Viejas conocidas.

 

Aun en los momentos menos propicios, se revela la palabra para saltar al lienzo. Esto fue escrito hace días, cuando la vieja conocida aleteaba cerca. Llegó, cobró la pieza y marchó a por más. Yo sigo sorprendida porque la que creía inmortal no lo fuera…De haberlo sabido quizá hubiera hecho menos daño.

MTC.

 

La conozco bien. Llevo caminando contigo, en paralelo, mucho tiempo. Te conocía a título personal siendo muy joven, digo ahora porque entonces ya me sentía mayor. Me visitaste varias veces, fuiste insistente,  ladina. Conseguí echarte educadamente haciendo pactos amables de no agresión. Enseguida me di cuenta de que contigo era mejor las tácticas de suavidad que enfrentarte. Eres muy tuya. Y fuerte,  siempre llevas las de ganar si te empeñas, por eso no derroché energía. Y pactamos.

Cierto es que hace once años ¡pasa el tiempo! me diste una estocada firme. De las que noquean devastando el territorio interior. Te llevaste lo más amado, justo  cruzándote  arrebatándome el bien más preciado.

Reconozco que en ese tiempo te contemplé con odio. Con mucho odio, porque el ataque fue a traición. No tocaba, puro imprevisto,  golpe traicionero que no correspondía. Te lo llevaste  siendo joven,  fuerte, tan bello que parecía un hércules inmortal. Se te antojó y lo fundiste en un lugar de ese territorio que habitas. Dicen que te gustan los jóvenes, hermosos, honestos. Los preferidos de los dioses, llaman a quienes te llevas a destiempo. Eso cuentan. Mierda para ti.

Ya digo que te conozco bien. Vas a mi par, caminando erguida contemplando la justa distancia que nos separa presta a dar el salto. Yo, confieso, ni te miro, aunque te pienso mucho. No eres amiga, ni mucho menos, enemiga. Sigo pactando contigo. No te he perdonado pero entendí que hay cosas que no se discuten. O se aceptan o te desangran. Opté por aceptar. Ya digo, soy de pactos.

Él era muy hermoso, con un alma grande y  te lo quedaste. Lo que te aviso es que no lo tienes del todo porque siempre anda cerca. Yo lo sé, tú lo sabes y te jode.

Pasa que andas ahora de nuevo activa a mi alrededor. Claro que nada que decir, porque esto te pertenece desde hace mucho, tanto   lleva de descuento que pensé te habías olvidado de ella.

La cercenas el cuerpo, acaldando la piel y carne porque la sabes tuya, mas creo que no te apetece aún llevártela contigo. Imagino que intuyes que no habrá acomodo fácil. De existir Satán se le cuadraría ante la misma puerta del Averno. Ya tú sabes…

Y aquí andamos, tú jugando a atrapar y ella a escaparse, mientras yo de espectadora contemplo la contienda. Ella pelea contra el destino porque se resiste queriendo cruzar el siglo. No quiere irse contigo y patalea por marcar distancia. No sabe de tu fuerza…tú tampoco de la de ella.

La contemplo sintiendo el aleteo cerca. Intuyo tu olor infame, mezcla de halo pastoso, sudor y desinfectante hospitalario. Siento el  baboseo que se pega en la piel como  limaco inmundo extrayendo la fuerza y la alegría que suelo portar para contrarrestar al ciego mundo que me tocó habitar. Nada es más fuerte que la alegría para sobrevivir en medio de las batallas emprendidas. La de vivir, la más controvertida.

Tu cercanía debilita, por eso intento eludirte andando deprisa para no detenerme y que puedas hundir tus fauces llevándote mi esencia.

Ella está ahí. Ojos cerrados. Boca abierta como queriendo morder el aire. Respira y su enjuto pecho sube y baja rítmicamente. Ya no come, tiene vías con suero que gotean el halo vital en forma de contienda contigo. No tiene dolor, me dicen, pero sigue peleando por inercia porque siempre lo hizo. Luchó contra cualquiera que fuera débil hasta hundirlo en el cieno. Jamás atacó al fuerte, al contrario, fue aliada ocasionando, con gusto, daños colaterales a su pelea asociada a los impunes. Por si le caían migajas del poder y las recogía. Esclava de casa, la llamaría harto de razón, Malcom X.  Porque ella siempre recogía las miasmas hasta convertirlas en poder, o dinero que es poder metálico que se lleva en el bolsillo.

