Todas, sin darnos cuenta.

Décadas trabajando con mujeres, escuchando lo que me comparten, las dificultades, fortalezas, duelos, violencias recibidas, precariedades, puntos ciegos y luminosos, crianzas en soledad, cuerpos doloridos, criaturas con diversidad física o psíquica y compañeros abandónicos, las pequeñas alegrías maximizadas.
Y ninguna narrativa, ningún relato me ha sido referido con tanto dolor, pena, desconfianza e inquietud como la violencia recibida por otra igual.
Una madre que no apoya y juzga, una hermana que violenta, una amienemiga que te hace creer que estás en lugar seguro y te desacredita, una compañera de asociación que te invalida, señala o agrede.
Todos esos dolores punzan más, nos hacen más sangre que otros, por no esperados, por traicionar quizá una confianza previa colocada en un lugar que no corresponde, tal vez por una falsa ilusión de hermandad, un anhelo.
Nosotras que exigimos, luchamos y demandamos respeto y equidad durante toda nuestra vida, no podemos estar agrediéndonos de las formas que lo hacemos unas a otras.
Tengo la sensación de que la mayor pérdida no es morirse, es tal vez eso que muere dentro de nosotras estando vivas. Eso tan valioso que se nos va, se nos quita, se queda en el camino.
Poder tener confianza real en las amigas, el cuidado mutuo, el señalamiento sin hacer sangre de quien no opina como tú, el reconocer nuestra propia envidia negada, no favorecer el chismorreo y el descrédito de otra igual, manifestar la disconformidad o el distinto parecer con una compañera sin lesionarnos, alejarnos de relaciones que no nos hacen bien sin cuchillos por medio, ni tanto dolor que no podamos ni cruzarnos por la calle con esas personas y mantener las miradas limpias, cargando con la mochila de ofensas como un pedrusco.
Todo aquello limpio, ecológico y sano dentro de nosotras que muere, nos deja un hueco importante en nuestra esencia y mucho más solas.
«Cada vez siento que hay menos amigas reales, menos vínculos seguros y menos personas disponibles para compartir de verdad«, me dijo ella.
En vez de sumar experiencias reparadoras, cada vez más muchas personas dirigen su energía emocional hacia la destrucción.
Hacia la muerte en vida, en definitiva.
Muchas, demasiadas, tal vez todas sin darnos cuenta.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
Sobre María Sabroso 128 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

1 comentario

  1. Entonces lo hacemos todas?No digo que no sea así.Pero si ellos no lo hacen, que tampoco lo sé,es que efectivamente somos distintas…..

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