Si pensábamos que al terminar el 2020 se acabarían los desvelos, este seis de Enero, nos ha dejado la perplejidad pegada a las pestañas. Hemos asistido en directo a la descomposición de un imperio. A la caída de un país, que cimentaba el sistema durante dos siglos. Un grupo de muchos miles de cerriles fanatizados por ese orate peligroso que ha presidido la Casa Blanca ha invadido del Congreso de los EEUU.
Se han vivido escenas increíbles en el que dicen país más poderoso de la tierra, cuna de la democracia moderna, culmen de las libertades civiles que ve con vergüenza como unos tipos armados con gases que no tienen los ejércitos, con armamento pesado que envidian muchos países asaltan con total impunidad el Capitolio mientras se realiza el recuento para nombrar al próximo presidente.
Hemos vivido una presidencia de un tipo como Trump, con la sonrisilla de medio lado, escuchando sus bravatas, sus mentiras, sus populismos desnaturalizados e infantiloides, con la sorna que da la suficiencia de creernos más listas, mejores y más preparadas. Es un orate que será expulsado de la Casa Blanca más pronto que tarde, dijimos. Es un imbécil que juega con fuego y le van a hacer un JFK de manual, incluso pensamos. Oh, no, le harán un Empechement y se acabó el problema. Dijimos cuando veíamos que nada de lo anterior ocurría y él seguía insultando la inteligencia del mundo. Nos olvidábamos que al poder, a ese poder oculto de los mercados quien de verdad molesta no es la ultraderecha. Es la izquierda, por suavizada que esté.
Nuestro problema es que pensamos con parámetros democráticos y lógicos, cosa que no ocurre en el populismo fascistoide de estos tiranos. No sirvieron con Hitler ni Mussolini y no han servido con Tramp, porque el primer mandato de un buen tirano es convencer al pueblo de que tiene razón. A una parte del pueblo. Mientras la otra mira con autosuficiencia sonriendo a los desmanes de los tiranuelos considerando que tan solo es teatro y será desmontado con la fuerza de los votos. Cuando nos damos cuenta que no solo no se desmonta sino que los votos -muchos votos- se trasladan al tirano, que el pueblo, manso para reclamar derechos y libertades, asalta con furia las instituciones, impelido por el odio, las mentiras y la capacidad gregaria de seguir a un líder , suele ser tarde.
Ya lo hemos vivido. Y volvemos con las mismas respuestas a las mismas premisas. No se puede tratar con democracia a quien no es demócrata ni quiere serlo. No se puede derrotar a un tirano con las armas de la democracia porque él las usa en su propio beneficio torciendo el tiro hasta darnos en la misma nuca.
Trump, ha jugado con el pueblo americano y con el resto del mundo que le ha reído las gracias. Mientras que otros le han creído con fe de carbonero y los más le han mirado con suficiencia. Y hoy han asaltado al Capitolio con armas y gases pimienta dejando una secuela de miedo e incertidumbre ante lo que puede pasar el 20 de Enero que ese tipo debe entregar el poder y las llaves de la Casa Blanca.
En los últimos meses demasiada gente norteamericana ha tomado conciencia de que se ha producido un quebrantamiento social que lleva a la guerra civil. Si hablan ustedes con norteamericanos o gente que viva allí, se lo van a confirmar. El temor no es que se encastille en el poder mister Trump, o que se niegue como niño mal educado a guardar las formas democráticas. El temor, más que verificado ayer, es a una guerra civil.
Las/os españoles/as que hacemos memoria, sabemos bien de qué hablan los yanquis cuando utilizan ese argumento. Lo hemos vivido, o lo vivieron nuestros abuelos y nosotras padecimos las secuelas.
