
A veces se escuchan voces que aseguran la falacia del éxito económico del franquismo. Contraponen la bonanza durante la dictadura a las épocas anteriores. Quizá de todas las mentiras que se dicen sobre la dictadura esta sea la más exagerada. Incierta de principio a fin. Vamos a analizar qué sistema económico adoptó la dictadura en sus primeros años para intentar remendar el desastre, en los siguientes.
Nada más acabada la guerra, con la borrachera de éxito y la compañía de un floreciente nazismo y fascismo en los países amigos del tirano que gobernaba España, los ministros económicos iniciales adoptaron la autarquía, por consigna de Franco, que llegó a afirmar: «La experiencia de nuestra guerra tendrá que influir seriamente en todas las teorías económicas defendidas hasta hace poco como si fueran dogmas» Les defino de forma somera en que consiste esta forma de entender la economía:
La autarquía, se trata de un sistema económico en el que el estado busca la autosuficiencia, minimizando o eliminando las importaciones, tratando de producir internamente todo lo que necesita en su consumo interno. El objetivo buscado es lograr la independencia económica del exterior, ser autosuficientes. Suele ir acompañado de un fuerte intervencionismo estatal en la economía. Franco quería convertir la península en autosuficiente, a imitación sobre todo de Alemania que mantenía una industria fuerte, incluso la producción primaria estabilizada y en crecimiento. No era el caso de España que padecía carencias endemicas además de las producidas por los acontecimientos recién vividos. Salíamos de una guerra que había perturbado la escueta industria anterior; no fue eso lo más importante en el descalabro sino las carencias del sector primario. Las consecuencias de adoptar la ideología autárquica se hicieron notar de forma terrible entre la población española. Explico las más graves que se produjeron:
- Escasez y racionamiento: La falta de importaciones y la ineficiencia de una industria nacional poco desarrollada provocaron una grave escasez de productos básicos: alimentos, medicinas, materias primas, combustibles, etc. Se impuso el racionamiento mediante cartillas para distribuir de forma limitada algunos productos esenciales.
- Mercado negro: Como consecuencia de la escasez generalizada dio lugar a un floreciente mercado negro donde los productos se vendían a precios mucho más altos que los oficiales. Esto generó desigualdades y enriquecimiento ilícito para algunos con la consiguiente impregnación social de una corrupción galopante.
- Hambre y desnutrición: La falta de alimentos, la dieta monótona y deficiente afectaron gravemente la salud de la población, especialmente a los niños/as y a las clases más humildes. El hambre se convirtió en un problema cotidiano para muchos españoles costando miles de vidas.
- Pobreza y bajo nivel de vida: El estancamiento económico, la inflación y los bajos salarios hicieron que el nivel de vida de la mayoría de la población se mantuviera a mínimos durante años. La recuperación económica fue mucho más lenta que en otros países europeos.
- Aislamiento y falta de información: El control ideológico y la censura, sumados al aislamiento internacional, privaron a los españoles de conocer la realidad de otros países y limitaron su acceso a avances tecnológicos y culturales. Al cerrar el país se sesgó la información exterior que llegaba de forma conveniente a los intereses de la dictadura.
Con las teorías autárquicas en la mano, el gobierno franquista se propuso dirigir la producción de alimentos. En el mismo año del final de la guerra, 1939, se aprobó el Plan de Estabilización, que pretendía dirigir, con un proteccionismo extremo, evitar la importación. Se ordenaba que extensión, dónde y cuándo, cosechar tanto el trigo, como otros alimentos con un dirigismo absurdo . Los precios eran regulados a la baja lo que obligaba a los productores a vender en el mercado negro su producción para subsistir, con lo que se formalizó el contrabando de alimentos que recibió el nombre de “estraperlo” Como ejemplo puede servir que en Bilbao en 1943 el precio del pan era un 800% más caro que el oficial.
La autarquía española era costumbre que venía de lejos. Con el llamado “arancel Canovas” este gobernante en 1891 estableció la protección en el sector del cereal y el textil. Tenemos sus palabras que nos confirman la fe en dicha idea: «La economía política tiene que aceptar el concepto de patria y someterse a él. La patria es una asociación de productores y de consumidores con objeto de producir para ella, de consumir dentro de ella».
