Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
En Caminante no hay camino de Antonio Machado
Al Caballero de la Tiste Figura
I
Como criatura inocente,
creada para volar,
salí a conquistar el mundo,
extendí mi par de alitas
y dando un pequeño saltito
¡zas!,
las agité fuertemente y…
¡flap…!.
Así comencé a volar,
a volar fuera del nido por las caminos del cielo
creyendo que en libertad.
Pero a poco de iniciar el vuelo,
sentí que volar subiendo y bajando a mi antojo,
surcando nubes sin rumbo,
aunque fuese sobre el mar ,
piando de aquí para allá
y picoteando para alimentarme deprisa
de lo que pudiera encontrar, era algo muy aaburido,
y como no quise convertirme
en un pequeño estornino acomodaticio y gregario,
que solo hacía piar,
comer y cruzar como relámpago el cielo
en una trashumancia diaria
sin poder detenerme nunca a observar
la cambiante realidad,
con el aura matutina abandoné la bandada
posándome en una rama
para ser dueño y artífice único
de mi propia libertad,
pues me empecé a fatigar
de tanto mover las alas y tanto picotear
sin poder mirar el mundo con paz y tranquilidad ,
que aunque la bandada decía
que eso era la libertad,
no evocaba aliento alguno ni de luz, ni de alegría
ni tampoco de amistad.
II
Y sintiendo que el sosiego
me llevaba a sestear,
comencé a dejarme llevar por ese pecaminoso vicio
al que llamamos pensar,
fue ese vicio, solo él,
el que me abrió el camino a caer en otro vicio,
al querer averiguar el significado que tenía
la palabra libertad.
Y pisando descalzo la tierra
de los caminos del mundo,
y escuchando ligero de carga,
sin prisa y sin ansiedad,
las múltiples voces y emociones
que esa palabra tenía,
una mañana brumosa aparté la agostada hojarasca
que mis sábanas cubría,
acertando a vislumbrar, con el aura matutina,
el lejano titilar del corazón de una estrella,
cuya luz, asentada en el firmamento,
ha sido faro de identidad
de todos los peregrinos
que buscan un aureolado seno
donde entre puntos de luz,
como halos de esperanza,
el cielo y la tierra se abrazan
sin impedimento alguno
para formar el silencio.
III
Y como pájaro herido en la densa oscuridad,
comencé a caminar sin prisa y sin ansiedad
guiado únicamente por el parpadeo de esa estrella,
el saber que esos dos vicios me dieron
y apoyado en la humildad,
para intentar encontrar la estela
que sale de entre la niebla
para dar forma al camino
que conduce a la enseñada
donde se germina el sueño de lucha final
de tantos prometeicos poetas muertos,
que vindica el derecho universal
que todos los humanos tenemos,
aunque a algunos sobresalte
por considerarlo un mal,
a vivir en una sociedad justa
en la que seamos felices
y en completa libertad.
Enrique Ibáñez Villegas
Deja un comentario