Los escribí porque tuve que hacerlo.
Me preguntan a veces si se aprende a escribir. Como si yo fuera un médico que fuera a calmar un dolor, a aniquilar unos síntomas.
Se aprende, les digo yo, a dejar de redactar. Un día te pasa si perseveras. El ejercicio escolar se convierte en otra cosa y lo relees y te da miedo. No sabías que guardaras dentro todo eso, que fueras capaz de decirlo. Comprendes que has encontrado un lugar donde echarte a temblar cuando lo necesites, donde se te pasarán todas las hambres que puedas sentir en tu vida. ¿Se aprende a escribir? Sí, desde luego. Se aprende que algunas historias, como dice Bradbury, las escribirás porque no tienes más remedio. Y es probable que ya no vuelvas a leer del mismo modo, que ya exijas a tus autores aquello que te pides a ti mismo. No les perdonarás una mala metáfora, un final fallido. Cerrarás la puerta a los lugares comunes y te dará igual cuantas veces rueguen que les abras y los dejes pasar. Saldrás en busca de personajes y robarás sin piedad conversaciones ajenas, dejarás de escuchar con interés a algunos amigos porque estarás pensando en tu próximo relato, en una frase concreta, en ese comienzo que te ha deslumbrado en medio de un bar y te hace desear volver a casa cuanto antes.
Aprenderás a escribir. Buena suerte.
Foto:(Máquina de Capote, subastada en Ebay)
Patricia Esteban Erlés
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