Durante muchos años.
Durante muchos años una se niega, cual niña caprichosa, a reconocer lo azaroso de la vida y se enfurruña y ofusca cuando lo que ésta trae no son experiencias o vivencias placenteras.
Esa una es capaz incluso de batallar duramente contra el concepto de lo inevitable, de lo que escapa al propio control como la enfermedad o la desparición dolorosa de quien quieres.
Durante años una se enfada con los demás, porque no son como quisiéramos ni hacen lo que deseamos, ni se comportan a juego con nuestras fantasías o directrices sobre su supuesto bienestar.
Durante años el discurso de esa una tiene que ver, y con razones de peso, con la realidad social jodida e injusta, el mundo laboral ingrato, precario o inexistente.
El hecho de existir es caro; pagar facturas por y para vivir supone cargar con un pedrusco a la espalda sorteando vallas o a veces teniendo que saltarlas sin fuerzas que acompañen.
Derepente esa mujer deja de comportarse de manera quejosa e ingenua, pegando patadas a diestro y siniestro sin dirección y se abre desde dentro a lo que hay, a lo que sucede, a esto que está pasando sea desfavorable o grato, sea para reír y disfrutar o no y se dice para sus adentros:
– Has dejado de pelearte en vano. Ya no pierdes la energía en la queja estéril y paralizante. Ahora luchas cuidando tus energías que no son infinitas.
Ahora no te obcecas y puedes distinguir con cierta claridad en dónde poner de lo tuyo y en dónde no.
Ahora no te embroncas inútilmente contigo y con el mundo y te pones manos a la obra.
Te haces mayor, lo sabes.
María Sabroso
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