En un taller para profesionales de la terapia al que acudí nos juntamos alrededor de veinte mujeres.
El fin de semana estaba dividido en dos módulos y uno de ellos lo impartía un hombre.
Al llegar éste e ir a comenzar su explicación una de las compañeras lanzó al aire, tal que ligera broma que no incomodara en exceso, la «revolucionaria» propuesta de que él hablara dirigiéndose hacia el grupo en femenino genérico incluyéndose.
Nuestra compañera simplemente propuso un «todas» inclusivo para él y la apoyamos.
Algo tan nimio pero no menos importante fue imposible.
Utilizó argumentos espurios, se quejó, manipuló con la estrategia del alita rota tal que «a mí eso me hace sentir mal» y el masculino genérico que es «lo de siempre» no molesta a nadie, a qué viene eso ahora, vamos a lo que vamos y no nos metamos en camisas de once varas; si no lo hacemos como decís, ¿os enfadáis?
Nooo, respondimos.
Y era verdad. Automáticamente nosotras lo cuidamos a él, nos hicimos cargo de su supuesto malestar, ridiculizamos nuestra propuesta como «no tan importante» y cedimos ante un hombre con poder y jerarquía mayor que el nuestro.
Y, claro, llevamos toda la vida definiendo la experiencia de las personas asumiendo que esta persona es un hombre, invisibilizando las experiencias de vida diferenciadas de las mujeres.
Y a eso nos hemos acostumbrado tanto, se nos ha educado tanto en este universal como masculino, que cedimos al primer envite.
Cuando a esto se une el que la otra persona juega la baza del sentirse mal, nuestra sobrempatía se pone a funcionar y cedemos, amablemente, nuestra voz.
Huelga decir que después de todo este juego relacional, como grupo minimizamos nuestra palabra.
Y así criadas y socializadas en que el masculino genérico domina en la historia, el discurso, el lenguaje, nuestros pensamientos e imaginarios y también representa todo lo que significa la humanidad, hacemos un quiebre interno para sentirnos incluidas en el masculino, cuando únicamente se refiere a los varones.
Y sobre todo y fundamental, ese quiebre físico, mental, emocional, para no dañarlos con nuestros posicionamientos, no incomodarlos, que no se tengan que cuestionar nada profundo y minorizarnos un poco, un poquito nada más, mujer, lo hacemos casi en automático.
Qué más te da, si es sólo un curso, un fin de semana, un tipo tiquismiquis, una vida entera así.
Buen día, otro día.
©Mariasabroso
En Canarias se usa mucho el ustedes, por vosotras y vosotros, incluso entre amigas y amigos, cosa que por venir del norte peninsular me sorprendió y aún hoy me resulta extraño que los amigos y amigas se dirijan a mi con el ustedes genérico. El mundo es muy grande y siempre hay cosas que aprender diferentes de las conocidas.