Alentar las cualidades individuales de las mujeres y su asertividad se convierte en sinónimo de feminismo.
Di que sí, di que no, exprésate.
Sin ver de forma prístina que las mujeres somos castigadas por las mismas actitudes asertivas que se nos anima a encarnar.
Focalizar la atención en la confianza propia como si una y solo una fuera el único obstáculo en el camino propio.
Si no lo consigues es porque no lo intentas, date la oportunidad, explora tu mundo.
Sin observar con claridad la estructura que nos sostiene y que encarnamos de manera desigual unas y otras.
Orientar hacia el autocuidado capitalista y el no hacer nada, el descanso como glorificación y trascendencia de los roles de género y del ser mujer, tal que el sumun de la liberación personal.
Sin notar que dejar de hacer, parar, reflexionar en profundidad, no cuidar a otros, es para muchas un imposible y para otras un privilegio del que se parte, un previo incontestable.
El feminismo no puede ser una campaña publicitaria pagada por una misma.
Porque entonces tendrán capital para costearse el viaje, el plan y las capacidades siempre las mismas.
Escúchame, las mismas.
Y somos muchas. La mitad de la humanidad.
Convendría, sugiero, salirnos del ombliguismo capitalista y vernos de verdad a todas, abandonando los discursos prefabricados a mi imagen y semejanza.
Y dejar de publicitar como cura y remedio una pócima hecha a la medida de una, en nombre de la liberación de las demás.
María Sabroso.
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