Sidone-Gabrielle Colette nació el veintiocho de enero de 1873 en Saint-Sauvenir-en-Puisage, cerca de París. Su padre, Jules Colette, había perdido una pierna durante su carrera militar en Argelia, en la batalla de Melegnano, y está retirado de la vida castrense. La madre, Sidonie Landoy, una mujer libre, adelantada a su tiempo, que le gusta la vida en el campo educa a sus hijos (Colette era la última de los cuatro) en total libertad, en el ateísmo y con total permisividad. Colette, de los seis a los diecisiete años acude a la escuela pública y desde pequeña mostraba amor intenso por los animales así como a la vida en el campo. Es amante del ejercicio físico y de la vida natural.
Cuando solo contaba con dieciséis años, conoce a Henry Gautier-Villars (conocido como Willy) que la saca catorce años. Es un hombre libertino, divertido, de vida irresponsable y verbo fácil un tanto sátiro. Han intercambiado cartas durante su romande dándose cuenta , Willy de que la jovencita tiene un talento especial para redactar con picardía y alta formación literaria. Porque Willy, vive a salto de mata, sin más oficio que firmar los manuscritos que un grupo de escritores realizan para él (negros) Los firma haciéndolos pasar como suyos, viviendo de las publicaciones de los mismo, casi de milagro.
Colette y Willy se casan el quince de mayo de1893. Ella es casi una niña cuando llega a Paris de la mano del libertino. Su rostro inocente, una trenza rojiza que le llega hasta los tobillos y su acento provinciano la convierten en pieza atrayente para la sociedad del tiempo. La permisividad, la vida a contrapelo de la burguesía, la experimentación sexual, con drogas, la vida sin responsabilidad son pauta común en la sociedad que Colette encuentra a su llegada a París donde Willy la introduce con presteza.
Él es infiel, incapaz de mantener una relación única ni ser fiel. Al principio la joven se incomoda pero pronto comprende que la vida que va a llevar desde entonces merece ser libre, sin cortapisas ni pertenencias a nadie. El problema es que Willy gasta mucho, y no produce nada. Decidido a explotar el talento innato de la esposa, para mantener el ritmo de diversión, la encierra durante dieciséis horas diarias en una habitación oscura para que escriba sin pausa. La tiranía impuesta es obscena pero Colette produce una novela cuya protagonista es una jovencita un tanto lasciva cuyo nombre es Claudine. El éxito es absoluto, la gente compra masivamente el libro, se ponen de moda en París la forma de vestir de las colegialas. Es la locura, solo dos años después de la primera novela se habían vendido medio millón de ejemplares. En París se venden tazas, platos, camisas con la efigie de Claudine…todo el mundo conoce a la picara adolescente que tan bien describe Colette en jornadas agotadoras de escritura. Su talento es inagotable ya que escribe sin parar. Poco después saca más historias sobre la misma protagonista que se convierte en saga. Willy la apremia: “escribe pequeña que no tenemos ni un franco…” Francos que ella gana con el esfuerzo dramático del encierro y que él dilapida sin pausa.
Colette se trasforma, corta su enorme coleta hasta dejarse una melena corta y comienza a vestir pantalones, cosa que escandaliza a la sociedad ya que es una prenda prohibida a las mujeres. Obviamente, Colette no hace caso de tales prohibiciones y sigue vistiendo a su gusto.
La sociedad parisina de la época, carece de inhibiciones; se fuma opio, se prueban otras drogas, y la promiscuidad sexual es norma. Colette disfruta de ese ambiente de forma relativa ya que el tiránico marido sigue exigiendo que produzca obras. Cierto es que los “desmanes” de la autora son solo sexuales porque desprecia las drogas y el alcohol.
Pronto tomará la iniciativa de la infidelidad, entablando relaciones lésbicas que a él, no solo no le molestan, sino que se une a ellas. Experiencias que sirven para documentar las novelas que sigue produciendo sin parar. A pesar de haber generado dinero por los derechos de autoría de su obra, está en la ruina y sale del matrimonio sin nada. Durante tiempo malvive, incluso duerme en la calle, hasta que decide dedicarse al music-hall. En esos tiempos, hacer cabaret era tal que si fuera prostitución. Estaba mal visto, incluso en la permisiva sociedad francesa de principios del siglo XX.
