CUÁNDO Y CÓMO NOS VOLVIMOS MASCULINOS

Me sigo preguntando fascinado cuándo y cómo, en el tiempo temprano de mi existencia, mi plástico cerebro fue inoculado con la estúpida y terraplanista creencia de que solo yo, varón entre varones, estaba capacitado para acceder a la elevada aventura de la transcendencia.

Me pregunto cuándo y cómo mi mente empezó a condenar a la mitad no masculina de lo humano a la alteridad, al bajo destino de la inmanencia, a la impericia, al demérito y al menor valor.

Me pregunto cuándo y cómo mis prejuiciosas creencias arrastraron mi subjetividad hasta dividirnos en dos mitades otorgando solo a la mía la cualidad de importancia.

Me pregunto cuándo y cómo comencé a negar su mundo para afirmar el mío.

Me pregunto cuándo y cómo dejé de verla a ella como una persona completa, en igualdad de valor, y solo vi una madre, una hermana, una amante, una puta o una gestadora y cuidadora de vidas sin agencia y a mí servicio.

Me pregunto cuándo y cómo mi alma humana se vació de sensibilidad y empatía y se llenó de masculina indiferencia para así acostumbrarme a leer sin inmutarme esas escuetas noticias de asesinatos machistas que día sí, día también, aparecían en la prensa.

Es bien cierto que todas estas preguntas ya se han vuelto retóricas desde que el feminismo me ha explicado hasta el mínimo detalle, con la solvencia de su academia y su sabiduría, los cuándos y los cómos de lo ocurrido. Ahora asumo mi responsabilidad, pero me sigue fascinando cómo es posible que tal tropelía se haya producido también conmigo.

Siento esperanzado que aún estoy a tiempo para deshacer el entuerto, a la vez que reconozco que haber vivido así casi toda una existencia ha sido todo un ventajista e injusto privilegio, también un vivir estrecho, miope y ombliguista por androcéntrico.

Mi labor ahora es reeducar mi aún plástico, aunque envejecido cerebro, mostrándole precisamente la evidencia de toda la enorme trascendencia no masculina que en el mundo ha habido, fruto de poderosas mujeres que en el mundo son y han sido, hasta borrar las prejuiciosas barreras que habitan en mi cabeza.

Es por eso que aprovecho el mucho o poco tiempo que me queda para leer, escuchar y aprender de ellas, especialmente feminismo de mujeres feministas.

Y a ti, querido lector, has de saber que ya no te voy a escuchar más, por mucho que vocees, si tu empeño sigue siendo defender como gato panza arriba lo masculino.

Ya estoy empachado de tíos, y de mí mismo.

Otra cosa bien distinta es que te animes a explorar conmigo las maneras de abolir de nuestras almas humanas todas esas estúpidas creencias masculinas, no son, nunca fueron y jamás serán la verdad, solo están en nuestras cabezas.

Nota: Este texto está inspirado en una clase magistral de mi admirada Rosa Cobo sobre Simone de Beauvoir a la que asistí  hace días.

 

Justo Fernández López

 

Justo Fernández es escritor y divulgador. Activista por la igualdad. Investigador en masculinidades, adicciones y narcisismo masculino. Tallerista y Monologuista. Su obra más reciente es “ONVRES. Reflexiones sobre la masculinidad” (Anaya, Marzo, 2021): https://www.oberonlibros.com/libro/onvres-reflexiones-sobre-la-masculinidad-9788441543584/

 

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