En 1922 fue Cambó quien haría lo propio, y durante la dictadura de Primo de Rivera se intentó de nuevo reforzar un régimen autárquico. Por tanto, la cerrazón de fronteras y el uso y abuso de aranceles, fue teoría económica que formó parte de la historia de nuestro país adoleciente del síndrome imperial y peninsular, por lo que consideraba que la nación en soledad podía producir lo necesario para la prosperidad de sus habitantes. En el ensayo de Matilde de la Torre, Don Quijote rey de España, nos explica con una lucidez anticipatoria extraordinaria, que los males de nuestro país procedían de una mirada imperialista hacia América y una ceguera absoluta a los progresos europeos en los finales del siglo XIX y comienzos del XX, que es cuando la población europea se industrializa optando por mercados modernos. Durante el periodo republicano, tan acusado de desastre financiero, de comunista por la propaganda franquista, la ironía fue que la economía se liberalizó de forma notable a imitación de países europeos con los que se quería competir.
El liberalismo social y económico era anatema para el franquismo con ínfulas imperiales y la imitación burda de los planes económicos de Alemania hicieron el resto, por lo que se optó seguir el escabroso camino de la autarquía cuando, siendo un país pequeño, que en el momento tenía carencias industriales básicas además de encontrarse inmerso en la devolución de la deuda contraída con Alemania e Italia por el apoyo durante la guerra civil, padeciendo carencias graves de producción tanto industrial como alimentaria, se colapsó la economía española haciendo pagar al pueblo un precio de hambre y muerte. Gran parte de los alimentos producidos en suelo patrio salían para llenar los estómagos alemanes mientras en nuestro país la gente moría de hambre de forma literal. A la vez que el estraperlo y el mercado negro traficaban sin escrúpulos con permisos de importación, negociaciones de aranceles para amigos. Todo ello conformó un tejido corrupto que seguimos padeciendo todavía.
España carecía de casi todo lo básico para la recuperación. No había petróleo y no se importaba, como consecuencia de ello se produjeron inventos estrafalarios que auguraban milagros de vehículos impulsados por agua, o por gas. El dato concluyente es que la economía española no recupera la de la mitad de la treintena hasta 1953 en que se llega a la renta per capita de 1935.
La comparativa con Europa es sonrojante. Habiendo padecido una guerra más larga y cruenta que la nuestra, la recuperación de Alemania, en comparación a los momentos prebélicos, duró cuatro años. Le costó dos años más a Francia, que en seis se puso a la altura anterior y solo dos años al Reino Unido.
Para dar valor a las teorías autárquicas, el ideólogo de las mismas, Juan Antonio Suances, presidente del Instituto Nacional de Industria (INI) y luego ministro de comercio, gobernó sin cortapisas dentro de la estrechez económica de la dictadura.
La década de los cuarenta fue conocida como “del hambre”, ha sido debidamente explicada en nuestro articulo https://lapajareramagazine.com/hambre-y-fortunas-cara-y-cruz-de-la-misma-moneda donde exponíamos las consecuencias en vidas humanas de la hambruna. En el intento de control y de paliar las carencias se estableció el Racionamiento que, mediante cartillas, se entregaba a la gente exiguas cantidades de alimentos que no llegaban más que a paliar por pocos días el hambre generalizado. Las personas que tenían dinero o pertenencias, recurrían al mercado negro y al estraperlo ; las que no, morían de hambre o de asco. Los precios estraperleados eran estratosféricos para la mayoría de la población conformándose dos clases bien definidas: las que lucían gorduras lustrosas y las muertas de hambre. Puedo referir la anécdota contada por mi abuela que, pretendiendo comprar un repollo a una vecina que tenía terreno donde los cosechaba de forma clandestina (o no tanto puesto que eran gente de posibles bien relacionados con el régimen) ésta le solicitó como pago 25 pesetas ¡en 1938! La respuesta de mi abuela no se la describo porque era bastante mal hablada.
La leche, el pan blanco, la carne y ciertos pescados eran un sueño de la población que hacía milagros batiendo harina con agua en vez de huevos, cociendo peladura de patata, o pan negro acartonado (literal) incomestible a no ser por la terrible falta de alimentos. El “chusco” se hizo tan detestable como famoso. Otro ejemplo vistoso que ilustra la época es que el consumo de carne en 1950, era nada menos que la mitad que veinte años atrás.
La propaganda del régimen achacaba a la contienda, a los malos modos republicanos, a la pertinaz sequía, (frase mil veces repetida en los discursos que el dictador soltaba en NODO) el desastre económico que sufría el país por más de una década, argumento que queda desmontado mostrando las siguientes cifras:
Claro que las consecuencias derivadas de la guerra civil fueron graves pero en absoluto justifican los problemas que sí produjo la autarquía . La producción agrícola cayó en un 20 %, la cabaña equina descendió un 26 % y la bovina un 10 %. También la producción industrial bajó un 30 %. La comparativa se realiza con los años republicanos, tan denostados y calumniados.
