A las personas que consideramos la palabra como vehículo para deshacer nudos de convivencia, se nos está haciendo duro el tiempo de elecciones a la CM. Lo ocurrido en estos últimos días se nos hace bola. Por la dureza de los hechos y por presentidos.
Las cartas enviadas con balas de cetme es solo la consecuencia de una ola que se ha formado hace tiempo. Al principio, como todas las olas, de forma suave, casi sin notoriedad, siendo ahora cuando el brusco bramar de tormenta desborda el dique y, mientras a algunas no nos sorprende, la buena gente equidistante parece perpleja.
No es que lo de las balas nos coja de sorpresa. No después de apuntar justo a la parte más frágil de la sociedad -los menores no acompañados- con unos carteles inmundos que han decorado las calles de Madrid. Ese cartel que un juez ha tenido a bien considerar normal y no punible, es la iniquidad más grande que podamos contemplar en una democracia social mínimamente civilizada. Tan cobarde como mezquino, tan violento como malsano, apuntar a unos niños que viven en desvalimiento total, que se cicatee con mentiras la escasa ayuda que presta un estado ya de por sí menguado. Lo ocurrido con los carteles sería para erradicar y prohibir a un partido de no tener una justicia pusilánime, por no decir, cómplice.
Llevan tiempo campando a sus anchas por el suelo patrio. Demasiado tiempo de impunidad para no creerse a salvo de todo. De ahí que lo de las balas, siendo como es algo inconcebible, no nos extraña. La gravedad no es tanto que unos iluminados envíen esas señales violentas, el problema está en la parte de la sociedad que asiste conforme, indiferente –o cómplice- a unos hechos que de ser realizados por un terrorista de extrema izquierda o yihaidista hubiera revolucionado a toda la sociedad.
Tanto los medios, con su dorada equidistancia, como la justicia con su inacción, como también un gobierno un tanto pusilánime ante la extrema derecha ante la que sienten un respeto reverencial ¿resortes de la dictadura franquista o cobardía supina? considerando a los cachorros del fascio, chicos malos. Sin más.
Si ustedes apagan el sonido de las intervenciones de esas dos muñecas diabólicas Ayuso&Monasterio y observan su comunicación gestual, verán una personalidad psicótica en ambas. Y hablo de las dos porque son parte de un todo, el yin y el yan. O el poli malo/poli bueno.
Ayuso es tan banal y mediocre como un lienzo blanco donde Miguel Ángel Rodríguez, MAR, para los amigos de francachelas a las que está tan acostumbrado, Sarasola y Aznar como director de orquesta, pintan lo que quieren. Isabelita, no ha sido nunca nada, ni en su profesión ni en su vida personal. Una chica mediocre, plana de mente zafia y nula cultura. Ni en sus mejores sueños llegó a calibrar que iría en coche oficial con ujier en la Villa y Corte.
Como toda mediocre venida a más su soberbia se ha desatado. El gesto de altiva estupidez, su sonrisa cárdena de carmín barato y la barbilla alzada con los ojos estrábicos contemplando al mundo desde arriba (pobre mema) nos dice a cada momento que ella hace y dice lo que le da la gana, porque puede. Porque ella lo vale. Como la niña mal criada de señores ricos que se le consiente todo y se le ríen las gracias. Grosera, como choni poligonera , los que la siguen consideran naturalidad lo que solo es mala educación y grosería que tapa su inanidad.
La otra, Monasterio, en cambio destila veneno. Silva con cada palabra como víbora peligrosa y a veces, como en la SER, se descubre como lo que es: mala gente. Mala de manual. Si la vemos y no la escuchamos se nos hiela la sangre ante esa sonrisa imprevista que parte su cara a cada poco, como si estuviera ensayado para no asustar, para confiar a sus víctimas y poderlas clavar su veneno malsano.
Ayer en la SER cuando gritaba a Pablo Iglesias: “Largate” e insultaba a todos, se le ha visto, más de lo necesario, el plumero venenoso que calza.
Como pasa con las balas, claro que tiene importancia su comportamiento, pero lo lamentable, lo inaudito es que Angels Barceló, con la profesionalidad que se le supone, permitiera que fuera ella la que se quedara y el resto marchara. No se concibe que una periodista de un medio…(no se rían) independiente (vale, pueden reír) mantenga una cobardía tan acusada. Niega ser activista, Angels, ante la acusación de la víbora Monasterio. Como si fuera ofensivo ser activa ante el fascismo. Se pone en medio sin darse cuenta que eso, precisamente eso, potencia y atrae a la enemiga de la democracia.
No extraña mucho el feo comportamiento de Angels Barceló, porque es el común en los medios. Como en la justicia. No toquemos a los cachorritos pardos. Hagamos rojipardismo de altura para respetar la democracia. ¡Imbeciles! no aprendieron que a la democracia, la libertad, el estado de derecho, se le defiende no guardando distancia entre la víctima y verdugo sino posicionándose ¡siempre! a favor de la víctima.
Niego tajantemente que TODAS las ideas merezcan respeto. No, el ideario racista no merece respeto. Con el matón de clase no se dialoga plácidamente, sino que le impone normas de convivencia y si no las cumple se le aparta. Me gustaría ver a Angels, en medio de un aquelarre del Ku Klux Klan, o en mitad de una razzia contra gitanos, judíos o palestinos. “¡Ohhh! dialoguen ustedes. No se vayan, vengan, quédate quieta María Rocío, hija mía que trasto eres”. Y así mientras ahorcan negros o gasean gais, gitanos o judíos. Angels la Moderadora.
¿Qué decir de la justicia? ¿Qué decir de los permisos concedidos para desfilar con banderas de la División Azul, mano alzada e himnos nazis? Naderías. Me pregunto si en mitad de Gran Vía saliera una marcha con símbolos de ETA y gritando Gora Euskadi Libre que pasaría. Me dirán ustedes que mirando a Altsasua tengo la respuesta. Pues sí.
Los dejamos y nos comen. Los dejamos avasallar y nos devorarán como pieza cobrada con poco esfuerzo. Dejen que sigan llegando fondos, dejen que sigan exprimiendo las bajas pasiones de unos votantes a los que estimulan, sin rubor, los bajos instintos como hizo Trump y veremos un asalto al Congreso, pero no con cuernos y pieles, como los irrisorios yanquis. Ya sabemos que España es país de pronunciamientos, algunos ganan, otros provocan una guerra civil. De momento ya han usado para amedrentar ocho balas.
María Toca Cañedo©
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