Lo que podría haber hecho Peter Glenville con la parafernalia de la monarquía inglesa, que ha llegado al multiorgasmo con el mutis final de Isabel II. Es seguro que Glenville, un hombre de teatro y de cine con una vida transgresora y una muerte oscura, habría elegido la película porque los espasmos de este luto no caben en una sala con arquitectura.
En realidad la monarquía inglesa ha sido siempre puro teatro filmado los 365 días de toda la vida desde que se echó al monte allá por 1707. Desde entonces, sucesor tras sucesor, todos los reyes y reinas han competido por ver quién mea más largo.
A los reyes y reinas ingleses se las ponían como a Fernando VII. Tenían a sus pies una mancomunidad de catorce naciones, y una urdimbre política y comercial de 50 países.
¿Qué tenían que hacer? Disfrazarse y dar los datos bancarios. Y mientras se enriquecían, olvidarse de los impuestos. Para la curiosidad morbosa de los mundos sociales la monarquía inglesa ha sido un chollo. Dime un caso exótico, que acudo a ellos y te gano. La enumeración se sale de este espacio, pero frente a toda tolerancia está el miedo por si les nacía un niño negro.
Con la muerte de la última de sus reinas, los monárquicos se han apresurado a reclamar el papel de la monarquía como garante de neutralidad política. Y un güevo.
La monarquía italiana fue restaurada por los Saboya a mitad del siglo XIX, pero 509 años antes de Cristo, Roma abolió la monarquía expulsando a Tarquino, el último rey. No sabemos si Tarquino se refugió en Abu Dabi, sólo que con la república hubo un extraordinario florecimiento económico, político y cultural. A la cabeza de la historia del mundo estuvieron durante siglos. No sé quién tiene la culpa de que pasase de Cicerón a Berlusconi, parábola de un viaje hacia la nada.
Por lo que nos toca, aparte del luto por una señora que la única vez que vino a España fue para humillar a Franco y sus patriotas presumiendo de Gibraltar, los desafueros se salen del saco. Baldwin y Chamberlain admitieron la fortuna que los golpistas españoles les entregaron para su custodia a nombre de Mola, que era el elegido para los cañones del 36 contra la segunda república. Esa fortuna la llevó a Inglaterra un banquero español muy reconocido por su experiencia como traficante. Pero Inglaterra se convirtió así en colaboracionista de un golpe de Estado que nos deshizo la vida con los tres años de guerra civil que siguieron.
Y como remate al último y definitivo ajusticiamiento, cuando los aliados ganaron la segunda guerra mundial y se plantearon un entorno europeo de democracias parlamentarias con el derrocamiento del régimen franquista tan hermano de Hitler, surgió Churchill y su famoso telegrama que impidió la vuelta de la paz a España. ¿ Qué pintó la monarquía inglesa entonces? Nada. El rey Jorge VI se limitó a ser rey.
Al mundo le espera el invierno de la ira y nosotros llorando por una ricachona que se ha muerto de muy vieja.
Posdata: casi al mismo tiempo que la reina de Inglaterra se ha muerto como de puntillas y en silencio Mijail Gorvachov que cambió la historia de Europa y del mundo. Parece que esto no le importa a nadie.
Valentín Martín.
Muy bueno Valentin