—Papá, hoy nos han enseñado en el colegio como son los colores. ¿De qué color es mamá?
—Pues verás, tu mamá es de azules como el mar o quizá… del cielo. Blanca como la nieve y de oro su cabello, tú lo sabes, ¿no es verdad?
—Si, papá, ya lo he notado, ese sol me ha iluminado cuando me besa en las manos… Su piel es de otro color, pero me fio de ti.
—Y, ¿te has fijado en sus ojos?, son grandes como los prados y de un color luminoso. Y nos miran con dulzura, como en tu baño lo hace la espuma.
—Es verdad; papá, y su sonrisa ¿qué colorido tendría?
—No lo sé cariño mío, pero creo que es tan pura como el correr de la brisa.
—Eso lo noto cuando suspira. ¿Qué color tiene mamá cuando me abraza?, ¿tú lo has visto?
—Su color es de la miel y tan dulce como un beso, aunque, si la miras bien, creo que hace reflejos.
—¡Ah…! ¿Los besos tienen colores?
—Claro que sí, tienen muchos coloridos. Los que a mí me da son rojos como flores escarlatas y, los tuyos, hijo mío, tienen tonos carmesíes tintados con la ternura, parecidos a tus chicles de un naranja muy alegre, y se hincha en mil sonrisas.
—Y sus manos, ¿me dirás qué color tienen?
—Pues verás, tiene color de ternura, como la manta, color carne, con que te cubre en su regazo.
—No me acuerdo; dime papá, y cuando llora, ¿de qué color tiene el llanto?
—No tiene color; es transparencia, a ver si puedo explicarte… Es como si la lluvia se derramase en su cara.
—Otra pregunta papá. —Dime hijo—. Cuando se enoja, ¿tiene color?
—Solo un día se ha irritado; fue un cielo nublado y su voz era tormenta.
—Me tendrás que explicar, papá, como evitar su tormenta.
—Es muy fácil: con cariño, comer de todo, ser limpio y hacer pronto los deberes. Será entonces cuando veas su arco iris de colores, inmenso y también doble, y será el fin de su tormenta.
—Aún tengo que preguntarte por el color de la piel. Nosotros somos iguales y mamá es diferente, ¿por qué sucede papá?, mis compañeros preguntan y lo quiero averiguar.
—Hijo, el color no diferencia a un ser humano de otro, nos igualan sentimientos, el trabajo y religiones e, incluso, algunos enojos… El alma es transparente y es el llanto cristalino, el amor es de colores y todos queremos lo mismo… Respiramos transparencias y vivimos siendo espejo que reflejan los cariños y, si cerramos los ojos, así se siente y no hay diferencias, mi niño.
Somos todos como el agua; el color es un regalo que el cielo pintó en el mundo; a ti y a mí más morenos, a tu madre de amarillo, a tus compañeros en clase, en los tonos de la arena o de amanecer pajizo, otros en matiz de aceituna porque recorren caminos… Mas, somos todos iguales.
Me puedes decir cariño, cuando juegas y te ríes con todos esos amigos, ¿a que entonces no distingues el color de sus sonrisas? Aunque he de confesarte que puedes pintar la risa, el alma junto a los besos y también toda la vida porque, cuando tienes amigos y los respetas y quieres, los colores se hacen aire vistiéndose de caricias.
—Vale papá. Ahora que lo he entendido, lo contaré por la tarde en la clase de Sociales: que todo se llama vida en colores diferentes, el que se quiera pintar. Tonos de amor y trabajo, de aprender y perdonar, de reír, jugar y dormir, de abrazar en la amistad. Que el respeto se refleja, y ese espejo no traiciona, porque justo al otro lado se necesita lo mismo. Y que nuestra raza es HUMANA en un arco iris de vidas.
Gracias papá de ARCO IRIS.
Ángeles Sánchez Gandarillas©
Imagen: Mati
Primer premio en Categoría B.
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