde están Ricardo Galán, Raúl Galdón, Cristina Eiriz, Guadalupe Huertas y J. M. Romero, con la fisonomía musical de Daniel Hare.
Y es que « Torre del Aire » sucede. Y ocurre en una geografía humana concreta en el tiempo y en el espacio.
Para esta resurrección de una memoria el autor ha recurrido a un lirismo del que dudaba. Hasta que los que saben de teatro dijeron que el texto no se tocaba ni una coma. Y puede que tengan razón porque se trata de una ensoñación que concuerda con el realismo histórico de un tiempo y de una ciudad que pudo ser cualquier ciudad pero siempre el mismo tiempo.
«Torre del Aire» es una obra que habita el espacio del teatro poético de Casona, Valle, Lorca, Lope, y tantos que recurrieron a esa forma para acercarse a la realidad o a un hecho concreto sobre el que edificar una historia. Para escribir «El caballero de Olmedo «, Lope acudió al asesinato de Juan de Vivero a manos de su vecino Miguel Ruiz cuando el primero volvía de Medina. El mismo Lorca retorció la realidad del crimen del Cortijo del Fraile fulminando a Casimiro y borrando el nombre del primo ladrón Francisco por ese hermoso «se mataron los dos hombres del amor « en » Bodas de sangre «.
El llamado teatro poético es un recurso muy legítimo. Y la diferencia entre «Torre del Aire « y las menciones anteriores es que en la obra que ahora se presenta en Madrid no se modifica la realidad. Por eso dentro de este teatro poético habría que hacer mención al realismo que inunda la acción y las historias de la Historia.
Rotundamente : » Torre del Aire» no es una obra política. Pero en un momento donde la sociedad española convulsionó con más virulencia no se puede disimular la realidad y esconder la política como parte esencial de la vida. Produce mucha tristeza el que haya generaciones jóvenes que ni saben ni quieren saber nuestra historia reciente.
No se puede concebir «Torre del Aire» sin el noble oficio de transformar la realidad a través de la política.
Y los que sólo ven política en una obra plagada de temas universales y con vocación de eternidad tal vez no tuvieron nunca un sueño más allá de sí mismos. E ignoran que cuando la política se ausenta, llegan los generales.
Valga este introito para empezar a conocer una obra antes de verla. Así nos libramos todos de las citas a ciegas que tantas decepciones producen. » Torre del Aire « está llena de espejos de todas las edades. Y tiene el misterio gozoso de los viajes. Yo no perdería este tren.
( No he conocido jamás otro ejemplo de narcisismo necesario: un autor escribiendo la crítica de su propia obra antes de su estreno en Madrid el 1 de octubre).
Valentín Martín
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