Acudo al anuncio repetido a lo largo de todas las farolas de esta parte de la Avenida, y que promete una oportunidad única de 110 metros cuadrados con vistas increíbles, a cambio de 120.000 euros de 2016.
El chico que me abre la puerta es tan amable que tardo unos minutos en procesar que es el primer piso sin ventanas que veo en mi vida, tan solo un minúsculo ojo de pez en el cuarto de aseo que comunica con un oscuro patio interior. La penumbra no me impide por otra parte observar una colección de imágenes que parecen surgidas de una realidad imposible, en las que veo al dueño de este agujero sirviendo té con pastas en este mismo salón a gente como Carla Bruni, la madre Teresa, Kim Joon-Ul, Olof Palme, Ernesto Guevara, Don Santiago Ramón y Cajal, Elvis Presley, Francisco Paesa, el mariscal Hindenburg y Charles Chaplin, entre muchos otros. La única explicación posible es que al anuncio se le ha caído una “i”, la que convertía a “vistas” en “visitas”, la que hace de este lugar algo único en su género, un punto de encuentro social como no se ha visto otro desde el Ágora Sur de la Atenas de Pericles.
Es mucho después de haber dado una entrada y comenzado con la gota malaya de las letras de hipoteca, cuando descubro que toda esta gente es carne de Photoshop. No me resigno a no experimentar de vez en cuando el desconcierto de ser timado de las maneras más estúpidas que la mente humana pueda imaginar en la penumbra de los días espesos.
Texto para #LaPajarera: Jean Boucicaut
Fotografías: Lola K. Cantos.
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