Nadie conoce con exactitud la fecha exacta del nacimiento de Carmen de Burgos, porque se negó a decir su edad siempre. Se cree que fue en 1879, o en 1869, pero no es seguro. Nació en Rodalquilar, Almería, en una familia adinerada, cuyo padre era cónsul de Portugal, tenían minas, así como un cortijo, La Unión. Se casó a los dieciséis años con Arturo Álvarez Bustos, doce años mayor que ella, como forma de rebeldía hacía su familia. Arturo era un gacetillero, vividor y mujeriego que le susurraba poemas al oído. La boda fue frustrante desde el momento en que consumaron el matrimonio. En una de sus obras, relata el asalto que sufre la protagonista en la noche de bodas, que es un fiel reflejo de lo sufrido por ella, de un tipo sin delicadeza alguna, siendo apenas una niña que esperaba ternura y caricias cuando lo único ofrecido fue un desahogo sin ningún tipo de romanticismo.
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El marido era hijo del gobernador civil de Almeria, a su vez propietario de un periódico local. Arturo, dedicaba poco tiempo a desempeñar su labor periodística, viéndose Carmen en la tesitura de atender el periódico, para garantizar la subsistencia familiar. Aprende el oficio desde todos los grado, como cajetillera, correctora…en principio, hasta que se atreve a publicar sus propios artículos.
A Carmen se le murieron dos hijos. El inmenso dolor de la perdida le cambió el carácter. Algo se rompe cuando el último pequeño muere en sus brazos de unas fiebres. Se le tienen que arrancar porque ella niega la evidencia. Con él se va el sueño de una familia bien avenida. Su marido es mujeriego, vividor, apenas le ve y decide marcharse con su única hija a Madrid y abandonarle. Se refugia en casa de un familiar que la ampara, para en poco tiempo tener que huir también de esa casa debido al acoso al que la somete el tipo. Sola, con su hija, Carmen se enfrenta a principios del siglo XX a la vida en soledad y en total libertad.
Había estudiado, a espaldas del marido, Maestra de Enseñanza Primaria. En Madrid, se gradúa como Maestra de Superior, obteniendo poco después (1901) la plaza de profesora de la Escuela Normal de Enseñanza en Guadalajara. Escribe sin descanso, notas de prensa, artículos sobre cualquier tema, con tal de sacar dinero para ella y su pequeña. En 1902 comienza su colaboración con el Globo. En 1903, la llama Augusto Suárez Figueroa, que acaba de fundar el Diario Universal, para un puesto de periodista, con lo que se convierte en la primera mujer de España en trabajar en un periódico como periodista profesional. Es el propio Suárez Figueroa quien le sugiere el seudónimo de “Colombine” con el que se la conoce a partir de entonces.
Escribe artículos incendiarios, haciendo campaña para conseguir el divorcio, en contra el puritanismo de la Iglesia Católica, y sus soflamas. Más tarde se implica con el derecho al voto. En todo momento mantiene un feminismo, alejado, quizá, del que hay en Inglaterra o Francia, pero revolucionario para la España de entonces. Da conferencias, donde insiste en los derechos de la mujer. Mantiene su soledad emocional, ya que se niega a mantener ninguna relación con un hombre, conocedora de la lacra que supone a la libertad esa entrega emocional. Viaja, becada, por diversos países donde contacta con el sufragismo internacional. Se empapa de la idea feminista y a su vuelta, crea en su casa una tertulia literaria que será visitada por la intelectualidad más exquisita de la capital.
Los miércoles, Carmen de Burgos, a las cinco de la tarde, recibe en su domicilio a quien quiera hablar sin más techo a la libertad que el respeto. Años después sufre un destierro a Toledo, volviendo los fines de semana a Madrid, trasladando la tertulia a los domingos. Esa grupo de tertulianos fue el origen de la revista Critica, en la que colaboró lo más granado de la intelectualidad. Es por medio de la revista que conoce a un jovencísimo Ramón Gómez de la Serna. Él cuenta tan solo dieciocho años, a ella se le suponen 37, entre ellos nace una pasión que hace caer las defensas de Carmen . Mantienen una relación durante años no solo emocional, les une el inmenso amor a la literatura, al periodismo, comparten proyectos literarios, teatrales, escriben mucho colaborando entre ellos y apoyando a escritores jovenes. Ella sigue su profesión, sus viajes, su vida cotidiana, sin dejar nada por vivir con Ramón. La familia de él intenta separarlos, cosa que no consigue, pero el drama vuelve a cruzarse en la vida de Carmen de Burgos.
Su hija, ha vuelto maltrecha de un matrimonio fracasado en Argentina, es adicta a la cocaína y su madre la ampara, pidiendo a Ramón que la contrate como actriz en una de sus obras teatrales, en contra del resto de los actores. La hija de Carmen y Ramón comienzan un idilio que dura menos de un mes pero rompe definitivamente la relación de la madre con el dramaturgo, no así la amistad que los une, que seguirá siempre.
A Carmen le flaquea la salud, lo cual no le impide viajar hasta Melilla para conocer de cerca los problemas del ejército español que ha sido atacado en el Barranco del Lobo, por los rifeños. Allí, en medio de la contienda, envía artículos y concibe la objeción de conciencia con su artículo: “Guerra a la guerra” Volvemos a encontrarnos con una postura visionaria que se adelanta en un muchos años.
Vivió el advenimiento de la II República, la obtención del derecho al voto femenino que tanto ha defendido. Recibe todo ello con inmensa alegría pero su salud está rota. Estando en una mesa redonda sobre educación sexual, se empezó a encontrar mal y murió a las pocas horas, dando vivas a la República, felicitándose por haber vivido su sueño y pidiendo a los que la acompañaban que gritaran con ella: ¡viva la República!
Su muerte la evitó presenciar el fracaso y la victoria franquista. El Régimen eliminó sus libros de las bibliotecas, la consideró escritora maldita y quiso que su nombre se olvidara para siempre. Fue una pionera, un espíritu libre y luchadora incansable por la libertad y el feminismo.
María Toca
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