Se ha estrenado la última entrega de Borgen, como las anteriores me entusiasmaron (yonqui que es una de las series políticas…¡ainsss!) he volado para verla. Aún me quedan capítulos porque la dosifico para deleitarme alargando el tiempo .
A partir de ahora la posibilidad de spoiler es más que alta, así que si quieren sorpresas no me lean.
Cambia el personaje. Vimos en las primeras entregas a una mujer ingeniosa, brillante, cercana y honesta, muy honesta. Aun siendo la sociedad danesa avanzada a nivel de derechos sociales y políticos, contemplábamos con dolor que tener éxito, entregarse con pasión al desempeño de una profesión con la que se es feliz, cuesta familia, pareja y soledad. Birgitte Nyborg nos enamoró por su fragilidad y el disfrute que sentía con su carrera política, a la vez que contemplábamos su capacidad e ingenio para salir triunfante en diversas situaciones. Ahora, como ministra de exteriores, con los hijos mayores y divorciada la contemplamos entrar con paso indeciso y solitario a su casa a altas horas de la noche, cenar cualquier cosa mientras trabaja o viendo noticiarios de la tele en donde hablan (casi siempre mal) de ella. En contraposición, su atractivo ex marido, tiene una nueva familia, con una joven esposa embarazada, aunque él pasa de la cincuentena, porque él no tiene que renunciar a nada siendo profesional. Él es un hombre y todo se le permite. Hasta ser joven siendo un más que adulto.
Hay algo enternecedor de estos capítulos y es la perpetua lucha que mantiene Birgitte Nyborg contra su menopausia. Esa sudoración que la empapa camisa a camisa, teniendo que secar las axilas rezumantes con el secador del baño o cambiarse cada poco, nos hace reconocernos a las que pasamos o están pasando esa incomoda época, ocultando y avergonzándonos del rostro que se empapa y enrojece, del bigotillo que gotea o del mentón que nos fluctúa ante el mar de sudor que nos llega sin previo aviso. Birgitte mendiga a su médica un medicamento que la evite el bochorno de ser mujer menopáusica, porque se avergüenza de tener un cuerpo y sufrir las consecuencias de hacerse mayor. La médica, con buen sentido, no le da nada porque acaba de superar un cáncer y el proceso de la naturaleza es común y asumible. Dice la buena doctora, ante la mirada desconsolada de Birgitte, que no debe violentar el proceso sin tener en cuenta que en los medios donde ella se mueve pasar la menopausia , sudar, tener cambios de humor, se considera debilidad y una mujer con poder no puede mostrar vulnerabilidad. Entendemos a Nyborg como no hacerlo, si en un trabajo normal se considera impropio, imaginamos siendo ministra de exteriores.
Hay un capítulo que me ha dejado con cierto amargor en la boca, y he tenido que metabolizarlo. En Groenlandia han encontrado petróleo, la honesta Birgitte, está defendiendo con pasión el mantenimiento de la nación groenlandesa (es región autónoma con partidos independentistas en lucha con el poder centralizador de Dinamarca) tal como está, sin el desfalco ecológico que supondría el petróleo…Birgitte tiene informaciones que podrían desacreditar el proceso de extracción pero recibe la visita del embajador estadounidense que, con gran amabilidad, la sugiere que en un futuro al presidente le parecería bien que fuera propuesta para presidir la ONU. Vemos la pupila de Birgitte que se dilata, y una tenue, muy tenue sonrisa, que esboza con timidez. Notamos su satisfacción. De inmediato la pide 36 horas de silencio ante la comisión de exteriores de lo que sabe sobre las empresas explotadoras del oro negro…Y Birgitte Nyborg, nuestra honesta, nuestra amada líderesa, calla viéndose trufada por un laberinto de medias verdades y/o mentiras que posiblemente le cuesten el cargo porque a raíz de la mentira debe cambiar su postura frente a las petroleras. Y la cambia.
Hay un momento que un contrincante político, de extrema derecha, dice a la cámara algo así como que el poder es tan goloso, envenena tanto, que muchas veces el deseo del mismo está por encima de las creencias y de los objetivos.
Birgitte, desde su casa, comiendo un sushi rancio, sola, despeinada y retraída le escucha y sus ojos, esos ojos que hablan a la cámara mucho más que sus comedidas palabras, nos cuentan la decepción que sufre Birgitte…con ella misma.
Y se me ocurre pensar que es algo común. Demasiado común entre la buena gente que hace política, que la hay, existe y yo la conozco.
María Toca Cañedo©
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