En la primera parte de este artículo sobre el destino manifestó del patriarcado, https://www.lapajareramagazine.com/el-destino-manifesto-del-patriarcado-despojar-la-sabiduria-de-la-mujer-y-de-la-naturaleza-i-parte, señalé que ha sido el hombre más que la mujer los primeros responsables del despojo y la violencia ejercida contra la naturaleza y la mujer. Deseo remarcar que con esta afirmación no estoy haciendo a un lado la responsabilidad que las mujeres también hemos tenido en ambos procesos, sean como sujetos pasivos o activos en la educación machista e incluso hasta misógina de nuestro sistema patriarcal. Pero lo que es evidente que se quiere ocultar y que es el punto clave que se está poniendo énfasis en este como en el anterior análisis es en el hecho de que los hombres no van a aceptar por ningún motivo perder la supremacía que han tenido por milenios, lo cual está teniendo consecuencias de mayor violencia contra nosotras como una respuesta “de miedo ante la mujer sin miedo” (Eduardo Galeano), sino de un menor involucramiento por parte de los hombres ante las labores de protección y conservación de la Tierra con todos los que la habitan, humanos y no humanos.
Llama la atención el hecho de que todas estas prácticas referidas al cuidado de la vida realizada por mujeres durante milenios, hayan querido ser eliminadas de la historia de nuestra civilización. Hemos sido gestoras de la primera gran revolución agrícola, la domesticación de las plantas, ocurrida hace 10 000 años, así como de miles de prácticas que silenciosamente seguimos llevando a cabo para preservar la base misma en la que se sustenta toda sociedad: la unidad familiar. En la actualidad, estas labores domésticas como las que se vinculan con el cuidado de los hijos e hijas que son vitales para el cuidado y la conservación del entorno natural, son consideradas por una gran mayoría de hombres como “femeninas”, por lo que el realizarlas lo valoran como una pérdida de su masculinidad. En un estudio realizado entre dos mil hombres norteamericanos y chinos y que fue publicado en la revista Scientific American ( https://www.scientificamerican.com/article/men-resist-green-behavior-as-unmanly/ )se apunta algo que me parece trascendental: “las mujeres tienden a vivir un estilo de vida más ecológico y que en comparación con los hombres, las mujeres desperdician menos, reciclan más y dejan una huella de carbono más pequeña”. Y este estudio concluye de acuerdo a las respuestas que los hombres ofrecen ante sus posibilidades de volverse verdes, que: “aun cuando a los hombres les preocupa el deterioro ambiental, les preocupa que por sus comportamientos ecológicos puedan calificarlos de femeninos”. Interesante estas observaciones, porque a lo largo de mi carrera (soy ecóloga) y como educadora ambiental, pero sobre todo como mujer puedo decir con toda certeza que efectivamente las mujeres no solo son las que seguimos siendo el principal pilar de los hogares en todos los sentidos, sino que además, en estos cambios obligados que debemos hacer para frenar la violencia contra nosotras mismas, así como la que se dirige contra la naturaleza, somos nosotras las que estamos realizando a nivel personal y colectivo los cambios más radicales y profundos que se requieren para poder llevar a cabo no solo un cambio de consciencia sino mil acciones contundentes de transformación social que se dirijan a frenar el deterioro ambiental.
Raúl Zibecki en su artículo extraordinario sobre Patriarcado, Madre Tierra y Feminismos (http://www.jornada.unam.mx/2018/01/05/opinion/013a2pol ) refiriéndose al papel de los hombres en las tareas domésticas y de la reproducción y el cuidado de la vida nos dice que: “No podemos combatir el capitalismo ni el patriarcado, ni cuidar del medio ambiente ni de nuestros hijos e hijas, sin instalarnos en la reproducción que es, precisamente, el cuidado de la vida…” Y en una autocrítica como un hombre de izquierda se pregunta: “Acaso esas tareas son menos revolucionarias que estar parado en un templete –bajando línea- (en México decimos, tirando rollo). Para concluir diciendo algo que sería motivo ya que los hombres no solo se digan feministas, sino ecologistas: “Nos dan menos visibilidad, pero son las tareas oscuras que hacen posible las grandes acciones. Para involucrarnos en la reproducción, los varones necesitamos un fuerte ejercicio para limitar nuestro ego, más aún si se trata de un ego revolucionario”
Tenemos un modelo hegemónico que es sin lugar a dudas resultado de una sociedad patriarcal defensora de la supremacía del hombre sobre la mujer. En la cultura griega antigua, las mujeres eran consideradas esclavas. Aristóteles como Platón pensaban que las mujeres estaban en la última escala evolutiva, junto con el resto de los animales. La homosexualidad era vista como el amor sagrado frente al amor profano que era heterosexual precisamente porque la mujer era equiparable a los animales. Qué decir del cristianismo y posteriormente el catolicismo, donde la mujer es resultado de la costilla de un hombre. Los hombres son hechos a imagen y semejanza de un Dios judeocristiano también masculino, en donde la paternidad significa crear, esto es el germen de la vida, mientras que la maternidad no representa más que alimentar, incubar, proteger durante un tiempo. Algunos griegos creían que la nobleza masculina se hallaba contenida en el semen y podía ser transferida a los hombres jóvenes, Las culturas occidentales que continúan marginando la sexualidad, la limitan al dormitorio y en muchas parejas solo como el acto para la reproducción, en el que a los hombres se les permite socialmente hablando los espectáculos pornográficos, la existencia de una prostitución discreta y la sobre estimulación de sus sentidos a través del despliegue del uso de medios para el comercio del cuerpo de la mujer. Cierto es que ya no se condena a las mujeres a la hoguera, pero la sociedad moderna consumista patriarcal las ha condenado a la esclavitud.
De todo esto y más hemos sido herederos hombres y mujeres en donde los roles y estereotipos asignados a cada género no solo han dañado nuestra capacidad de relacionarnos y vincularnos sanamente, sino a la construcción sana de nuestra identidad como individuos, como cultura y como civilización planetaria. La naturaleza al igual que la mujer al quedar en una escala inferior al hombre (género), quedamos a la deriva dentro un universo manejado por el dominio y el poder de una sociedad patriarcal y capitalista donde termina por mercantilizarse todo, con lo cual se justifica y se legitima así el saqueo de la Tierra y la mayor explotación del cuerpo de la mujer (ver documental Pornocracy). El destino manifestó de la sociedad patriarcal andrógina y antropocéntrica de mirar a la naturaleza únicamente como proveedora de recursos y a la mujer, como proveedora de vida tendrá que ser cambiada radicalmente y de ya, si es que realmente queremos salvarnos.
Patricia Moguel
Educadora social a través del arte
La obra gráfica pertenece en su totalidad a Siquieiros y Rivera.
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