Gente que usa la democracia mientras es útil a sus espurios planes y luego se encastilla en el poder para mantener sus privilegios, sin importar cuántos muertos, cuánto dolor vaya en el lote. La perversidad del narcisista con poder. No lo olviden. Lo primero que hace un dictador es procurarse un pueblo que le siga, obedezca y mate por él. Lo primero. Y eso ocurre desde el principio de la humanidad, lo que pasa es que no aprendemos a descabezar la serpiente cuando es pequeña o que el sentido democrático nos ¿imposibilita? a descabezarla.
Si los asaltantes al Capitolio de EEUU, hubieran sido negros ¿imaginan ustedes cuanto tiempo tarda el ejército, policía y demás fuerzas en tirotearlos? No, eran blancos, eran ultraderechistas asalvajados con banderas confederadas que quieren una América blanca y supremacista donde los negros, latinos, orientales…se dediquen a trabajar como esclavos en las viejas plantaciones de la América profunda. Volvamos a la vieja América, dicen. América lo primero, gritan.
Ayer pudo ser un día jubiloso debido a que en un estado sureño como Georgia por primera vez en su historia se eligieron dos senadores demócratas, uno de ellos el reverendo Raphael Walrcock, afroaméricano, que da la mayoría en el Senado al grupo demócrata, lo cual es un logro inmenso, puesto que el Senado es el cuello de botella por donde pasan todas las leyes que pueden ahogar a una presidencia liberal como hicieron con Obama. Y se ha conseguido, en parte casi definitiva, gracias a la activista Stacey Abrams, que perdió las pasadas elecciones y en vez de correr a llorar a su casa (habría que pasarles la biografía a muchas personas de militancia izquierdista que al perder lloriquean y culpan al electorado inactivando su lucha política) siguió en el activismo consiguiendo movilizar al electorado afroamericano. Hoy recoge el triunfo de cuatro años de cumplido trabajo. Joe Biden mismo fue lo primero que agradeció al llegar a Georgia: la actividad compulsiva de Stacey Abrams…
Hoy podríamos celebrar un cambio de equilibrio y el fin de la era Trump, en cambio estamos temiendo un estallido de violencia, en el país del que dependen muchas de las cosas que conforman la vida cotidiana de cientos de millones de ciudadanos, que no votamos en EEUU pero los padecemos.
Creo, como decía en un principio que el día 6 de Enero de 2021, es un día histórico. Acaba un imperio. Lo que ignoro es qué consecuencias tendrá en los países dependientes y subalternos, en qué nos puede arrollar la rueda de histrionismo asesino de esas bandas de locos que apoyan a Trump. 76 millones, para ser exactos. 76 millones de votantes que están dispuestos a seguir a su líder hasta donde les lleve, aunque sea al mismísimo infierno. Con la compañía de muchos que ni le votamos ni le soportamos.
Cuando esto pase, si es que pasa, debiéramos revisar la forma en que tratamos al fascismo populista en Europa entera. En el mundo. Debiéramos sacar una vacuna que nos inmunice contra estos locos con poder que nos llevan al horror. Y tenemos en casa buena prueba de ello. Ese silencio atronador de nuestra ultraderecha ante el golpe norteamericano. Esa ultraderecha loca que padecemos que recibe millones de Trump y corea sus locuras. Esa ultraderecha española que tiene 52 diputados, 3,6 millones de votantes que posiblemente siguieran a su líder si les indicara que asaltara el Congreso de los Diputados. Que por cierto ya se hizo un 23 de Febrero de 1982…y como ahora, llevaban tiempo conspirando y nadie les hizo caso, porque eran unos pocos locos de cuarto de banderas…
Y la serpiente cuando crece mucho devora a los que la alimentan. Que no aprendemos.
María Toca©
Los esclavistas eran demócratas. Los buenos eran republicanos. Cómo cambia el cuento…
Hasta que descubrieron que el lucro capitalista venía del mismo sitio. Pero tiene razón…Lincoln era repúblicano.
Tener razón es lo de menos. La cuestión es cómo cambia el prisma con que nos cuentan las cosas. Lo único bueno que se me ocurre de la era Trump es que no se han metido en guerras. A partir del 20-E les va a faltar tiempo.