Mi santa dice que se ha encontrado en el Metro a una señora muy confundida: iba a Núñez de Balboa y estaba en Blasco Ibáñez. El error tiene una dimensión de varios kilómetros madrileños porque Núñez de Balboa es la calle señorial donde vivían Sara Montiel y Pepe Legrá, mientras que Blasco Ibáñez, arroz y tartana, empieza donde se acaba la ciudad.
Lo que me ha llamado la atención no es que la señora se confunda, conmigo se han confundido algunas señoras y yo me he confundido con ellas. Como soy un ex ciudadano del mundo que va a ninguna parte, al final empate a nada que es a lo que tocamos. Me regocija el alargue de mi santa.
Porque ella me explica que la señora confundida era joven y con buena apariencia, «así como yo». Esta exuberancia de optimismo físico de mi santa me ha hecho pensar mucho. A ver, está claro que para mi santa la vida es un frenesí, aunque sus nietos le saquen la cabeza y anden a novias. ¿ Pero quién expende los certificados de juventud? ¿ Cuándo una mujer deja de ser chica y pasa a señora?
Lo de medirse bien no está al alcance de cualquiera y la autoestima es muy necesaria.
Hay un aluvión de poetas que se miden al alza. Están tan confundidos como la señora del Metro. Y hay algunos escritores que se bajan de su estatura real. También están confundidos, porque la modestia es su patrimonio pero su tamaño literario es nuestro.
Estoy pensando en Ferris, ya ves a lo que lleva la charladuría con mi santa mientras comemos migas con uvas. José Luis Ferris, que es más de caracoles que de migas con uvas, es muy mujeriego. Ha ido detrás de Carmen Conde, de Maruja Mallo, de María Teresa León, de diecisiete mujeres de la Generación del 27 desconocidas u olvidadas y que él ha rescatado en una antología. Carmen, Maruja y María Teresa tienen algo en común: la infelicidad. Y además de estas mujeres que Ferris ha inmortalizado, su acercamiento a Miguel Hernández se
debe en buena parte a mujeres, creo que a dos. Porque parecía inevitable que un poeta filólogo con tres primeros libros de versos desembocase en otro poeta paisano y universal, pero no. Fue una orden con mujeres al fondo. Y si queremos abundar más, el merodeo de Ferris sobre Miguel hace 22 años lo hace posible con un juego de mujeres en un libro donde conviven la ficción con la realidad. Se trata de descubrir a Miguel a través de los ojos de una mujer. O dos, aunque la mezuca sea la sospecha de un hombre bajando del tren en Atocha.
Pero me estoy saliendo de cacho como siempre. Porque lo que yo quiero decir es que no me confundo cuando digo que José Luis Ferris es el escritor más decisivo ahora mismo. Y lo argumento. Yo soy escéptico dentro del pesimismo respecto a mí porque si no hubiese existido, nadie me echaría de menos. Ni a mis libros. En cambio Ferris es el que necesitaba la historia de nuestra literatura para salir de algunas catacumbas. Ferris nos defiende frente a Lázaro Carreter, Correa Calderón, y otros tan escuetos. O contra el primer biógrafo de Miguel que nos hace preferir la enfermedad al remedio porque intenta blanquear toda la crueldad de algunos nombres en torno a la muerte de Miguel.
Es sólo un ejemplo contundente: sin Ferris, en la historia de la literatura española todos nosotros tendríamos más silencio, más frío, y seríamos más pobres.
Y dicho esto, vuelvo a pensar que mi santa tiene razón sobre su cabo de la Esperanza. Ahora sólo le falta no irse a Carabanchel cuando la espero en San Blas.
Valentín Martín
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