¿Cómo son las mentes perversas del momento?

Me pregunto muchas veces cómo son las personas que retuercen las noticias hasta hacerlas simiente de discordia. Esas personas que ante las imágenes del volcán inventan que los hoteles están ocupados por inmigrantes y los damnificados en barracones. Los que dicen que un recién llegado en patera, sin conocer el idioma (de América Latina no llegan en patera, creo) sin saber nada es capaz de arrebatarle el puesto de trabajo. Las personas que te juran por lo más sagrado que los/as refugiadas reciben pagas astronómicas mientras que tu abuela perece de inanición. Los que te aseguran que si sales unos días de casa llegan los okupas (todos rojos a rabiar, revolucionarios, bolcheviques y chavistas a ultranza, nada de okupas de derechas, esos no existen, según ellos) y se hacen fuerte en tu casa para siempre jamás. Los que aseguran conocer a un tipo al que una mujer le destrozó la vida porque hizo una denuncia falsa de maltrato…

Toda esa gente que ante un hecho fortuito, o consecuencia de la pura invención, retuercen las palabras hasta llenarlas de odio y dispararlas con tiro fijo. Me fascina pensar cómo son. Si son capaces de amar a sus hijos,  a sus mascotas, si saludan por las escaleras, si ayudan a una viejita con las bolsas. Y creo que sí. Son personas con dos piernas, dos ojos, dos brazos y hasta con emociones y sentimientos. Como nosotras. ¿O no?

He llegado a pensar que están formadas de una pasta especial, esa que conforma una personalidad psicopática y maligna. Que gozan haciendo daño al más débil y doblan la pierna ante el fuerte con la cobardía como bandera. He llegado a pensar que son sucias almas de cuatreros que se ensañan con la parte más débil de la sociedad y que gozan como puerquitos en charco con el daño que producen sin más fin que el triunfo de los malos, de sus ideas supremacistas y el ahorcamiento de la mayoría de la sociedad. Lo curioso es que algunos/as (muchas) de esas mismas personas conforman la misma escoria social que critican. Porque ricos, ricos de verdad, poderosos de verdad, hay muy pocos.

Hay veces que lo llevan escrito en la cara. La de Monasterio, por ejemplo, con esa sonrisa maligna  de persona  perversa. La de Ortega Smith con su ceño de cemento y la boca en perpetuo paladeo de limón. El sarcasmo que destilan los ojos de Espinosa de los Monteros y la salivilla que se le adivina bajo la barba cuando vocifera contra los “progres” Pero hay caras que no cuentan la malignidad de sus poseedores.

Es más, hay gente que se siente buena, que procesa la religión como bandera, como cristiano viejo y reza pidiendo misericordia al Señor. Esas personas que se creen y lo parecen, buena gente,  también realiza el trabajo sucio del psicópata al mando. Y lo hace de verdad, creyendo que así ayuda a la humanidad, que es su obligación salvarnos de las garras del socialismo, comunismo, leninismo, anarquismo…O de nada. Que nos salvan a garrotazos como la Inquisición a la que les gustaría ver despierta y alientan cada día su reposición.

Me fascinan esos/as tipas. Seguro que conozco a bastantes, es lo que tiene trabajar de cara al público tanto años, aunque, créanme, la selección natural funciona. Se atraen personas como se rechazan otras, casi sin palabras, de forma intuitiva. Llegada a la edad que padezco, una ha seleccionado bien  la gente del primer, segundo y hasta tercer círculo. Pero me cruzo cada día con bastantes seres que hacen o dicen lo que cuento. Y me fascinan porque son inmunes a la razón, a que les demuestres que es mentira, que no son ciertas las cosas que cuentas. No sirve de nada. Enseguida te reprochan tu alienación, que andamos condicionadas por Soros, Chávez, Pedro Sánchez, o el mismísimo padrecito Stalin. También los hay en la otra dirección, pero ustedes me perdonarán, los padezco menos. Nos dicen los expertos que se llama sesgo de confirmación, eso de hacerse impunes a cualquier demostración por veraz o científica que sea.

Yo no pienso  que de la pandemia se saliera mejor persona,  tampoco que los años mejoren o empeoren a nadie. Como creo muy poco, pero muy poco, en el cambio radical de ideología porque si has propugnado por la crueldad, la falacia o la mentira, te podrás ir al lado contrario, pasarás de admirar a Hitler a Stalin…y pruebas hay alguna de lo que digo. Lo improbable es que si te has sentido lobo de forma mágica te conviertas en oveja.

No es que no crea en la rehabilitación pero debe ser tan lenta, tan costosa y con tantos flecos que necesita de varias generaciones. No del milagrito redentor. Lo que estoy convencida es que si algo nos ha demostrado la pandemia es que se puede decir y/o pensar  que la realidad tangible para la gran mayoría, no existe.

He(mos) visto a gente (supuestamente) inteligente, gente decente (parecía) negar la mayor, dedicar tiempo y energía a calumniar a sanitarios/as a las personas que han estado y están inmersas en una dolorosa realidad de una pandemia mundial. Los he visto. Los han visto…y hemos aprendido que todo es posible. Hasta que un chico/a con estudios y conocimientos sea un completo imbécil. ¿A qué en este momento se les están ocurriendo a ustedes varios nombres?

Por eso existen los seres que les indicaba al principio. Llegan de la estirpe que creció con  mucho odio,  mucha perversión, de la crueldad intrínseca que ha padecido la sociedad clasista y capitalista. Nadie cede el privilegio a gusto. Nadie baja el escalón sin rabia. Si la rabia se metaboliza con dosis de comprensión social y  cultura,  puede ser que se drene…En caso contrario, se pudre y se transmite de generación en generación.

Es posible que esos aprendices de malignidad provengan del odio arcaico que hemos padecido. O que les surja por generación espontánea de su propia genética.

Créanme,  me perturba pensarlo. Porque mentir, crear las falacias que se trasforman en balas de odio es una  aberración que germina, que crea el monstruo de la sinrazón.

Si ustedes leen las proclamas de la Alemania pre nazi. Si ustedes consultan los libros de historia de la época y buscan en hemerotecas las proclamas del incipiente partido nazi, o el fascista italiano, o más fácil aún, de la Falange española, se van a encontrar las mismas palabras, el mismo argumentario, los mismos insultos y agresiones verbales que estamos oyendo en el Parlamento, en determinada prensa y en las redes sociales.

Sabemos cómo acabó la historia pasada. Lo terrible es que intuimos cómo puede acabar el presente.

María Toca Cañedo©

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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