Se padecía un agotamiento de las reservas de oro y divisas. Además del deterioro de las infraestructuras, principalmente ferroviarias, aunque inferiores a las sufridas por los países beligerantes en la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, en España hubo una pérdida del 34 % de locomotoras, mientras que estos porcentajes fueron mayores en Francia (76 %), Italia (50 %) y Grecia (82 %). Igual sucedía con la potencia eléctrica instalada, que en España bajó el 0.9 %, mientras que en Francia fue el 2.8 %, Italia el 5.4 % y en Grecia el 3.1 %. Todos datos comparativos que demuestran el terrible error de la opción autárquica tomada por la dictadura.
Las pérdidas humanas durante la guerra fueron graves. La caída de población se estima que fue, entre un 1.1 % y 1.5 % pero eran similares a las sufridas por Italia (0.9 %) y Francia (1.4 %) durante la guerra mundial, aunque inferiores a Grecia que perdió el 7 % de la población. Mucha de la población española perdida estaba en cárceles (del orden de 300.000 personas) en el exilio (alrededor de 500.000 personas) o en fosas comunes (más de 140.000 desaparecidos)
Los acuerdos suscritos con Argentina en 1946 supusieron un ligero respiro para la economía española. El general Perón envió ingentes cantidades de trigo y carne, además de venir acompañados de la visita de Eva Duarte de Perón a la península lo que produjo un respiro al aislacionismo de España. Bastantes de los alimentos enviados por Argentina cayeron en manos de especuladores estraperlistas por lo que la especulación se incrementó. Famosa es la llegada de quintales de café enviados por el gobierno brasileño que se los quedó el Caudillo comercializándolo a precios muy altos y quedándose él con los jugosos dividendos que se produjeron ya que el envío había sido fruto de la generosidad del gobierno brasileiro.
https://lapajareramagazine.com/la-fortuna-de-los-franco
España estaba aislada por las potencias democráticas, tanto europeas como EEUU. Cierto que la guerra fría había edulcorado las relaciones con los gobiernos dictatoriales del sur de Europa, porque consideraban que el enemigo estaba detrás del Telón de Acero olvidando la relación que Franco –y en menor medida la de Oliveira Salazar- tuvieron con los nazis. Luego llegó la invasión de Corea por la URSS, que supuso un respingo para los halcones que ocupaban la Casa Blanca, lo que impulsó a Eisenhower y su gobierno, a volver los ojos hacia España que andaba a la deriva tanto a nivel económico como político. Años de lobys en Washington dieron fruto tanto que de forma paulatina se va ganando territorio en la comprensión yanqui. Se firman los Acuerdos de Defensa Mutua y Ayuda Económica, a finales de la década de los cincuenta, que son sellados con la visita del presidente norteamericano, recibiendo España desde entonces hasta 1963, 1523 millones de dólares…a cambio de la cesión de amplias zonas de territorio español, que el patriota Franco ofrece en pago al respiro ofrecido por Eisenhower. Se regaló territorio patrio a cambio de dinero y reconocimiento.
España entra en la ONU, intercambia embajadores con EEUU y lentamente van llegando el resto de países, con la gloriosa excepción de México que, habiendo acogido a gran parte del exilio, mantuvo con firmeza los principios de no reconocer a la dictadura española.
A la vez que llegaban los dólares americanos, da comienzo una nueva época económica. El gobierno es expurgado de las ideologías autárquicas expulsando a los pocos falangistas y participes directos en la guerra, a la vez se entroniza con todos los honores a los nuevos señores de la economía, los tecnócratas del Opus, que desterraron la autarquía abriendo fronteras, suprimiendo aranceles y formando un sistema económico cercano al liberalismo…solo en lo económico, puesto que la dictadura seguía con la dureza social de los primeros tiempos.
Los cambios, unidos a la numerosa salida de inmigrantes y la consiguiente entrada de divisas provenientes de los ingresos repatriados, levantaron la economía española hasta conformar el supuesto “milagro español” que se produce a lo largo de los años sesenta donde, Franco, cumple su propósito de cambiar a los españoles de proletarios en propietarios con el fin de alejarlos de tentaciones revolucionarias. Suponía, con razón, que la mínima propiedad convierte a un trabajador calloso en un trabajador domado.
El pisito mínimo en barriadas deshumanizadas sin contar con suministros básicos, con suerte el 600, vehículo prototipo del españolito medio, además de alguna semana en la playa de vacaciones colmó el ansia de las hambrunas anteriores, desideologizó a la mayoría de la población hasta entrados los setenta en donde resurge la lucha política y sindical.
Esta es a grandes rasgos, la supuesta mentira de la bonanza y el progreso producido por la dictadura franquista, que algunos/as añoran demostrando gran desconocimiento de la historia real.
María Toca Cañedo©
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