Verdadera familia

Los primeros libros que entraron en casa fueron adquiridos con la paga semanal que mis padres me adjudicaban. Era generosa para una niña de poco más de trece años, no me quejo. Mis padres  subían de clase (de lumpen a media-media) con esfuerzo y siendo hija única modélica y con buenas notas, no  escatimaban. Con esa paga, como digo, pude adquirir los primeros libros que entraron en la casa. Era una colección de clásicos de la novela francesa. Lo sé porque los conservo aún y lucen en mi biblioteca. Libros gordos, de lomo azabache con letras doradas que los años han deslucido un poco. Sthandal, Flaubert, el gran  Balzaz y  Zola que  mostró la otra cara de ese París lujoso y promiscuo. Imaginen. Trece años y esa empanada de novelas. Como para no salir tronada. Hasta entonces mi literatura era Stevenson, Louise May Alcott y Enid Blynton, Dafoe , Twain, algo de Dickens  y poco más. De golpe me sumergí en la novela con mayúsculas. Luego llegaron Galdós (y ya se quedó para siempre) UnamunoTolstoi y Clarín con su Regenta que llegué casi a aprendérmela de puro leída. Es insigne y no desmerece en absoluto con Anna Karenina ni Madame Bovary. En la Regenta está la España del Novecientos, del Veinte y casi la de ahora. Monumental. Pero sigo, que desbarro.

 

Llegaron los libros embalados en  cartón , con mano temblorosa abrí la caja y fui colocando con amor sus lomos en la estantería hasta entonces huérfana. Mis padres andaban  perplejos por el aquelarre,  aunque tampoco mucho porque la atención se la dedicaban a cosas más importantes que a una hija inofensiva y callada (fíjense en lo que derivó todo) . Imagino que pensaban en  avisar  al frenopático o pasar de mí, que fue la opción elegida, afortunadamente. Para ellos, comprar y leer libros, era una excentricidad tan grande como si me hubiera dado por criar elefantes. O más.

Les introduzco el párrafo para que entiendan los sentimientos que la llevan a una a vagar por la ciudad en busca de las huellas de su admiración cual groupie destartalada, con ojos lagrimosos y mariposas aleteando debajo del esternón, recogiendo imágenes, sensaciones y rastros de los padres putativos que tengo desde la más tierna infancia.

En muchas ocasiones me he preguntado el porqué de este afán, casi compulsión, por la literatura, por el arte en general ya que nadie de mis ancestros lo cultivó ni de lejos. He llegado a pensar en un cambio familiar al nacer…cosa que a poco de asomarme al espejo, descarto, porque andan dibujados los rasgos familiares sobre manera en nariz y ojos, que son genuinamente Cañedo. Justamente es posible que en esa rama familiar  ande la solución al enigma que les refiero.

Pobres como ratas, los Cañedo;  los Toca no tanto, ya que eran ganaderos con tierras en mi adorado Monte, cosa que entonces puntuaba casi como clase media. Derechosos, incluso podemos decir que afines al fascismo, lo que les eximia de las represiones de posguerra. Sin indagar demasiado en la historia, me consta que fueron  gente normal, religiosos, burgueses y tradicionales, apegados a la tierra como es la gente de campo. Buena gente en general, ya les digo, aunque sus opciones no me resulten simpáticas pero comprensibles. Jamás, que yo sepa, se implicaron en barbaridades. Reitero, que yo sepa.

En cambio, en el otro lado familiar, el abuelo Juan, ese personaje determinante en mi vida y del que hablo a menudo era prácticamente analfabeto pero poseía una inteligencia natural y una sensibilidad que fue causa de su destrucción. No eran tiempos para alfeñiques sensibles, a Juan Cañedo le pudo  la guerra. Perderla más bien y con ella los sueños de libertad, de prosperidad y de justicia que le impelían de joven a participar en algún mitin  y a demostrar admiración profunda por La Pasionaria y por el PCE. Sobre manera le marcó perder a ese hermano querido que fue asesinado con 17 años y enterrado en fosa común.

Quizá llegue de ahí el afán por superar el medio basto y mediocre en donde desarrollé mis primeros años. Lo ignoro, lo cierto es que convalezco de la compulsión literaria con recaídas frecuentes.

Una no elige lo que es y quien es. Se va adornando o estropeando conforme pasan los años hasta llegar al inevitable final. En ello andamos.

Las correrías por Madrid en busca de los padres, de los verdaderos ancestros me hacen feliz. Miren ustedes, entre las prerrogativas que me otorgo está el creer que se procede no tanto de un espermatozoide y un óvulo al azar sino de quien nos legó las emociones, los conocimientos culturales,  las creencias y los enormes placeres que se obtienen de la cultura . Hay casos en que coinciden, no en el mío. La genética fue por un lado y la simiente intelectual por otro.

Por ello considero que esos autores venerados fueron y son mi familia. Más, mucho más que la auténtica, porque les debo todo. Lo que soy, como soy y lo que hago. Escribir esto, entre otras cosas. A ustedes les corresponde decidir si aproveché las enseñanzas o solo es un mero y banal interés.

María Toca

Retiro de Madrid-16-11-2019. 12,45

Fotografías obtenidas en la Biblioteca Nacional, durante la Exposición sobre Benito Pérez Galdós.

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

4 comentarios

  1. Pues sí, uno es lo que lee también. Los latinoamericanos somos todos hijos de Gabrielito, por ejemplo. Y los peruanos de Bryce Echenique.

  2. Todos los autores nombrados en el texto y algún otro,fueron los mismos que conformaron mi mente en un 60-70 %. Alguna mujer también contribuyó: Emilia Pardo Bazán. Creo que todos ellos estarían muy satisfechos de haberlo sabido.
    En el caso de la autora del texto son evidentes los frutos de aquellas semillas.

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