Colette mantiene diversos amantes de ambos sexos, como la américana Natalie Clifford Barney y con Matilde de Morny, marquesa de Belbocuf, conocida como Missy. Missy era lesbiana reconocida, incluso se vestía de hombre, lo que estaba prohibido por ley. Junto a Missy participa en funciones de music-hall, la más famosa, fue El sueño de Egipto, montaje donde Colette simula ser una momia y Missy un arqueólogo que va levantando las vendas apareciendo el cuerpo desnudo de Colette hasta que al final se dan un beso en el escenario. Se representa en la Mouline Rouge en enero de 1907. El escándalo es mayúsculo, incluso se habla de detener a ambas mujeres. Colette carece de cortapisas burguesas, su vida es libre y nadie pondrá bridas a sus deseos. A Missy la familia le retiran la asignación económica con la que vivía, incluso los amigos retiran la palabra a ambas mujeres debido a sus excesos en el escenario. La vida con Willy se le hace insufrible y la extorsión del infame marido acaba cuando Colette decide divorciarse en 1906. La vida se le pone difícil a la pareja formada por Colette y Mussy.
Poco después, en 1911, contrae nuevo matrimonio con el periodista, redactor jefe de Le Matin, Henry de Jouvenel, con el que poco después tendrá una hija, cuyo nombre es Bel-Gazon. Colette no siente ninguna gana de ejercer como madre, abandonando a la pequeña en manos de nannys sin apenas hacerle caso. Comienza a escribir en el periódico de su marido, que pronto se introduce en el mundo político, incluso presentándose a elecciones, lo que era temerario dada la mala fama de Colette. Comenzada la Primera Guerra Mundial, Henry marcha al frente para informar de la contienda quedando Colette con el hijo de un anterior matrimonio de Jouvenel, Bertrand de Jouvenel, es un joven de diecisiete años, con el que mantiene un tórrido idilio. Ella ha cumplido los cuarenta. Colette, ha dado la vuelta a la primera relación que tuvo con Willy a la vez que provoca un nuevo escandalo. Llega el divorcio y una nueva novela que cuenta la seducción de un joven por una mujer madura, L’Enfant et les Sortileges…
Pronto comienza a producir la mayor parte de su obra más madura: Lo puro y lo impuro…En 1936 realiza la crítica teatral de Le Journal, además de editar Mis aprendizajes, en donde cuenta su propia vida durante el tiempo en que escribía las Claudines. Más adelante publica Bella Vista, Cuarto de Hotel, El Quepis, y por fin llega la que es considerada su mejor obra, Gigi.
Ha llegado a 1944 con problemas de salud, se instala en un apartamento cerca del Palais Royal. Le aqueja una artritis anquilosante, poco después, se casa con un antiguo amigo, Maurice Goudeket, superviviente de un campo de concentración que no ha superado el horror vivido. Colette pierde la capacidad de andar por su enfermedad, pero Maurice la cuida con mimo hasta su muerte.
En 1945 reciben un honor imprevisto a las mujeres, es nombrada miembro de la Academia Goncourt. Goudeket, recoge las obras desperdigadas para publicar toda la producción de Colette a lo largo de su vida. No vuelve a salir de su casa hasta el día de su muerte acaecida el tres de agosto de 1954. Ha pasado los últimos años sin parar de escribir en su apartamento de Paris, cuidada y amada por su tercer marido. Poco antes de morir, exclama que ha tenido una vida hermosa y feliz pero quizá no ha reparado en ella. Hermosa forma de pasar por la vida, la de esta mujer que jamás se sometió a convencionalismo alguno.
A su muerte, la iglesia católica le niegan funerales en templo sagrado -estamos seguras a Colette le hubiera importado menos que nada- En cambio recibe honores en funerales de estado que la ofrece la República Francesa.
Está enterrada en el cementerio de Pére Lachaise.
Colette es una rara excepción de mujer libre y autónoma que, salvo la tiranía de su primer matrimonio, vivió y amó a quién y cómo quiso.
María Toca Cañedo©
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