Ahí sigue. Cercenada, contrita, con las manos crispadas tensando las muñecas y engarfiando los dedillos queriendo asir dios sabe qué, para martirizarlo una vez empequeñecido. Siempre fue ave de rapiña persiguiendo a la víctima con tesón despiadado hasta garrapatearla con fauces de presa. Cuantas veces yací entre los nudos de las tenaces hoces tendidas contra mí, empequeñecida, maltrecha y solitaria. Vamos a dejarlo…

Sigue aquí. La llevas y la vuelves pero aquí está. La contemplo con el tibio espanto de quien ve sobrevolar el fin y no lo siente. Cumplo, vaya si cumplo bien las obligaciones que nadie me pide, atendiendo a  lo estipulado en las falsas contrataciones familiares con la frialdad de los sin alma.

Te confieso que siempre dudé de cómo enfrentaría la decadencia de esta mujer que yace moribunda en una cama ajena. Tuve dudas de cómo sería mi reacción ante lo inevitable. Pensé que su fragilidad ablandaría las viejas heridas. Alguna vez lo hicieron, solo que sus nuevas y perennes mezquindades revolvían los ancestros de trenzados dolores, viejos dolores que reverdecían al calor de los nuevos.

Ahora lo sé. Ahora compruebo cómo es el sentir.

Nada. Apenas un atisbo de piedad al contemplar un cuerpo exánime que apenas reconozco. Miro las miasmas de lo que fue gallarda altanería mechada de maldades y no siento nada, casi menos que nada. Sí, no te extrañes ni me juzgues cruel,  porque esta persona que me dio la vida fue la mala de los cuentos. La mala de las películas malas. Rabiosamente malvada, con todos los coadyuvantes de una maldad sofistica y lacerante que jamás tuvo piedad, al contrario, gozaba las punzadas que asestaba siempre certera. Lo sé porque la padecí.

Ahora, en cambio, es solo rastrojo de piel, huesecillos, enjuta y subsumida como un saquito exhausto. En el rostro se le dibuja aún el ceño de cemento, los ojillos cerrados para ocultar la falta de vida que se escurre por ellos y una boca abierta como puerta del infierno que debía llevar siempre entre los adentros.

Ante ella, confieso que no siento más que la molesta obligación de cumplir una responsabilidad que me impuse. Yo sola. Porque no quiero impregnarme de revancha o de rencor malsano. Me lo ordené a mi misma, quizá solo por reasignarme y no ser como ella.

Claro que le concedo una cosa…y perdona que me dirija a ella directamente, yacente y maltrecha a punto de morir. Le concedo que no hay nada más triste que no sentir dolor ante una madre que muere. Le confieso que no hay nada más triste que este agujero oscuro que llevo inmerso dentro de mi y que aunque busque y rebusque no hay nada más oquedad vacía. Un sordo y ciego hueco de nada. Ni tan siquiera contiene la tibia piedad que debiera acompañar el estado de plena devastación de un cuerpo arrasado por quien conozco bien.

Ya dije, que caminé a su lado desde hace mucho.

Ya dije que te vi la cara, palpé tus bulbosas oquedades rasposas cuando se le llevó a él.

Ni tan siquiera siento un poco de piedad al percibir que tú, querida conocida por nombrarte: la muerte, moscardoneas a su alrededor jugando con los tiempos antes de arrebatarse.

Esta muerte que nos deja exhaustas antes de llevarnos con ella.

Lo que sí estoy aprendiendo es que yo no quiero esto. No quiero el regocijo de envolverme en miseria por querer huir de la inexorable. Yo quiero ser como él, que marchó bello, tan hermoso y solido que no parecía un muerto.

Yo no quiero convertirme en este nudo de existencia que jamás puede llamarse ser. Quiero irme entera. Salir despacio de la vida, pacificada, sin pelea, dejando un camino bien andado y con lustre escribir la palabra fin sin mayores dislates.

Mientras, aquí estoy. Con ella. Cuidando de que no se lastime, cuidando sus últimos días. No lo merece. No me merece. Nunca nos mereció. Dicen que en los últimos momentos la vida pasa por delante y se hace balance…No creo que sea así, porque de serlo, rabiaría de tanto daño como hizo. Quizá los espasmos sean eso, ahora que lo pienso. Rabia por todo lo perdido. Por perdernos y por no disfrutarnos como pudo haber sido. Que despilfarro, pienso, ahora que la veo así, maltrecha y malherida a punto de partir. Que jodido despilfarro.

No nos mereció. Pero es que siempre la ganamos en decencia y en todo. Quizá sea ese el motivo por el que la muerte le pasó de largo tantas veces.

María Toca Cañedo©

Valdecilla, 714. 17-08-2024. 13,40.

 

Sobre Maria Toca 1628 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

4 comentarios

  1. Solo decirte que escribes que te mueres de bien, leerte es un gran placer. Como conozco parte de la historia te digo: ya habéis descansado ambas. Mucho ánimo tesoro, ahora comienza un nuevo renacer. Te quiero querida amiga María ❤️❤️

Deja un comentario